Decenas de pollos y gallinas salvajes aterrorizan a los vecinos de un barrio en Nueva Zelanda

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Una de las consecuencias que trajo que nos tuviésemos que confinar por la crisis sanitaria que hemos vivido a nivel mundial es que los animales han visto vía libre para pasear a sus anchas por calles y espacios naturales. Hemos visto fotos de todo tipo: peces nadando tranquilamente en las aguas de los canales de Venecia, delfines en Cerdeña, pavos reales por Madrid, jabalíes por Barcelon. Algunos van en son de paz, otros, no tanto. Es lo que les está pasando a los vecinos de un barrio de Auckland, Nueva Zelanda; que están siendo invadidos por decenas de pollos y gallinas salvajes.

Los más de 4.000 residentes del vecindario de Titirangi, en Auckland, no daban crédito a lo que se encontraron cuando se levantó el confinamiento: decenas de pollos por todas partes, que ensucian todo a su paso y no les dejan dormir.

“Volvieron a resurgir antiguas rencillas y divisiones en el barrio”, ha dicho Greg Presland, representante de la comunidad y portavoz del comité que se ha responsabilizado del problema. Él mismo dice tener a ‘unas 15’ de estas aves acampadas a apenas 50 metros de su casa.

Por lo visto no son unos pollos cualquiera, sino que son el resultado del abandono de dos de estas aves por parte de un vecino en el campo allá por 2008 y que se han reproducido sin control desde entonces. No es la primera vez que los residentes se enfrentan a esta situación; y es que ya llevan varios años intentando controlar a los pollos. Es más, los vecinos aseguran que además de esos pollos, ha habido al menos dos ocasiones en las que se han producido abandonos por parte de otros vecinos, aprovechando que los otros pollos campaban a sus anchas por las calles.

Los responsables de la comunidad se han comprometido a intentar atrapar a todas las aves, aunque algunos vecinos desesperados están haciendo presión para que una empresa que comercializa carne de pollo congelada se haga cargo de la tarea y desaparezcan de una vez por todas. Lo malo es que la situación es tan desesperante, que esta solución está comenzando a parecer la más atractiva, según confirma el propio Presland.

“La combinación de falta de sueño y ver el vecindario destrozado hizo que mucha gente los odie”, dice Presland, “Es algo difícil de tratar, porque los vecinos quieren librarse de ellos, pero no quieren hacerles daño”.

Para colmo, parece que una vecina está dejando comida para los pollos, que atrae a su vez a las ratas, ‘del tamaño de un gato’, según se quejan. Algunos vecinos aseguran que la situación es tan terrorífica que parece ‘salida de una novela de Stephen King’.

“Sé quién es. Le he pedido que pare, pero no quiere”, dice Presland, resignado, “Ya lo he intentado”.

De momento, algunos pollos han sido reubicados a granjas cercanas, y las autoridades confían en solucionar pronto el problema.

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