Denominado Magnus Venturi, el dispositivo aprovecha más eficientemente los vientos unidireccionales y al ras del piso propios de la Patagonia y, en menor medida, de la llanura pampeana. Según su creador, el investigador Jorge Díaz, la innovación se encuentra en un 95% lista.
El investigador pampeano Jorge Díaz está cerca de completar el diseño y desarrollo de un sistema de generación eólica especialmente ideado para aprovechar al máximo los vientos de la Patagonia argentina. “Estoy a punto de culminarlo. El principal obstáculo estriba en no poder desarrollarlo en Santa Cruz, el lugar más apto para su funcionamiento. La parte económica también es un problema, si bien a través de la fundación Luciérnaga, de la ciudad de Neuquén, pude encarar el reto de la automatización”, indica el especialista en diálogo con este medio.
Según sus palabras, en la localidad de 25 de Mayo, donde reside, el viento no es un recurso constante. “El automatizador estuvo desde el 26 diciembre hasta el 10 enero pasado y sólo registramos un día de viento (y de costado). La fundación optó por llevarlo al lago Marimenuco y Barreales, donde hay un istmo en el que están efectuando un loteo, pero hace más de 100 días que estamos parados”, reconoce.
Sucede que en primera instancia hubo que hacer un camino, y ahora hay problemas para concretar la base de hormigón y el sistema de apoyo. “En definitiva, con un grupo humano excelente y dedicación full time, estamos viendo cómo podemos acelerar y terminar algo que ya está listo en un 95%”, asegura.
En su opinión, quizás también aparezcan obstáculos en Neuquén, la capital hidrocarburífera de la Argentina. “Acaso alguna instalación masiva de generadores eólicos esté en marcha y podamos generar algún inconveniente. Pero a mí sólo me interesa presentar un sistema súper eficiente de energía eólica especialmente pensado para nuestro país”, señala.
El sistema es multioperacional: también puede usarse para el bombeo, como molino de extracción de agua. “El próximo 4 de julio, en Winifreda (La Pampa), disertaré sobre su concreta viabilidad para la producción masiva de hidrógeno”, añade.
¿Cómo nació la idea de aprovechar los vientos argentinos?, preguntamos a Díaz.
Mi padre se recibió de maestro a los 16 años, en 1952, y fue a trabajar a Montes de Oca, en La Pampa, un lugar donde sólo había una pequeña colonia de hacheros chilenos junto con sus esposas, todos analfabetos. Él siempre decía que allí había mucho viento, pero que nunca nadie lograba aprovechar dicho recurso con mecánicas apropiadas y de fácil adquisición. Desde chico, siempre recordé esas palabras.
En 1980, mientras realizaba el servicio militar, bajé de un avión Hércules y a los 100 metros una ráfaga de viento me agarró mal parado y me echó al suelo. Desde entonces me prometí sacarle provecho algún día.
Dos anécdotas más: en 1995, llegué junto con mi familia a la Fiesta de la Cereza en los Antiguos, Santa Cruz. Estacioné la F-100 de cola al viento, viendo que los álamos tenían la punta muy inclinada, aunque sin darle mucha importancia. Al abrir mi puerta, la corriente estuvo a punto de arrancarla.
Y en 2003, en El Chaltén, yendo hacia Laguna de los Tres, nuevamente caí al piso por culpa del viento. En ese momento mi cabeza hizo “clic” y me di cuenta de que algo tenía que hacer.
¿Cuándo fue que finalmente puso manos a la obra?
Estuve viviendo tres años en El Calafate, compartiendo el tiempo con ese inseparable amigo patagónico, el viento. Trabajaba en la fabricación de cabañas de materiales y madera, y los fines de semana solía irme a lugares apropiados para armar pequeños venturis con chapa, madera, plásticos, toberas rectas y convergentes. Probaba con humo, y –tras haber leído sobre aerodinamia y sustentación– pensé que en la Patagonia podía usarse un sistema distinto.
Anexarle al arrastre, empuje y torsión dos aportes sustantivos: el efecto palanca de segundo grado y el caudal de aire. El efecto palanca es muy conocido. Arquímedes tenía una frase famosa: “Dame una palanca lo suficientemente larga y un punto de apoyo, y moveré el mundo”. En tanto, el mayor caudal lo podía obtener con velocidad y captura de aire, acelerándolo en un conducto con formato venturi. En síntesis, me centré en la idea de combinar aceleración, palanca y caudal.
¿Qué ventajas ofrece el dispositivo?
En la Patagonia tenemos el viento al ras del piso, mientras que un generador que funciona por sustentabilidad a los 20 metros de altura registra buena disposición laminar. Es tan inmensa la desproporción que ofrece un equipo al ras del piso en comparación con otro a 100 metros de altura, que aunque debiera trabajar más en desarrollos y diseños, convenía obrar en ese sentido.
Un eje horizontal con dos apoyos ya mostraba grandes diferencias, a lo que se sumó el impacto del flujo de aire en el arco de giro inferior; es decir, sólo en la parte cóncava, protegiendo la convexa. No había resonancia, la fatiga de materiales caía al piso y se elevaba la calidad de giro del rotor (aspecto fundamental).
No hay ningún profesional de la aeronáutica a quien le guste una geometría de álabes tan particular. Pero esta geometría receptora de caudal con divisiones internas paralelas al eje me posibilitó adelantar el tiempo de trabajo de la presión de aire. Estamos hablando de milésimas de segundos, pero en el trabajo solidario de álabes estaba la diferencia. No obstante, debía solucionar la descarga, ayudar a salir al aire después de que hizo su trabajo de empuje, a sabiendas de que un rotor encapsulado mejora el aprovechamiento de los flujos de aire. Pero es algo innegociable que tenía con la geometría: podía llegar a reformar alguna pequeña cosa, pero no lo central.
Y para mantener un flujo constante al ras del piso teniendo en cuenta ráfagas, viento arrachado y vórtices, pensé en una ventana de alivio y una compuerta rebatible. Esto es lo esencial del sistema, que poseerá un orientador constante hacia la proveniencia del viento.
¿Cuáles son los pasos a seguir para su puesta en marcha?
No creo que pasen seis meses hasta que completemos el desarrollo. Nos faltan dos toberas cónicas de 1,5 metros de diámetro de boca entrada y 0,5 al final por 7 metros de largo, el sistema de autodireccional, la base para que esté apoyado el generador y los difusores internos.
Nos gustaría ponerlo en marcha en San Julián, Río Gallegos, Puerto Deseado, Comodoro y Garayalde. Necesitaríamos dos casillas para vivir cerca del generador, además de electricidad y un flujo de dinero mínimo en relación con la importancia del proyecto. Mis expectativas son enormes. Sigo pensando que en este país hay gente con escarapelas y visionarios.
Revista Petroquímica