El Soberbio, el pueblo misionero que es el portal de entrada a la selva

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Tierra colorada, aroma húmedo que impregna los sentidos, distintos tonos de verde en una vegetación exuberante que se matiza con el colorido de las flores, exuberantes también. Todo esto podría servir para describir a Misiones, pero no es suficiente.

Su selva es tan increíble que el año pasado fue consagrada como una de las “7 Maravillas Naturales de Argentina” en un concurso que realizó la fundación New Seven Wonders y en la que participaron más de un millón de personas votando a través de la web y de mensajes de texto entre los 28 finalistas de 18 provincias. Este verano me animé a sumergirme en esta selva para descubrir sus secretos.

La localidad de El Soberbio fue el punto central del itinerario, ya que es el área urbana más grande del extremo este de la provincia. Hasta allí llegan los colectivos provenientes de las ciudades más populosas como Posadas y Oberá, por mencionar algunas.

El río Uruguay, pegado al poblado, separa y une (al mismo tiempo) a nuestro país de Brasil. Esta confluencia se pone de manifiesto, por ejemplo, en el dialecto que hablan los habitantes de El Soberbio: una mezcla de portugués y castellano, que hace dificultoso descifrar su gramática, pero que se entiende perfectamente.

La selva desde el agua

Fuera de la zona urbanizada, las plantaciones de yerba mate y té, y los secaderos de tabaco son una constante al costado de la ruta. También las casas de madera con techos a dos aguas. Y, a medida que se transita hacia al este, la selva comienza a florecer y da lugar a la Reserva de Biósfera Yabotí. Esta zona fue creada mediante la Ley Provincial Nº 3041 en el año 1993 con el objetivo de preservar la selva paranaense y las especies que la habitan. Son 253.773 hectáreas dispuestas entre los municipios de San Pedro y El Soberbio que abarcan parques y reservas naturales y propiedades privadas.

Para poder apreciar de cerca la magnitud de este ecosistema, me sumé a una de las excursiones que proponen Verónica y Mauricio de Piray Jungle. Expertos en turismo activo y grandes conocedores de la zona, me llevaron a recorrer un afluente del arroyo El Soberbio – muy cercano a la ciudad–, pero de una manera poco común. Nos dirigimos hacia el balneario El Plata Viejo que cuenta con asadores, baños, mesas y bancos para pasar el día, y desde allí bajamos al agua con tablas para hacer stand up paddle. Se trata de navegar parados arriba de una tabla, con un remo que se intercala de cada lado para avanzar. Un desafío que implicaba equilibrio y concentración y que no estaba segura de poder lograrlo.

A la altura del balneario, el arroyo se divide en dos y uno de ellos se encontraba crecido por las lluvias del día anterior, así que optamos por dirigirnos al lado más tranquilo. Luego de una clase para aprender la técnica, comencé a navegar sentada para familiarizarme con el manejo de los remos y conocer el lugar. Árboles enormes hacían una especie de arco sobre mi cabeza, mientras mariposas azules sobrevolaban inquietas y, cada tanto, un “Martín pescador” se cruzaba buscando presas.

Contemplando en silencio, se puede conectar solamente con los sonidos de la selva, esos que resultan tan desconocidos para los que somos citadinos. Verónica, que también realiza excursiones de avistaje de aves, me iba contando a quién correspondía cada canto. Luego de andar un rato, comencé a practicar para ponerme de pie, hasta que lo logré. Entre la satisfacción de haber dominado una nueva técnica y la belleza del entorno, el paseo se hizo muy agradable. Además de la calidez de mis anfitriones que completaron una jornada maravillosa.

Saltos para todos los gustos

Otro de los paseos que se puede hacer muy cerca de El Soberbio es recorrer los saltos que se ubican en el arroyo Paraíso. Siguiendo por la Ruta N° 2 en dirección al este, hay un pequeño paraje llamado Puerto Paraíso donde se concentran varios hospedajes que tienen el encanto de estar inmersos en la selva.

El arroyo Paraíso tiene las dimensiones de un río cordobés y, en su cauce está el Salto Yerbas donde se forma una pequeña pileta rodeada de vegetación. También se encuentra el Salto Paraíso al que se ingresa por un camino vecinal. Como está dentro de una propiedad privada, hay que abonar una entrada de 100 pesos a un vecino que es el encargado de gestionarlo. De una costa a la otra, se forma una caída de agua a través de grandes piedras que produce un sonido potente que se escucha desde la calle.

Estos dos saltos son apenas el preludio de lo que se puede visitar unos kilómetros más adelante: el imponente Parque provincial Saltos del Moconá.

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