Las lluvias en el Ártico comienzan a ser alarmantes

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Un estudio en el que han participado investigadores de la NASA ha revelado el incremento en los días de lluvia en el océano Ártico y los mares que lo rodean. El causante: el incremento en las temperaturas en la zona, que está transformando el patrón de las precipitaciones.

La tendencia resulta doblemente preocupante. Por una parte, resulta representativa del incremento de las temperaturas en la zona: conforme estas aumentan, la probabilidad de que las precipitaciones se den en forma líquida en lugar de sólida. Es decir, las lluvias sustituyen a las nieves en este océano helado.

Por otra parte, está el riesgo de que este fenómeno genere una cadena de retroalimentación.

MERRA-2

El estudio se ha realizado a partir de los datos compilados por el proyecto MERRA-2 (Modern-Era Retrospective analysis for Research and Applications, Version 2). Datos que proceden a su vez de observaciones satelitales de la Tierra obtenidas por instrumentos como el AIRS (Atmospheric Infrared Sounder) del satélite de observación terrestre Aqua.

El estudio analiza 36 años de observaciones, entre 1980 y 2016. Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revista Journal of Climate.

Entre los resultados de este trabajo podemos observar la distribución geográfica de este aumento de las lluvias en el Ártico. Este mayor aumento viene denotado por las zonas más oscuras del mapa, situadas sobre el extremo norte del Atlántico y sobre el mar de Barents.

Retroalimentación

Parte del problema de estas lluvias, explican desde la NASA, es el llamado ciclo de retroalimentación del hielo-albedo. El albedo es la capacidad de una superficie para reflejar la radiación, en este caso la electromagnética procedente del Sol.

Como podemos intuir el albedo está correlacionado con el color, ya que el color blanco está asociado a los materiales que reflejan todas las frecuencias del espectro visible, en contraste con las de un color determinado que reflejan dicho color y absorben el resto de frecuencias, y las negras, que absorben todas las frecuencias en el espectro visible.

Las lluvias en el Ártico cubren de agua líquida el hielo, un agua más oscura que éste, haciendo que la superficie refleje menos radiación solar y absorba más de esta. “Si llueve durante los meses soleados, la superficie va a estar más oscura al estar la nieve húmeda comparada con la nieve fresca, seca y gruesa. Esta superficie húmeda va a empezar a absorber mayor cantidad de la radiación solar,” explicaba en una nota de prensa Linette Boisvert, coautora del estudio.

También en el vapor

Pero los ciclos de retroalimentación no se acaban en el efecto albedo. En este caso, el ciclo parte también de una atmósfera más cálida. El aire cálido es capaz de acumular más humedad, lo que quiere decir que hay más vapor de agua en la atmósfera.

El vapor de agua también refleja la energía, pero en este caso, al no estar en el suelo el arma es de doble filo, puesto que el vapor de agua rebota de nuevo a la Tierra evitando que la energía escape de esta. En otras palabras: el vapor de agua es un gas de efecto invernadero, a más vapor, más se calienta nuestro planeta.

Otro de los problemas asociados a estos ciclos es el hecho de que sus efectos no se quedan en el Ártico, explica Chelsea Parker, coautora de la investigación. Algunos de los cambios en los patrones climáticos que estamos viviendo en latitudes más bajas del hemisferio norte pueden relacionarse con cambios observados en océano más septentrional de nuestro planeta.

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