Barcelona tiene 1,4 millones de árboles, según un recuento aproximado hecho público por el Ayuntamiento. La cifra incluye por primera vez todos los árboles y palmeras de calles, plazas, jardines públicos y privados.
También incluye a los de Montjuïc, las zonas boscosas de los Tres Turons y del parque natural de Collserola, el gran pulmón verde de la capital catalana.
Esta es una de las riquezas a veces más desconocidas de las ciudades. Los árboles urbanos no sólo embellecen el asfalto, sino que ayudan a hacer de nuestros barrios lugares menos sucios y con más calidad ambiental. Actúan como pantalla acústica y atenúan el tráfago diario, ya que disminuyen la reverberación que produce el sonido del tráfico en las fachadas.
Pero, sobre todo, retienen el polvo y purifican el aire. Son el mayor filtro contra la contaminación. Estas son sólo algunas de las causas que justifican uno de los proyectos de más largo alcance del gobierno municipal de Barcelona, que quiere planificar la gestión de este patrimonio natural durante los próximos 20 años.
La duración del proyecto no parece tan insólita si se tiene en cuenta que la vida media de los árboles urbanos es de medio siglo, como afirmó ayer el comisionado de Ecología, Frederic Ximeno, durante la presentación del plan.