Educar sobre la importancia de la conservación ambiental tiene un plus cuando se lo vincula con procesos concretos de restauración en los territorios. De eso se trata la Educación Basada en la Restauración (EBR), una nueva área de acción académica impulsada por investigadores de la Universidad Nacional del Comahue.
Un reciente estudio, realizado por Daniel Pérez (Facultad de Ciencias del Ambiente y la Salud) y Julieta Farina (Facultad de Ciencias de la Educación), destaca el impacto de trabajar bajo este enfoque interdisciplinario: juntando la educación ambiental con la restauración ecológica.

Educación Basada en la Restauración
La investigación, publicada en Journal of Neotropical Biology, estudió las cooperativas que producen plantas nativas con la finalidad de recuperar tierras degradadas en Neuquén. Estudiar este caso permite tratar conceptos como el socio-constructivismo, biodiversidad, degradación, restauración ecocéntrica y desertificación.
La Educación Basada en la Restauración se diferencia de otras metodologías de la educación ambiental al vincular la teoría con experiencias concretas de restauración ecológica. De este modo, propician una compresión más profunda y orientada a los desafíos ambientales contemporáneos.
Esta nueva mirada rescata lo transdisciplinar como una herramienta para enfrentar los desafíos de un mundo en permanente transformación. En ese sentido, esta propuesta metodológica no sólo engrosa la teoría académica, sino que también genera soluciones sostenibles ante la crisis ambiental.
Según los investigadores, la EBR se funda en la búsqueda de una relación distinta con la naturaleza. Cuestionan las formas de la educación tradicional, hermética y poco permeable a generar vínculos más sensibles con el exterior.
“La educación no nos estaba enseñando adecuadamente sobre el mundo natural y la forma de relacionarlos con él”, refirió el biólogo Daniel Pérez, en una presentación del proyecto.

Proyecto pedagógico profundo
En la construcción del vínculo entre educación y restauración ecológica incorporan conceptos que tienen una mirada latinoamericana como: saber ambiental, racionalidad ambiental, sustentabilidad, ideas del buen vivir de los pueblos originarios y la Pachamama como significante cultural.
Esta iniciativa se enmarca en el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas, que va de 2021 a 2030. Una de las metas de este programa es la incorporación de la restauración ecológica en la currícula de las escuelas.
Pérez explicó que, en sus orígenes, el movimiento de restauración iba más allá del deseo de recomponer un área o bosque dañado. “La restauración ecológica no podría solamente incrementar la calidad de los ecosistemas degradados, sino que también podría constituir una privilegiada forma de educar a las personas, para tener una actitud ética hacia la tierra”.
Los investigadores explican que la educación ambiental debe ir más allá de un entrenamiento práctico o la adquisición de una destreza aislada. Debe buscar una conexión más profunda y sostenida. “La educación ambiental está destinada a relacionarnos con el ambiente, busca ampliar nuestra comprensión sobre la crisis ambiental, cambiar nuestra relación sociedad – naturaleza, cambiar nuestros valores. Es algo más que un momento aislado de compromiso con una plantación o siembra”, describió Pérez en la presentación de la propuesta.