La proporción de nitrógeno y fósforo en las cuencas fluviales donde la actividad humana es más intensa y hay más población se está alterando de forma que el fósforo ha pasado de ser un nutriente a ser un contaminante global, según un estudio con colaboración del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF-UAB).
El estudio, en el que han trabajado los investigadores del CREAF Josep Peñuelas (CSIC) y Jordi Sardans y que publica “Ecology Letters”, ha concluido que los ecosistemas acuáticos cercanos a zonas densamente pobladas de todo el mundo presentan valores muy altos de fósforo y descompensados entre nitrógeno y fósforo.
Calidad del agua
Esta descompensación, según los investigadores, altera el funcionamiento de los ecosistemas, dificulta la conservación y reduce la calidad del agua.
Según ha explicado Peñuelas, la vida depende, entre otras cosas, de la proporción de nitrógeno (N) y fósforo (P) en el medio.
“Normalmente hay mucho más nitrógeno que fósforo, y las especies han evolucionado para vivir en estas condiciones. Pero, si esta proporción se altera, los organismos reducen su crecimiento y mantenimiento de las funciones vitales”, según el ecólogo.
“Si un río o un lago se encuentran en buen estado, lo más habitual es que encontremos bastante más nitrógeno que fósforo, de modo que, si las algas y las plantas acuáticas no crecen más, es sobre todo por falta de fósforo”, ha indicado Peñuelas.
Poco soluble en el agua
Pero, con el vertido continuo de detergentes, pesticidas, fertilizantes y aguas residuales urbanas e industriales en muchas cuencas fluviales del mundo se añaden “cantidades desorbitadas” de fósforo, que se está acumulando mucho más rápidamente que el nitrógeno y que otros elementos, como el potasio.
Así, según el estudio, el fósforo ha pasado de ser un nutriente deseable a ser un contaminante en las regiones urbanas más densamente pobladas y en las áreas con agricultura intensiva.
“La mayor parte de suelos y rocas contienen bajas cantidades de fósforo, un elemento que, además, es muy poco soluble en agua. Por ello, las especies de aguas continentales se han adaptado para acumular fósforo y reciclarlo eficientemente”, ha detallado Sardans.
El problema es que ahora, con la contaminación de los ríos y lagos, estas especies están encontrando enormes cantidades de fósforo a su alcance y acumulan mucho más de lo que necesitarían.
Según el análisis de los datos disponibles de los últimos 40 años, esta situación se agrava cuanta más actividad humana y más densidad de población hay cerca de las cuencas fluviales.