Descubren un antiguo secreto de las ballenas francas de Chile y Perú

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Fue un 9 de febrero de 2017 cuando “el ojo infalible de José, capitán de nuestra nave por más de una década, vio de reojo un leve movimiento de algo que no pudimos determinar en principio de qué se trataba”, cuenta Elsa Cabrera, directora ejecutiva del Centro de Conservación Cetácea (CCC) de Chile. El relato de la científica plasmado en un texto publicado en la página web del Centro describe que “unos minutos más tarde el inconfundible soplo en forma de “V”, característico de las ballenas franca, apareció frente a nuestra embarcación y ambos celebramos de emoción”. Estaban siendo testigos de un raro avistamiento, considerando que estudios científicos del CCC calculan que solo quedan unos 50 individuos adultos de esta población chileno peruana de ballena franca y que solo siete serían hembras reproductivas.

Casi un mes más tarde, durante una tormenta, las aguas de la playa Mar Brava, en la región de Los Lagos, al sur de Chile, varó uno de estos enormes animales. Cuando las científicas del CCC extrajeron una muestra de la ballena franca austral (Eubalaena australis) varada —la única muestra que existe hasta hoy de la población perteneciente a Chile y Perú— cayeron en la cuenta que era el mismo ejemplar que días antes había inspirado el relato de Elsa Cabrera.

La alegría se transformó rápidamente en angustia cuando vieron que la ballena, además, estaba gravemente herida después de haber pasado, probablemente, meses enredada en una red de pesca.

La agonía del animal acabó cuando varó en playa Brava. Ese día, las científicas decidieron obtener de su cuerpo la mayor cantidad de datos posible para intentar entender más a esta especie considerada en Peligro Crítico por la Unión internacional para Conservación de la Naturaleza (UICN).  Tomaron fotos y una muestra de piel que, dos años después, entregaría una valiosa información.

La madre de todas las ballenas

Cada especie de ballena está conformada por distintas poblaciones de animales que se distribuyen en diferentes lugares del océano. Pero, además, las poblaciones tienen diferencias en sus cantos y también en su genes. La ciencia tenía grandes sospechas de que la población de ballena franca que surca los mares de Perú y Chile era única en el mundo, pero no existía, hasta ahora, la prueba genética que lo confirmara.

Esto cambió en abril pasado cuando un grupo de treinta científicos de unos ocho países publicó en la revista Journal of Heredity el hallazgo que permite asegurar que la ballena franca que nada en las aguas de Chile y Perú no existe en ningún otro lugar del Planeta y que los 50 individuos que se estima quedan de esta población son efectivamente los últimos.

Los científicos pudieron concluir esto al analizar la muestra de la ballena franca varada en playa Brava aquel día de tormenta. Pero los análisis genéticos arrojaron también otro dato inesperado: las ballenas de Chile y Perú están mucho más emparentadas con las francas de Australia y Nueva Zelanda, es decir, con las del océano Indopacífico, que con las de Argentina y Brasil pertenecientes al océano Atlántico Suroeste.

Este dato llamó la atención de los científicos que pensaban que, por un asunto de cercanía geográfica, las francas de Chile y Perú estarían más próximas a las de Argentina. Pero lo cierto es que “el elemento que es distintivo de la población de Australia y Nueva Zelanda y que la hace diferente a cualquier otra del mundo, fue encontrado en estas ballenas [en las de Chile y Perú]», asegura Bárbara Galletti, coautora de la investigación y presidenta del CCC.

No solo eso sorprendió a los investigadores. Las ballenas chileno-peruanas podrían ser la población madre que dio origen a las francas del Indopacífico y del Atlántico Suroeste. “Por diferenciación geográfica las poblaciones van cambiando genéticamente, acústicamente y van conformándose en especies y subespecies distintas”, explica Galletti. Así, “en su evolución, las ballenas van formando grupos diferentes y esta población de Chile y de Perú podría ser la primera que dio origen a las otras”, señala la experta.

Los científicos pueden hoy pensar en esa posibilidad ya que lo que se descubrió es que la muestra de la ballena varada en playa Brava es la única que tiene los códigos genéticos tanto de la población del suroeste Atlántico como de la población del Indopacífico.

Un santuario para las francas de Argentina y Brasil

La publicación científica también dio a conocer un importante descubrimiento para otra población de ballena franca: aquella que va cada año durante el verano austral a alimentarse a las islas Georgia del Sur, un archipiélago ubicado en el Atlántico sur, cercano a la argentina Tierra del Fuego.

Al contrario del análisis que se hizo de la población de Chile y Perú, el estudio de estas ballenas contó con varias muestras. Luciano Valenzuela, Investigador del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), asegura que se usaron 12 muestras que se obtuvieron durante una de las primeras expediciones que se hicieron a Georgias del sur, en 1997. Además de esas 12 muestras, se utilizaron otras tres obtenidas en 2018 durante otra expedición.

Según explica Valenzuela, desde hace años se sabe que las islas Georgias del Sur son un importante sitio de alimentación. Sin embargo, hasta ahora no se sabía a qué población de ballena franca corresponden los animales que llegan hasta este archipiélago a comer todos los años. Lo que el estudio demuestra es que, con seguridad, esas ballenas franca no son las del Indopacífico, es decir, no son los animales de Australia y Nueva Zelanda, dice Valenzuela, pero que sí son las ballenas del Atlántico suroeste y que también podrían llegar hasta allí algunas de Sudáfrica. Es decir, que las francas que paren a sus ballenatos en las aguas calmas del sur de Brasil y de la Península Valdés en Argentina van a alimentarse al archipiélago.

Valenzuela asegura que esta información es fundamental, ya que permite proponer estrategias y políticas de conservación como, por ejemplo, la creación de una área marina protegida. “Designar un área protegida en ese lugar sería fundamental para nuestras poblaciones”, dice Valenzuela, ya que “si uno quiere conservar y proteger un animal migratorio hay que protegerlo en todas sus áreas de migración”.

Actualmente, el científico asegura que existen pequeñas áreas protegidas en el archipiélago dedicadas a la conservación de pingüinos y focas. Sin embargo, debido a que las ballenas utilizan áreas más grandes que estos otros animales, sería necesario delimitar una zona más amplia para proteger el comedero de la población de ballenas francas de Brasil y Argentina.

Estas ballenas francas, a pesar de que también están en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, tienen números más altos que la población de Chile y Perú. Según el Instituto de Conservación de Ballenas, aquellas que utilizan Península Valdés en Argentina como zona de crianza alcanzan los 5000 individuos.

Lo cierto es que esta especie no ha logrado recuperarse de los años de cacería que prácticamente la llevaron a la extinción. Si antes de su indiscriminada caza se estima había entre 55 000 y 77 000 individuos en el hemisferio sur, hoy se calcula que solo quedan unos 12 000. Las reducidas poblaciones, sumado a la particular lentitud con la que la ballena franca se reproduce  —una cría cada tres años mientras que otras especies de ballenas pueden parir un ballenato cada uno o dos años—, hacen que este animal esté entre las prioridades de conservación marina. En ese contexto, el descubrimiento realizado por este multinacional equipo de científicos es un avance importante que puede sentar las bases para construir políticas que permitan la continuidad de la ballena franca en los océanos del sur.

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