Taladores amenazan singulares criaturas del bosque de PapĂșa Nueva Guinea

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En las aisladas Montañas de las Estrellas de PapĂșa Nueva Guinea, los autĂłctonos dicen que el canguro arborĂ­cola es el rey y que el ave del paraĂ­so es la reina. Pero su existencia estĂĄ en peligro debido a la tala de los bosques donde viven.

Estas extraordinarias especies, acechadas durante mucho tiempo por los cazadores, son amenazadas en la actualidad por la tala de los bosques donde viven, en una de las Ășltimas grandes ĂĄreas silvestres del mundo.

“Los viejos dicen que el canguro arborĂ­cola es el rey”, comenta Lloyd Leo, un joven de Golgubip, una comunidad montañosa donde la mayorĂ­a de los pobladores son agricultores de subsistencia. Sus ancestros llevaban una vida neolĂ­tica hasta hace apenas una dĂ©cada.

“Vive arriba en el bosque. Algunas frutas no las come, solo toma las frescas”, explicĂł.

El marsupial, que parece una mezcla de canguro y lémur, llegó a ser usado como moneda para pagar dotes matrimoniales. Su cola aun es usada como emblema.


La criatura es considerada una de las especies mĂĄs amenazadas del planeta, y figura en la lista roja de especies crĂ­ticamente amenazadas de la UniĂłn Internacional para la ConservaciĂłn de la Naturaleza (UICN).

Dos especies de aves del paraĂ­so tambiĂ©n viven en la zona y una ellas, llamada ‘karom’ en el idioma local faiwol, es considerada la reina de las aves.

La gente los caza a pequeña escala pese a ser ilegal. Sus plumas y el ave disecada son apreciadas por los habitantes.

Pero los ĂĄrboles alrededor de Golgubip tambiĂ©n son valiosos, como lo son otros a lo largo de PapĂșa Nueva Guinea, y la doble amenaza de deforestaciĂłn y cacerĂ­a podrĂ­a sentenciar la suerte de estas singulares criaturas.

“En las aldeas hay una expectativa general de desarrollo econĂłmico que, claramente, no estĂĄ ocurriendo”, dice Vojtech Novotny, un biĂłlogo que trabaja con el Centro de InvestigaciĂłn New Guinea Binatang.

“La gente se desespera y va atrĂĄs del desarrollo a cualquier costo”, indica.
La poblaciĂłn del paĂ­s se ha casi triplicado desde su independencia en 1975, alcanzando mĂĄs de 9 millones en la actualidad.

Con pocos bosques remanentes en el Sudeste AsiĂĄtico y mucha de la tierra cubierta con plantaciones de palma aceitera, algunas empresas madereras posaron su mirada en PapĂșa Nueva Guinea, explica Novotny, que trabaja en el paĂ­s desde hace 25 años.

En el pasado, las autoridades autorizaban la tala “selectiva”, que permite a los bosques recuperarse rĂĄpidamente, pero eso podrĂ­a estar cambiando, dijo.

“Ahora hay presiĂłn de grandes proyectos agrĂ­colas. El gran tema aquĂ­ es la palma aceitera. Una vez que hiciste el primer corte, vendrĂĄs por el segundo y el tercero. Muy pronto habrĂĄs destruido la estructura boscosa, eso es lo que ocurriĂł en Borneo”, dijo Novotny.

SegĂșn el sitio Global Forest Watch, los bosques de PapĂșa Nueva Guinea cubrĂ­an 93% de su superficie en 2010, pero ha decrecido 3,7% desde 2000.

En la cumbre climĂĄtica COP 26 de este año en Escocia, PapĂșa Nueva Guinea fue uno de los casi 100 paĂ­ses que se comprometieron a terminar con la deforestaciĂłn para 2030.

Pero la tala ilegal se ha vuelto tan problemĂĄtica que ONGs y polĂ­ticos locales le han exigido a las autoridades tomar acciones urgentes.

El ave del paraĂ­so raggiana aparece en la bandera del paĂ­s y aunque oficialmente solo una especie relacionada, el pĂĄjaro azul del paraĂ­so, es considerado como “vulnerable por la UICN, los biĂłlogos dicen que nadie conoce realmente su situaciĂłn.

Otro påjaro también causa preocupación, la lora pesquet, con plumas rojas y negras usadas en vestidos tradicionales para ceremonias indígenas.

“Estas plumas rojas brillantes son altamente apreciadas en tocados”, dijo Brett Smith, curador del Parque Natural Port Moresby. A su juicio, parece haber mĂĄs plumas de lora pesquet en las vestimentas tribales que en aves vivientes.

BiĂłlogos han dicho que quieren involucrar mĂĄs a la poblaciĂłn de PapĂșa Nueva Guinea en la conservaciĂłn.

Pero ha resultado difĂ­cil ante la pobreza, la falta de educaciĂłn y baja conciencia sobre el impacto humano sobre el medio ambiente.
Sin embargo, hay algunos casos de Ă©xito.

Cuando la gente comenzĂł a invadir el hĂĄbitat de la tortura boba papuana, la singular criatura se convirtiĂł en parte de la dieta local, segĂșn Yolarnie Amepou, directora de la Piku Biodiversity Network.

Pero al involucrar a los niños locales en la preservación de especies clave, crearon una generación, ahora adulta, dedicada a proteger a la tortuga boba papuana, y la caza ha decaído.

“Este ambiente es de lo que dependen a diario. Si queremos salvar la tortuga, tenemos que arreglar a las personas”, comentĂł.

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