Las aves, al no conocer fronteras, son excelentes indicadoras del estado de los ecosistemas, especialmente las más viajeras: los procelariformes, aves de alta mar. Este grupo incluye los grandes albatros, los petreles, las pardelas y los pequeños paíños. Hasta hace pocos años, éste era un grupo bastante desconocido salvo para marinos o pescadores, ya que estas aves sólo tocan tierra para reproducirse en islotes y acantilados poco accesibles.
Para especialistas como los investigadores del Institut Mediterrani d’Estudis Avançats (Imedea), los procelariformes son objeto de estudio. Al ser aves depredadoras (comen sobre todo peces pelágicos y cefalópodos), están en la parte superior de la pirámide y, por tanto, son receptoras de lo que acontece en los océanos. Gracias al marcaje y la recaptura a largo plazo mediante el anillamiento científico y la utilización GPS miniaturizados, cada vez se conocen más sus poblaciones y movimientos.
Por ejemplo, el virot gros (Calonectris diomedea, pardela cenicienta del Mediterráneo en castellano) es un ave con la que el Imedea lleva trabajando más de 20 años en sus zonas de reproducción en Balears. En invierno se desplaza al Océano Atlántico, alimentándose en aguas internacionales de ambos hemisferios.
Por tanto, su seguimiento informa de lo que pasa en el Mediterráneo en primavera y verano, y en el Atlántico en invierno. Estudios internacionales han desvelado que las aves marinas no han conseguido ajustar sus calendarios de reproducción al ritmo al que se están calentando globalmente los mares. Es decir, tienen poca flexibilidad para poder adelantar o retrasar sus fechas de reproducción en relación al cambio climático, que está modificando temporalmente los picos de abundancia de presas.
Los grandes petreles (otras aves marinas) pasan casi el 40 % de su tiempo en mares donde en aguas internacionales . En estas aguas de nadie se pueden producir más interacciones negativas con la pesca, porque hay menos control sobre el cumplimiento de las regulaciones y no existe un marco legal global de conservación de la biodiversidad. Una de las mayores amenazas para este grupo de especies, junto con la sobrepesca que esquilma recursos, es precisamente la pesca accidental. El problema es grave porque mueren decenas de miles de aves cada año sin ser objetivo de captura.
En general, las procelariformes sufren una mortalidad muy alta por esta causa. Se ha podido cuantificar que alrededor de un 13% de los adultos reproductores de virot gros se pierde cada año y de éstos, al menos la mitad muere por pesca accidental en palangres (líneas de anzuelos).