Un grupo de más de 30 científicos europeos han puesto en evidencia los errores incluidos en un estudio publicado recientemente en la revista Nature, donde se sobrevaloraba la tala forestal en Europa en base a unas imágenes de satélite. Los datos erróneos suponían cuestionar el desarrollo de la bioeconomía en Europa.
Los autores del estudio original comparaban estimaciones de deforestación en Europa antes del año 2015 frente a sus cálculos a partir de 2016, valorando un aumento en las talas en Europa del 49% en área forestal y del 69% en cálculos de biomasa total.
El estudio original y la editorial número 583 de la revista Nature ponían el foco en el incremento de las actividades integradas en la bioeconomía, como por ejemplo el uso de biomasa para uso energético, y en general en la expansión de los mercados madereros en Europa.
El Dr. Marc Palahí, director del Instituto Forestal Europeo, que ha liderado la respuesta publicada, también en Nature, explica que “hemos replicado los resultados del estudio y los hemos enviado a analizar a más de 30 científicos de 13 países diferentes”, indicando que “no hay evidencias que demuestren las tendencias de incremento en las talas publicadas en este artículo, y mucho menos en las causas que los autores asocian a dicho aumento “.
El Dr. Palahí señala, que “hemos detectado inconsistencias en las series temporales de imágenes de satélite, que invalidan los cálculos empleados en aquel estudio, y hemos identificado causas naturales de deforestación o defoliación que los autores atribuían erróneamente a la extracción maderera industrial”.
Atribución de la deforestación por causas naturales a la industria de la madera Un gran error que se encontró, era la atribución de zonas deforestadas o defoliadas por razones naturales al incremento de la demanda de la industria forestal.
Gracias a la colaboración de administraciones como el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación del Gobierno, se vio que muchas de estas zonas que se atribuían a talas en realidad eran áreas afectadas por caídas de árboles provocadas por viento, incendios, y principalmente debidas a daños producidos por insectos.
Un buen ejemplo son las amplias áreas afectadas por la procesionaria del pino que se identificaron en Cataluña y Aragón, que pudieron corroborar los Dres. Antoni Trasobares y José Ramon González, del Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña, al contrastar los resultados del artículo publicado en Nature con la Dirección General de Ecosistemas Forestales y Gestión del Medio del Departamento de Agricultura de la Generalitat.
Los autores afirman que “estos resultados confirman que estos desastres naturales acelerados por el cambio climático que están afectando la salud de nuestros bosques están teniendo un papel sin precedentes en Europa, ya que en los últimos años su incidencia ha aumentado enormemente por todo el continente”.
Añaden, además que “necesitamos un esfuerzo colectivo, involucrando diferentes fuentes de datos provenientes de varios países y disciplinas dispares, para poder comprender mejor los efectos del cambio climático, los desastres naturales, así como el inducido por la propia gestión forestal en los bosques”.
Esta información y su uso adecuado son cruciales para desarrollar un análisis holístico, con estrategias forestales basadas en evidencias científicas. “Sólo así podremos asegurarnos que los bosques europeos sigan siendo un sumidero importante de absorción de carbono, continúen proveyendo otros muchos servicios como ecosistema, manteniendo la biodiversidad, y ayudando a desarrollar una bioeconomía circular emergente que deje de depender de los combustibles fósiles “, destacan.
Errores en la metodología Los autores de la réplica opinan que los cálculos realizados en el estudio de Nature no concuerdan ni con estadísticas nacionales, ni observaciones de campo, ni con datos de inventarios forestales.
Sus análisis demostraron que los datos de satélite utilizados no son válidos para hacer la comparativa en los periodos que se contrastaron, debido a que el lanzamiento de nuevos satélites ha incrementado la capacidad de detección de áreas deforestadas.
Las recomendaciones de este grupo interdisciplinario de científicos pasan por un uso más prudente y riguroso de la información detectada por satélites, evitando sacar conclusiones precipitadas.
Los autores del estudio original de Nature emplearon datos espaciales de deforestación calculados por la Universidad de Maryland. Otro de los autores que ha liderado la réplica a este estudio, el Dr. Rubén Valbuena, de la Universidad de Bangor en el Reino Unido, afirma que “como los métodos de detección por satélite han mejorado a lo largo de los años recientes, no es posible hacer comparaciones consistentes de los años comparados”.
Los autores de la réplica han obtenido confirmaciones de sus colegas en la Universidad de Maryland de que su producto de detección del área de deforestación no puede todavía utilizarse para comparaciones como las hechas en este estudio de Nature, ya que aún hay que terminar trabajos de calibración que corrijan las diferencias entre la capacidad de detección de años anteriores con los actuales.
El Dr. Valbuena destaca que “es de vital importancia comprender como el cambio climático, los desastres naturales, o las decisiones en materia de gestión forestal afectan a los bosques en Europa, y los métodos para satélite son una ayuda imprescindible para hacerlo”.
Está claro que estos métodos de teledetección nos pueden ayudar a comprender los patrones espaciales de uso del suelo y son un gran complemento auxiliar de otras fuentes de información, pero hay que tener mucho cuidado en cómo se utilizan, subraya. Los datos de información satelital “sólo pueden emplearse bajo estrictos protocolos estadísticos que valoren sus errores, y este no fue el caso en el artículo de Nature”.
Es un hecho que las estadísticas nacionales muestran un aumento de la extracción de madera de los bosques durante los citados años, pero lo han hecho en un orden de magnitud considerablemente más bajo, y no necesariamente ligado a el desarrollo de la bioeconomía en Europa.
Los autores de la réplica estimaron que el aumento en las talas en Europa es del 6%, y no del 69%, como se apuntaba en el artículo de Nature. Este aumento se debe principalmente a la recuperación económica y al aumento de los precios tras la recesión 2008-2012. El estudio de Nature no tuvo en cuenta estas tendencias en la economía mundial, atribuyendo el aumento únicamente a las nuevas políticas europeas que favorecen el desarrollo de la bioeconomía circular.