¿Qué se debe hacer para evitar pandemias “más frecuentes y mortales”?

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“El hombre ha zarandeado el bosque y éste se la ha devuelto con una lluvia de coronavirus”. Lo dice el escritor Andreas Malm en El murciélago y el capital (Errata Naturae). Y es la tesis, en forma de alerta oficial, que recoge un informe la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), el panel de expertos en biodiversidad de la ONU.

Las pandemias emergerán con más frecuencia en el futuro; también se expandirán más rápidamente; causarán más daño a la economía mundial, y matarán a más personas que la Covid-19. Todo esto sucederá a no ser que la humanidad aborde un cambio transformador para afrontar las enfermedades infecciosas y modifique sus relaciones con la naturaleza.

Los expertos coinciden en que “escapar de la era de las pandemias es posible”, pero requiere un cambio radical para situar el foco de atención en la prevención y no esperar a que lleguen las vacunas (“un camino lento e invierto”).

El documento pide que se frene la deforestación y el comercio de fauna salvaje, parar las invasiones de enclaves naturales que son foco de los coronavirus y crear una asociación intergubernamental sobre salud y comercio para reducir las enfermedades zoonóticas con participación del sistema de Naciones Unidas.

Los expertos coinciden en que “escapar de la era de las pandemias es posible”, pero requiere un cambio radical para situar el foco de atención prioritario en la prevención.

El documento reclama evaluar los impactos en la salud (el riesgo de pandemia) derivado de la colonización y transformación de los espacios naturales forestales con gran biodiversidad (donde se concentran los coronavirus) y reducir el consumo de carne procedente de la fauna salvaje

La Covid-19 es la sexta gran pandemia de salud mundial registrada desde la de la influenza de 1918, y aunque tiene su origen en los patógenos alojados por animales, “su aparición ha sido impulsada enteramente por las actividades humanas”, recalca el documento.

Se estima que en el planeta hay aproximadamente 1,7 millones de virus más “no descubiertos” alojados en mamíferos y aves, mientras que entre 540.000 y 850.000 virus podrían tener capacidad de infectar a las personas.

“Las mismas actividades humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad también generan el riesgo de pandemia a través de sus impactos en nuestro medio ambiente”, señala Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance y presidente del grupo de trabajo creado por el IPBES.

“Los cambios en la manera en que usamos la tierra, la expansión e intensificación de la agricultura, así como el comercio, la producción y el consumo insostenibles alteran la naturaleza y aumentan el contacto entre la vida silvestre, el ganado, los patógenos y las personas. Este es el camino hacia las pandemias”, resume Daszak.

La destrucción de los hábitats forestales (talas, expansión agrícola, nuevas granjas, asentamientos e infraestructuras) conlleva que patógenos que antes estaban confinados en lugares inaccesibles puedan entrar hoy en contacto con la especie humana. El resultado es que hombre sufre un contacto intenso y directo sobre especies que pueden tener patógenos

Cuando se destruye un ecosistema, se rompen las barreras que existen entre las distintas especies de animales que mantienen a los patógenos controlados, lo cual hace que aumente el riesgo de contagio a los seres humanos.

Causadas por zoonosis

A todo ello se une comercio (muchas veces ilegal) de especies relacionadas con zoonosis, mientras el hombre maltrata a los animales, que frecuentemente aparecen hacinados en los mercados húmedos de Asia.

El 70% de las enfermedades emergentes (por ejemplo, ébola, zika, encefalitis de Nipah) y casi todas las pandemias conocidas (influenza, VIH / SIDA, COVID-19…) son zoonosis, es decir, son infecciones o enfermedades transmitidas desde animales a personas, directa o indirectamente. Los patógenos se “propagan” debido al contacto entre la vida silvestre, el ganado y las personas.

Los reservorios más importantes de patógenos con potencial pandémico son los mamíferos (en particular murciélagos, roedores y primates) y algunas aves (en particular aves acuáticas), así como el ganado (por ejemplo, cerdos, camellos, aves de corral).

Riesgo creciente

La alteración ecológica y el consumo insostenible catapultan el riesgo de pandemia; Y ese riesgo “está aumentando rápidamente”, se indica.

Cinco nuevas enfermedades que afectan a las personas aparecen cada año y cualquiera de ellas tiene el potencial de propagarse y convertirse en pandemia. Las actividades humanas están detrás de todo ello. Culpar a la vida silvestre por la aparición de enfermedades es “erróneo”.

El informe sitúa como foco de pandemias “la explotación insostenible del medio ambiente debido al cambio de uso de la tierra, la expansión e intensificación agrícola, el comercio y el consumo de fauna salvaje”. Estos y otros impulsores modifican las interacciones naturales, incrementan los contactos entre la vida silvestre, el ganado, las personas y sus patógenos, y ha impulsado casi todas las pandemias.

“La pérdida de biodiversidad asociada a la transformación de paisajes puede conducir a un mayor riesgo de enfermedades emergentes en algunos casos”. Dicho de otra manera, especies que se adaptan bien a los paisajes dominados por los humanos también pueden albergar patógenos que presentan un alto riesgo de transmisión zoonótica.

Cambios en el uso de la tierra

Por su parte, el cambio de uso de la tierra, la expansión agrícola y la urbanización causan más del 30% de los episodios de enfermedades emergentes notificadas desde 1960.

Esa transformación de los suelos incluye la deforestación, los asentamientos humanos en hábitats principalmente de vida silvestre, el crecimiento de la producción agrícola y ganadera, y la urbanización.

El cambio de uso de la tierra crea efectos sinérgicos con el cambio climático (pérdida de bosques, efectos de isla de calor, quema de bosques para clarear los suelos) y pérdida de biodiversidad que, a su vez, ha provocado importantes enfermedades emergentes.

“La destrucción del hábitat y la invasión de humanos y el ganado en los hábitats biodiversos proporcionan nuevas vías para que los patógenos se propaguen y aumenten las tasas de transmisión”, se señala.

El comercio de carne de fauna salvaje

En paralelo, el comercio y consumo de fauna salvaje se ha convertido en un riesgo de importancia mundial, incrementado por las nuevas clases sociales deseosas de hacer ostentación de un consumo exótico, un aparador muy presente en los nuevos ricos en China o Estados Unidos.

El resultado es que la agricultura, el comercio y el consumo de fauna salvaje así como productos derivados de la vida silvestre (alimentos, medicinas, pieles y otros productos) han causado por un lado la pérdida de biodiversidad y, por otro, enfermedades emergentes, incluidos el SARS y la Covid-19

El comercio legal internacional de fauna salvaje ha aumentado más de cinco veces su valor los últimos 14 años y se cifró en 107.000 millones de dólares en 2019.

Y el comercio ilegal de fauna silvestre se estima entre 7.000 y 23.000 millones anuales.

Aproximadamente el 24% de todas las especies de vertebrados terrestres silvestres se comercializan a nivel mundial

Estados Unidos es uno de los mayores importadores legales de fauna salvaje.

Entre 10.000 y 20.000 de ejemplares salvajes, terrestres y marinos, importados cada año, principalmente para el comercio de mascotas.

El número de envíos aumentó de alrededor de 7.000 a 13.000 por mes entre 2000 y 2015.

Este comercio ha llevado a la introducción de nuevas zoonosis (por ejemplo, viruela del simio) y vectores o huéspedes de enfermedades (por ejemplo, reservorios de garrapatas de la enfermedad del corazón del ganado) en los EE. UU.

Mientras tanto, las granjas para criar fauna salvaje se han expandido sustancialmente antes de la Covid-19, particularmente en China, donde la cría de “animales no tradicionales” generó 77.000 millones de dólares y empleó a 14 millones de personas en 2016.

Un camino “lento e incierto”

Sin embargo, según el informe, el riesgo de pandemias puede aminorarse significativamente. ¿Cómo? Reduciendo las actividades humanas que impulsan la pérdida de biodiversidad. Esto exige, no obstante, un mayor nivel de conservación de las áreas protegidas y medidas que disminuyan la explotación insostenible de las regiones de más alta biodiversidad.

Se resalta en esta línea que las estrategias actuales buscan responder a las enfermedades una vez que se ha producido su aparición (mediante medidas de salud pública y el diseño rápido de nuevas vacunas y terapias).

Sin embargo, “este camino es lento e incierto”, pues mientras las vacunas están disponibles, los costes humanos aumentan y en vidas perdidas, enfermedades soportadas y colapso económico.

El documento estima que el costo mundial probable de Covid19 ha alcanzado hasta julio de este año entre 8 y 16 billones de dólares. Solo en Estados Unidos pueden llegar a los 16 billones de dólares para el cuarto trimestre de 2021.

Sin embargo, los expertos estiman el costo de reducir los riesgos mediante la prevención será 100 veces menor que el de dar respuestas reactivas a estas pandemias.

Un catálogo de propuestas y un cambio de modelo

El informe ofrece un amplio catálogo de propuestas de diverso tipo (sociales, económicas, políticas…) que ayudarían a reducir y a afrontar el riesgo de una pandemia.

Éste podría ser un decálogo de las propuestas planteadas.

1. El documento reclama un cambio transformador para reducir la expansión agrícola globalizada y el comercio que han dado lugar a las pandemias (colonización destinada al consumo de aceite de palma, obtener madera exótica o productos que requieren extracción minera, infraestructuras de transporte, carne u otros productos de la agroindustria)

2. Este cambio podría incluir la modificación de impuestos, como gravámenes sobre el consumo de carne, la producción ganadera u otras formas de consumo de alto riesgo pandémico.

3. Lanzamiento de un consejo intergubernamental para la prevención de las pandemias destinado a proporcionar a los responsables de la toma de decisiones la mejor información científica disponible sobre enfermedades emergentes. Participaría en él el sistema de Naciones Unidas y agencias asociadas (OMS, FAO, Convenio de Biodiversidad). Serviría para predecir áreas de alto riesgo; evaluar el impacto económico de las pandemias potenciales y apuntar las lagunas que subsiste en el conocimiento.

4. Establecimiento de metas u objetivos mutuamente acordados entre países en el marco de un acuerdo internacional.

5. Institucionalizar las políticas el enfoque One Healh ( Una única salud algo así como ‘la salud de las personas es la salud del planeta’, para preparar y mejorar los programas de prevención de la pandemia.

6. Incorporar en los grandes proyectos de desarrollo y uso de las tierras las evaluaciones de los posibles impactos que comportan para la salud y el riesgos de causar enfermedades emergentes y pandémicas. El costo económico de las pandemias debe tenerse en cuenta en el consumo, la producción y las políticas presupuestarias gubernamentales.

7. También se deben eliminar o reducir el comercio de especies de vida silvestre de alto riesgo, susceptibles de causar enfermedades. Reforzar la aplicación de las leyes existentes. Se necesita reducir los riesgos de enfermedades zoonóticas en el comercio mundial de fauna salvaje mediante una nueva fórmula de cooperación intergubernamental “salud y comercio”.

8. Poner en valor el conocimiento de los pueblos indígenas y las comunidades locales en los programas de prevención de pandemias.

9) Cerrar las lagunas de conocimiento sobre las conductas de riesgo (como las referidas al impacto del comercio de vida salvaje, tanto legal como no regulada o ilegal). Es necesario también mejorar la comprensión de cuáles es la relación entre la degradación y restauración de ecosistemas, o la estructura del paisaje y el riesgo de aparición de enfermedades.

10. También se propone promover una transición hacia dietas más saludables y sustentables, incluidos el consumo responsable de carne. Se necesitan “promover mecanismos perdurables para lograr una mayor seguridad alimentaria y reducir el consumo de fauna salvaje”.

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