Un trabajo universitario sobre cómo contrarrestar la contaminación del plástico, realizado en el marco de la carrera de arquitectura, fue el disparador para que un grupo de estudiantes iniciara, hace cuatro años, un proyecto innovador y sustentable en Río Cuarto.
Plasticar es un emprendimiento que, con plástico recuperado, fabrica listones que sirven para la construcción de muebles, decks, pérgolas y todo tipo de elementos arquitectónicos y decorativos.
Es otro ejemplo de los proyectos de economía circular en Córdoba.
Plasticar fue creada por cuatro estudiantes del sur cordobés que cursaron en de la Universidad de Mendoza en Río Cuarto. Se trata de Juan Octavio Ferreyra, Juan Pablo Tavecchio (ambos riocuartenses), Pedro Aldecoa (oriundo de La Carlota) y Facundo Albert (de Holmberg).
Los jóvenes convirtieron el problema del plástico, que no se degrada en el tiempo, en una solución para las necesidades de materiales durables, resistentes y hasta hidrófugos que demanda la arquitectura.
Cuentan que estaban investigando lo que se estaba haciendo en el mundo con respecto a la problemática del plástico y encontraron en Internet a un diseñador industrial holandés que publica los planos de sus máquinas, en escala doméstica, con libre acceso al mundo.
“Vimos eso y dijimos es por acá. Empezamos a armar el proyecto para la tesis y lo presentamos en distintas convocatorias para emprendedores. Tuvimos la suerte de ser beneficiarios de varios programas del gobierno de la Provincia, el Emprendium y el Emprende Industria, con un crédito no reembolsable pudimos poner en marcha el taller”, comienza a contar Tavecchio.
En 2018, los estudiantes alquilaron una casa con un garaje que se convirtió en su primer fábrica. Allí también vivían los socios que no eran oriundos de la ciudad.
“Veíamos que la gente se copaba con la idea, nos acercaba plástico, nos fue bien en la convocatoria, empezamos a armar las máquinas con lo que podíamos encontrar y empezamos a probar”, confían.
PRIMEROS EXPERIMENTOS
Los impulsores de Plasticar remarcan que sus muebles y diseños no requieren mantenimiento. No se pudren, no absorben humedad, ni atraen plagas.
Cada camastro que producen evita que unas 12 mil tapitas terminen en la basura.
“Es un material muy precioso, la gente lo busca porque es sustentable y es creado con residuos, con basura. Y es de libre mantenimiento. Es un material muy noble. Y el impacto ambiental que tiene es enorme. Si lo comparamos con los muebles de madera, con esto se evita la tala indiscriminada de árboles”, dice Tavecchio.
Cuenta que antes de contar con todos los elementos, probaron hacer un block de plástico compactado en un horno pizzero. “Ahí obtuvimos los primeros prototipos, unos ladrillos. Cuando logramos el primer desembolso de los créditos, con una tecnología más adelantada, logramos hacer listones de 2.80 metros, de diferentes secciones que es lo que seguimos produciendo”, reseña.
Una vez que lograron obtener lo que querían y completaron pruebas sobre el comportamiento y las uniones del material, los estudiantes dieron rienda suelta a su talento y vocación por la arquitectura, y comenzaron a fabricar mobiliiario para exterior.
Había pasado un año desde el surgimiento de la idea. Recuerdan que con esos primeros muebles vendidos pudieron sostener el alquiler del lugar para el taller. Allí pensaron en dar un pequeño salto.
“Eramos estudiantes haciendo una tesis pero Plasticar iba creciendo. Finalmente nos mudamos a este taller donde estamos hoy en día, lo empezamos a pensar de manera más empresarial y la gente nos empezó a contactar para hacer intervenciones de arquitecturas: pérgolas, decks, revestimientos. Fue como una bola de nieve que tomó vida propia.”, agrega Pablo.
Los estudiantes de inmediato publicaron su proyecto en redes sociales y admiten que esa fue la clave para conseguir ventas y para que la gente también se acerque a donar plástico.
En principio, trabajaron junto a la planta de reciclaje del municipio, pero luego resultó tan alta su necesidad de material, para producir en serie, que comenzaron a comprar el plástico triturado, por tonelada.
POSIBILIDADES DE CRECIMIENTO
“El crecimiento fue exponencial. Arrancamos con 200 o 300 kilos de plástico y en el 2021 procesamos cuatro toneladas en todo el año Si lograrámos más financiamiento podríamos dar el salto que siempre soñamos”, cuenta Tavecchio.
En Plasticar trabajan los dos socios y dos colaboradores del Plan Empleo Joven. En caso de lograr apoyo crediticio para comprar otras extrusoras (máquinas donde se vierte el plástico triturado para compactarla y moldearlo) prevén recibir más plástico y triturarlo ellos mismos, podrían tomar otros operarios.
“Nos haría falta un impulso más para pasar a otra escala, hasta el momento trabajamos a pedido, sobre todo para arquitectura: parasoles, revestimientos, pérgolas, bastante exclusivas. También seguimos con la línea de mobiliario”, dice Pablo.
Y agrega: “Es muy difícil mantener estos emprendimientos en el tiempo, algunos meses no hicimos ventas y tuvimos que sacar dinero de nuestro bolsillo para mantener la estructura, el alquiler, los gastos fijos. Por ahí uno se bajonea un poco pero si en tan poco tiempo pudimos hacer tantas cosas, con un producto sustentable y tuvimos tan buena acogida de la gente, tenemos que seguir adelante, seguir apostando a esto”.
Actualmente, Plasticar fabrica unos 300 listones por mes. Cada listón pesa 2,4 kilos. Es casi lo máximo que pueden producir con las máquinas que tienen, fabricadas por ellos. Si bien hay iniciativas similares en el mercado, el diseño es hoy un diferencial para su producto. Los jóvenes arquitectos trabajan de puertas abiertas porque su objetivo también es difundir la idea del reciclaje, del aprovechamiento de la basura, darle un fin educativo a su proyecto.