Chile: polluelos de aves marinas mueren en nidos construidos con basura plástica

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El plástico está invadiendo la isla Sala y Gómez del parque marino chileno Motu Motiro Hiva, en el océano pacífico. El problema es que esta pequeña y deshabitada isla, de apenas 2,5 km2, es el hogar de varias especies de aves marinas que no están acostumbradas a estar en contacto con los humanos y menos con sus desechos.

Científicos lograron recolectar información de la basura que las corrientes arrastran hasta la isla Sala y Gómez. A bordo de un barco de la Armada de Chile, que cada cierto tiempo visita el área para darle mantenimiento a un faro que guía a los barcos en el mar, los investigadores llegaron a la isla para analizar los desechos varados y la procedencia de estos. Los resultados de la investigación, publicados en un reciente estudio científico, indican que la basura proviene de la industria pesquera.

Además, que las aves que anidan en Sala y Gómez están construyendo sus nidos con fragmentos de los plásticos que llegan hasta la isla, problema que los mismos científicos pudieron observar. El riesgo ahora es que estos nidos se están convirtiendo en una trampa mortal para los polluelos.

Las dificultades de investigar mar adentro

Sala y Gómez, isla que forma parte del parque Motu Motiro Hiva y que es la punta emergida de una cadena montañosa submarina que se levanta 3500 metros desde el fondo del mar, fue declarada en 1976 Santuario de la Naturaleza por ser una de las áreas más importantes para la nidificación de aves marinas en el Pacífico suroriental.

Entre las aves que habitan la isla están la fragata grande (Fregata minor), el ave del trópico de cola roja (Phaethon rubricauda) o tabaque como le llaman los Rapa Nui, el piquero blanco (Sula dactylatra), la golondrina de mar polinésica (Anous albivitta), el gaviotín de San Félix (Anous stolidus) y el de San Ambrosio (Procelsterna cerúlea), y el petrel tormentoso (Oceanites oceanicus), este último En Peligro según la UICN. También se puede encontrar  a la fardela de Pascua (Puffinus nativitatis) y la de Murphy (Pterodroma ultima), ambas en la categoría de Casi Amenazada. “Es sorprendente que hayan tantas aves en un espacio tan pequeño”, dice Guillermo Luna, investigador de la publicación.

La isla se ubica muy cerca del Giro del Pacífico Sur, una gran corriente circular que se origina cuando la Corriente de Humboldt, que va de sur a norte, dobla hacia el oeste. En ese punto se forma un remolino en el que se suele acumular la basura proveniente de diferentes lugares. Por eso, a pesar de su aislamiento, esta isla ha sido invadida por el plástico.

Luna cuenta que el Núcleo Milenio de Ecología y Manejo Sustentable de Islas Oceánicas (ESMOI), del cual forma parte, hizo un convenio con la Armada de Chile para viajar con ellos en los buques. “Es la única manera de llegar a Sala y Gómez porque es tan chica la isla que ni siquiera se puede aterrizar ahí”, dice Luna. Así, durante cinco años, en los viajes que los marinos hacían para hacerle mantenimiento al faro, los científicos los acompañaban para estudiar a las aves marinas. Estando allí, la basura fue imposible de omitir y entonces decidieron estudiarla.

Para hacerlo, en 2015, con la ayuda de los marinos, los científicos recogieron los desechos que encontraron en 200 metros de playa y los transportaron, con la ayuda de un helicóptero, hasta el buque de la armada que los había llevado hasta allí. En total, fueron 1350 kilos de basura de la cual “el 60 % corresponde a plástico”, asegura Luna. Agrega que fue posible identificar que esta proviene de embarcaciones pesqueras. “Durante sus faenas en altamar pierden material como boyas, redes, cabos, una serie de cosas que son arrastradas por las corriente y llegan a esta islas”, explica Luna.

Los científicos también fotografiaron los nidos de siete especies de aves: 35 nidos de fragata, 7 del ave del trópico, 6 nidos de golondrina de mar polinésica, 2 nidos de fardela de pascua, 4 de piquero blanco, otros 4 de petrel tormentoso y 5 nidos de fardela de Murphy. En total, fueron 63 los nidos que se analizaron y la conclusión fue que el 71 % de ellos tenían plásticos.

Los nidos pueden ser letales

“En la mayoría de los casos, la basura plástica se mezcló con guano, plumas y vegetación, y se integró completamente en la estructura del nido”, señala la publicación de la revista científica Aquatic Conservation. El estudio agrega que “parece que las diferentes especies de aves marinas están seleccionando activamente diferentes proporciones de tipos de plástico para sus nidos”. Por ejemplo, las fragatas en su mayoría seleccionan cuerdas y correas, el petrel tormentoso, en cambio, lo que más utiliza es cuerda y diversos tipos de fragmentos y mallas de plástico.

El gran problema de que las aves construyan sus nidos con basura es que “colocan el huevo, este eclosiona, el pollito comienza a crecer y algunas veces se queda enredado en los cordeles y, finalmente, no puede salir del nido y muere allí”, asegura Luna. Es decir, “la basura que las mismas aves llevan al nido tiene efectos letales en las crías”, aunque también se sabe que “los adultos pueden quedar enmallados en estos cordeles y morir, agrega el experto.

Las aves más afectadas por esto son las fragatas y las fardelas, aunque por ahora los científicos no han podido establecer una tasa de mortalidad debido a que la lejanía de la isla impide hacer observaciones periódicas. Esta falta de información, sin embargo, es un agravante más, asegura Luna.

Se estima que más de 250 millones de toneladas de plásticos habrán ido a parar al mar para el 2025 y la pesca industrial en altamar es responsable de una gran parte de ella. Un estudio de 2018, publicado en la revista Scientific Reports, caracterizó y cuantificó la basura de una importante zona de acumulación de plástico oceánico entre California y Hawai, el Gran Parche de Basura del Pacífico, y lo que descubrió es que las redes fantasma representaban al menos el 46 % de la basura.

Una red fantasma es una red de pesca que se ha perdido o abandonado en el océano. Aunque estas no sean utilizadas más por los pescadores, su letalidad para los animales se mantiene vigente. Es por eso que estas representa un importante problema para la salud de los océanos y la vida marina, señala el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

Luna es parte de un grupo de científicos que, desde hace ya un tiempo, viene estudiando la basura marina que llega a las islas oceánicas de Chile para entender dónde se origina el problema y así poder proponer soluciones que detengan ese flujo de desechos. Pero no es el único, otras publicaciones recientes, algunas de ellas dadas a conocer por Mongabay Latam , demuestran que la basura plástica que abunda en la isla de Rapa Nui, ubicada a 400 km de Sala y Gómez y que también está cerca del centro del Giro del Pacífico, proviene principalmente del territorio continental chileno y del área pesquera situada frente a la costa peruana.

Martín Thiel, biólogo marino coautor de esa investigación, asegura que ese estudio “demuestra claramente la conexión que tenemos nosotros, aquí en el continente, con nuestras islas oceánicas”.

Hay soluciones para las aves

“Si las cantidades de plástico que ingresan al océano continúan aumentando, las cantidades de plástico incorporadas por las aves marinas en los nidos también aumentarán. Esto podría transformarse en un grave peligro para la cría de aves marinas”, señala la publicación de Aquatic Conservation.

Lograr que los barcos dejen de desechar basura en el océano es un problema complejo debido a la dificultad de controlar lo que hacen las embarcaciones cuando están pescando en altamar. Considerando que ya es difícil impedir que se realicen actividades penadas por la ley como la pesca ilegal o el tráfico de especies, de armas, de drogas y hasta de gente, controlar que un barco no arroje basura parece ser una tarea ya imposible.

Luna, sin embargo, asegura que sí existen soluciones que pueden implementarse para, al menos, saber a quién pertenece la basura y poder sancionar. Una alternativa es que, considerando que gran parte del problema está vinculado a los aparejos de pesca, es que estos tengan alguna identificación que permita saber a qué buque pertenece y exigirle a estas empresas una multa, un pago, una compensación. Se han hecho algunas pruebas y es posible hacerlo”, señala el científico.

El experto agrega que también es posible hacer alianzas y convenios con organizaciones internacionales que están dedicando esfuerzos a retirar las redes fantasmas y a capacitar a las empresas pesquera y a los pescadores para que retiren lo que dejan caer al mar. “Proteger las islas oceánicas de la invasión de plásticos requiere que los gobiernos y las organizaciones a nivel internacional se pongan de acuerdo y capaciten y convenzan a las empresas pesqueras y pescadores de que es necesario proteger estos ecosistemas”, señala Luna.

Además, la publicación advierte que para obtener datos sistemáticos sobre la basura utilizada en los nidos y comprender los impactos que esta tiene en las aves marinas, es necesario establecer un programa de monitoreo. Idealmente uno coordinado entre varias áreas marinas protegidas, en los cinco océanos, que le permita a la ciencia saber cuáles son las especies afectadas, como están siendo perjudicadas y dónde.

Este estudio contribuye con importante información que los científicos esperan que sea considerada para poder proteger el Parque Marino Motu Motiro Hiva y la isla Sala y Gómez. Martín Thiel asegura que estas investigaciones demuestran que si bien los planes de manejo se concentran en las áreas protegidas, “si realmente queremos hacer conservación tenemos que trabajar también fuera de esa área”.

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