El cambio climático ya es un monstruo desbocado que se alimenta a sí mismo. En el pueblo ruso de Verjoyansk, en Siberia, estaban tan acostumbrados al frío que los niños solo dejaban de ir a clase cuando la temperatura era inferior a 50 grados bajo cero.
Sin embargo, una insólita ola de calor provocó que el 20 de junio de 2020 se alcanzasen los 38 grados. El paraje gélido donde hubo un gulag de Stalin parecía una playa del Mediterráneo en verano. Fue la temperatura más alta jamás registrada al norte del círculo polar ártico.
Un equipo internacional de científicos revela ahora las consecuencias exactas de aquella anomalía térmica. El hielo se derritió por doquier y los consiguientes megaincendios en el Ártico siberiano arrasaron en todo 2020 tres millones de hectáreas, una superficie similar a la de Bélgica. Las emisiones de CO₂ producidas por el fuego igualaron a las de toda España en un año. El calentamiento global genera más calentamiento global.
Los investigadores, encabezados por los ecólogos españoles Josep Peñuelas y Adrià Descals, han analizado cuatro décadas de datos de satélites. Los incendios en bosques árticos son habituales, pero la magnitud de los de 2019 y 2020 no se había visto nunca. En los últimos veranos, el sátrapa Vladímir Putin ha tenido que movilizar al Ejército ruso para luchar contra el fuego en Siberia.
Los datos del equipo científico muestran que la superficie que ardió en 2020 multiplicó por siete el promedio de las cuatro décadas anteriores. Los autores han constatado que el incremento de la temperatura provoca un aumento lineal de la superficie quemada, pero a partir del umbral de los 10 grados el efecto es “casi exponencial”. Sus resultados se publican este jueves en la revista Science, mascarón de proa de la mejor ciencia mundial.
El Ártico es una de las regiones del planeta en las que más se percibe el calentamiento global. La temperatura en la Tierra ha aumentado 0,8 grados en promedio desde finales del siglo XIX, pero en el Ártico el incremento ya supera los 2 grados.
Cinco de los principales responsables empresariales —las petroleras ExxonMobil, Royal Dutch Shell, Chevron, BP y Total— invierten unos 200 millones de euros al año en campañas para lavar su imagen y obstaculizar las medidas para reducir las emisiones de CO₂, según un informe de la organización británica InfluenceMap. El futuro es alarmante. Las últimas previsiones del Consejo Ártico sugieren que la temperatura media del aire en el Ártico se elevará entre 3,3 y 10 grados en el año 2100 respecto al promedio del periodo 1985-2014.
Peñuelas describe un círculo vicioso que se retroalimenta. Las altas temperaturas hacen que las plantas consuman agua antes, así que se seca más el suelo. Los relámpagos de las tormentas inician megaincendios que arrasan los árboles, pero también el suelo ártico, donde predomina la turba: carbón fósil compuesto por residuos vegetales.
Al CO₂ emitido por los bosques ardiendo se suma el gas liberado por el carbón del suelo en combustión. Y este CO₂, responsable del efecto invernadero, aumenta a su vez las temperaturas en todo el planeta.
“Preveíamos que esto ocurriese, con la frecuencia e intensidad con que está ocurriendo ahora, dentro de varias décadas. Esto no quiere decir que vaya a ocurrir todos los años, pero lo que sí es casi seguro es que en pocos años esto va a ser cada vez más frecuente. Nos preocupa mucho”, alerta Peñuelas, investigador del CSIC en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales, en Cerdanyola del Vallès (Barcelona).
Los datos de satélite muestran que el fuego arrasó unos 4,7 millones de hectáreas —la superficie de República Dominicana— en el Ártico siberiano entre 2019 y 2020. Es casi la mitad del total quemado en todo el periodo 1982-2020. Los incendios árticos son tan devastadores que pueden permanecer latentes durante el invierno en niveles subterráneos y reactivarse al verano siguiente. La comunidad científica ha acuñado un término ilustrativo para estos muertos vivientes de fuego: incendios zombis.
Peñuelas es uno de los ecólogos de mayor impacto en el mundo. Sus investigaciones se han publicado en las principales revistas científicas internacionales. Sin embargo, hace autocrítica. Lanzar salsa de tomate o puré de patatas a pinturas acristaladas de Monet y Van Gogh no es su estilo, pero aplaude a los científicos y a los activistas que luchan para que la sociedad comprenda la magnitud del desafío y la urgencia de buscar soluciones.
“Quizá hacen lo que tendríamos que hacer casi todos los que nos dedicamos a esto: salir a la calle y recordar que estamos ante un problema que es realmente grave, que nos obliga a cambiar la forma en que utilizamos los recursos de un planeta que es limitado, aunque lo seguimos utilizando como si fuera ilimitado”, reflexiona Peñuelas.
“Solo paramos el mundo por la covid, pero el cambio climático puede hacer sufrir y matar a mucha más gente que la covid, solo que no ocurre de hoy para mañana, sino de hoy para pasado mañana. Pero pasado mañana tampoco está tan lejos”, alerta. “Hay que descarbonizar la actividad de la sociedad humana”.
El investigador del CSIC subraya que el aumento de los megaincendios no es exclusivo de Siberia, sino que se observa también en California, Australia, España y otros países del Mediterráneo. Las emisiones de CO₂ de la combustión aumentan el efecto invernadero y suben las temperaturas, lo que a su vez provoca que haya más incendios. “Lo espectacular de este trabajo es ver este fenómeno en el Ártico. Pensábamos que ahí no iba a ocurrir”, explica Peñuelas.
El Ártico siberiano ocupa el 70% de todas las tierras árticas. Los ecólogos estadounidenses Eric Post, de la Universidad de California en Davis, y Michelle Mack, de la Universidad del Norte de Arizona, alertan en la revista Science de que las actuales predicciones sobre el calentamiento global no tienen en cuenta este círculo vicioso del incremento de la temperatura, el aumento de los incendios en el Ártico, la mayor liberación de CO₂ de la turba del suelo y, de nuevo, el incremento de la temperatura por este efecto invernadero.
“La enorme liberación de CO₂ en los incendios de Siberia en 2019 y 2020 demuestra lo rápido que los ecosistemas del norte pueden pasar de ser sumideros que absorben carbono a fuentes que emiten carbono”, alertan los ecólogos estadounidenses.