El río, que nace en el lago Vintter y tiene rápidos de niveles 2, 3 y 4, conserva su milenario nombre mapuche, Carrenleufú, pero también se lo llama Corcovado, en Chubut, y Palena, en Chile, donde descarga sus aguas en el Pacífico.
Corcovado, el único pueblo a la vera del río, está virtualmente ‘perdido’ entre cerros de cumbres nevadas con bosques de cipreses, ñires y maitenes que le dan el típico aspecto de villa de montaña y lo convirtieron en un atractivo casi exclusivo para turistas de cada vez más distantes orígenes.
Entre las escarpadas costas de rocas angulosas hay una playa de guijarros llamada Balneario del Puente de Hierro, de donde parten las balsas inflables y kayaks, que se dejan llevar aunque no sin luchar contra la fuerza del agua a lo largo de unos 15 kilómetros, cuyo recorrido demanda cerca de dos horas.
Las embarcaciones de colores vivos se destacan sobre las aguas transparentes que reflejan el celeste del cielo, viran al azul oscuro en las zonas profundas, en las partes playas dejan ver el fondo pedregoso y se ornamentan de penachos blanco níveo en la espuma en los rápidos.
El deshielo de primavera se intensifica en el verano y el lago Vintter desborda en el Corcovado, lo mismo que numerosos afluentes de los cordones de Poncho Moro y de La Toba, como los ríos Hielo, Frío y Greda, además de numerosos arroyos de montaña, que aumentan su caudal y, consecuentemente, su fuerza.
La actividad es vertiginosa pero segura, ya que en cada balsa va un guía especializado en seguridad en el río, primeros auxilios, rescate en aguas de montaña y RCP (Respiración cardiopulmonar), y la acompaña un kayak de seguridad, en tanto los pasajeros llevan obligatoriamente trajes de neoprene, cascos y chalecos salvavidas.
El uso del río para rafting comenzó hace diez años, por parte de gente de la zona, pero ‘desde hace cuatro la ofrecemos al turismo con todas las regulaciones que establece Prefectura y entidades internacionales de esta actividad’, contó a Télam Omar Ceballos, pionero en estas excursiones en Corcovado.
Hasta la temporada pasada, estas normas regían sólo para los prestadores turísticos, pero no para los particulares que poseyeran una embarcación, quienes podían practicar rafting por su cuenta.
‘Pero la semana pasada salió una ordenanza por la cual todo el que practique rafting, aunque sea particular, tiene que tener la balsa o el bote matriculado por Prefectura y debe contar con un guía autorizado’, aclaró Ceballos.
‘Desde que nos organizamos para ofrecer estas excursiones, que combinamos con la pesca con mosca también en el Corcovado, el turismo fue creciendo, especialmente con gente de Buenos Aires y muchos extranjeros’, agregó.
Tras la partida, pronto la balsa comienza a sacudirse y ladearse, lo que genera algarabía entre los pasajeros, que reman hacia atrás o adelante, según los órdenes del guía timonel, entre paredes de piedra con altos árboles, sauces que se inclinan hacia el agua y matorrales floridos de retamas amarillas y lupinos violetas.
El primer rápido es el de La Corredera, donde algunos guardan un tenso silencio ante su bramido y otros gritan de placer o susto cuando el agua inunda la balsa para luego escurrirse por el piso.
Después del rápido del Puente Caído llega el más difícil, el Superman, llamado así porque ‘siempre alguien vuela del bote -como el superhéroe-, pero no hay peligro’, comentó Ceballos.
Efectivamente, desde la balsa en que iba Télam se vio una persona del otro bote que cayó al río y aunque no se ajustó a la actitud recomendada previamente por los guías -especialmente no perder la calma- fue fácilmente rescatada y pronto remando sonriente río abajo.
El río tiene unos tramos profundos y por lo tanto sin saltos ni sobresaltos, en los que se pueden aves posadas sobre las piedras y ramas, como patos biguá y martín pescador, además de algunas truchas que nadan cerca de la superficie.
En algunos puntos, el cauce se estrecha y queda encajonado en una alta quebrada con paredes perpendiculares al agua, que son los pozones de La Estaca, Bajo Medina y La Suerte, éste en referencia a que allí se pescan grandes salmones del Pacífico.
Éste es uno de los pocos ríos que nace en Argentina y desemboca en el mar chileno (en este caso tras recorrer 240 kilómetros), por estar en una región donde la frontera no fue definida por el sistema de la divisoria de aguas, sino por un plebiscito en 1902.
El cuarto rápido es La Costeleta, donde la balsa se pone de costado como si fuera a volcar, y luego llega El Rulo, de bajo riesgo, donde se ofrece a los turistas tirarse al agua y cruzarlo flotando para ser levantado más adelante, algo que muchos aceptan con entusiasmo luego de haber superado los más difíciles.
El paseo termina en la playa de Puente de Cemento, desde donde los visitantes son retornados al pueblo y se los espera con el almuerzo, en caso de contratar el servicio completo.
Alejandro San Martín
Télam