La pesquería de pez espada o albacora es una de las que reporta mayor cantidad de fauna acompañante, es decir, que en sus redes y anzuelos caen incidentalmente grandes cantidades de otros peces, entre ellos tiburones, algunos de los cuales se encuentran amenazados de extinción.
Según las cifras del Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca), el organismo en Chile encargado de llevar la contabilidad de cuánto y qué se pesca en el país, más del 70 % del total de tiburones que llegan a puerto son capturados de manera incidental por los barcos albacoreros.
El tiburón mako (Isurus oxyrinchus) y el azulejo o azul (Prionace glauca) —En Peligro de extinción el primero y Casi Amenazado el segundo, según la Lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)— han sido históricamente las principales especies de tiburones capturadas incidentalmente por estos barcos. Sin embargo, en los últimos tres años, se ha unido al grupo el tiburón sardinero (Lamna nasus), considerado Vulnerable según la UICN.
Estas son las tres cosas que debes saber sobre por qué la pesquería de pez espada amenaza a los tiburones en Chile.
Aumenta la pesca y el comercio
Si en 2016 se desembarcaban 73 toneladas de sardinero como fauna acompañante de la albacora, en 2019 la cifra llegó a las 157 toneladas, el doble, pasando así a convertirse en la especie de tiburón más desembarcada en la pesquería de pez espada.
Este aumento en las capturas ha alimentado una creciente comercialización. Según datos del Sernapesca, en todo el país 10 plantas transformadoras congelan, secan o enfrían los troncos y aletas de diferentes especies de tiburones, y 27 comercializadoras compran y venden en el mercado nacional sus distintas partes. Estas empresas y plantas han empezado a comercializar más sardinero. En el 2016, demandaron 737 kilos de este tiburón. Un año después, en el 2017, la cifra aumentó casi 20 veces llegando a los 14 261 kilos. En el 2018, bordeaba ya los 31 000 kilos y en el 2019, aunque bajó un poco, utilizaron 26 000 kilos. Es decir, en cuatro años, la cantidad de tiburón sardinero comercializado aumentó 40 veces.
El consultor pesquero Carlos Toro, que durante cinco años fue Jefe del Departamento de Pesca Artesanal de la Dirección Nacional del Sernapesca, señala que “cuando una pesquería tiene demanda de mercado debe ser regulada […] estar sujeta a estudios para que se establezca un correcto manejo pesquero de ella”.
Lograr eso, sin embargo, para Carlos Bustamante, director del grupo de especialistas de tiburones de la UICN, es quizás pedir demasiado en un país donde ni siquiera la pesca dirigida a tiburones makos y azules está normada. Ello, debido a que según el mismo Sernapesca señala, el recurso tiburón “no está definido o reconocido oficialmente como una pesquería”.
El principal problema de esto, explica Bustamante, es que “no hay ninguna medida de administración”. Nada que regule las tallas y cuotas de captura de los tiburones y, de hecho, según los científicos consultados por Mongabay Latam, más del 80 % de los tiburones extraídos ni siquiera han alcanzado su madurez sexual.
Poca información científica
En Chile, únicamente los dueños de los barcos industriales están obligados a aceptar a bordo a los observadores científicos. Los propietarios de las naves artesanales, en cambio, según dicta el reglamento de observadores, están en libertad de oponerse a que sus faenas de pesca sean observadas por un científico. Por eso, de los 200 barcos artesanales que utilizan redes para pescar pez espada, solo es observado entre un 2 % y un 3 %.
Uno de los problema de esto es que, según señala el Instituto de Fomento Pesquero (IFOP), organismo científico encargado de generar información biológica, en la pesquería de pez espada existe un alto porcentaje de descarte, es decir, de fauna capturada que es devuelta al mar porque no se consumirá o comercializará. Esa fauna, muchas veces ya está muerta cuando es liberada o lo hará en un corto plazo al estar demasiado dañada tras la captura.
Al no haber suficiente monitoreo científico a bordo de las naves, “no podemos saber la magnitud del impacto porque no tenemos una evaluación”, explica Enzo Acuña, investigador principal de un reciente estudio encargado por la Subsecretaría de Pesca sobre el ciclo reproductivo del tiburón sardinero.
Redes ilegales
Según la ley chilena, las redes utilizadas en la pesquería de pez espada no pueden exceder las 1350 brazas de largo (2470 metros). Sin embargo, en la práctica, las redes que usan los barcos albacoreros suelen doblar esta medida.
El mismo IFOP señala en su informe del 2017 que “la flota artesanal utilizó redes de enmalle con longitudes que variaron entre las 150 y 2700 brazas de largo”, es decir, el doble de lo permitido. Además, Patricio Barría, investigador del IFOP, lo corrobora: “de las embarcaciones en las que hemos estado a bordo se ha reportado que en muchas de ellas se sobrepasa la norma. Eso es así”, dice y a mayor cantidad de red, mayor es la cantidad de pez espada y tiburones que caen en ella, asegura.
La tarea de fiscalizar le corresponde al Sernapesca y, según señala este organismo en las respuestas enviadas a Mongabay Latam, las inspecciones a las artes de pesca se realizan de manera periódica. El problema es que las mediciones de las redes se hacen en puerto y no en el agua cuando están operando.
Según señalan los pescadores entrevistados para esta investigación, es frecuente que ellos escondan las redes para que los fiscalizadores no las encuentren. “Lo que hay que hacer es medirla en terreno, en el agua misma”, dice Daniel Manzo, pescador artesanal. “Ir a los calados y medir. Si alguien quiere efectivamente fiscalizar, nosotros lo llevamos a navegar así a ocultas”, dice el pescador. En su opinión, esa sería la única manera de frenar la utilización de redes ilegales.