Se conmemora este viernes 20 de mayo el Día Mundial de las Abejas, una fecha para crear conciencia sobre su importancia en la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas. Si bien se las vincula principalmente a la producción de miel, tienen un rol esencial para la conservación de la diversidad de las plantas en el mundo a partir de la polinización, un proceso fundamental para la supervivencia de los ecosistemas, esencial para la producción y reproducción de muchos cultivos y plantas silvestres.
Según se explica en el sitio oficial de las Naciones Unidas –el organismo que instituyó esta fecha– casi el 90% de las plantas con flores en el mundo dependen de la polinización para reproducirse, y en cierta medida también necesitan de este proceso el 75% de los cultivos alimentarios.
Sobre este tema, Guillermina Fagundez, ingeniera agrónoma, doctora en Biología, milosopalinóloga especializada en el estudio de las mieles e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en Diamante, señaló: “Las abejas son agentes polinizadores por excelencia. Cuando hablamos de polinizar nos referimos al proceso de traslado del grano de polen desde la estructura masculina de la planta a la estructura femenina de las plantas. Hay plantas en las que, si no cuentan con un agente o un vector de traslado, no se produce el proceso reproductivo de fecundación, por el cual luego se forman semillas y frutos”.
Si bien aclaró que “no todas las plantas necesitan de estos polinizadores” y recordó que “algunas se polinizan con el viento y no necesitan de insectos ni de animales”, subrayó: “Como aporte a la humanidad los polinizadores son responsables de que contemos con frutos y semillas, que de otra forma sería imposible de obtener. Y en cultivos como kiwi, arándanos, palta, se ven incrementados los rendimientos frente a la presencia de abejas”.
En referencia a este punto, sostuvo: “Atrás de la presencia de la abeja no solo hay factores económicos, sino que también lo vemos del lado de la diversidad de alimentos que como humanidad tenemos gracias a las abejas”.
Por otra parte, explicó que si bien las abejas no son los únicos polinizadores en los diferentes hábitat, sino que se incluyen además las mariposas, los murciélagos, los colibríes, en algunos casos monos, lagartijas, entre otras especies, ellas son las que se destacan en su labor y precisó: “Mayoritariamente el proceso de polinización es producido por insectos en general, pero mayoritariamente las abejas son los más eficientes, porque tienen su cuerpo adaptado al traslado del polen, y esto tiene que ver con que tiene una altísima densidad de pelos en su cuerpo en el cual el polen queda adherido”.
Asimismo, destacó: “La abeja recolecta el recursos del polen como recurso de proteínas para las crías, y no solamente la eficiencia tiene que ver con este cuerpo preparado para recolectar polen, sino también a que es una especie que tiene una alta constancia. Es decir, que cuando sale a buscar un recurso, lo identifica y recolecta nada más que eso, o lo hace mayoritariamente”.
Por otra parte, hizo referencia a qué es lo que deben atender los apicultores para preservar las abejas. “Lo más grave hoy a nivel mundial que amenaza a las abejas son los problemas generados por enfermedades y parásitos, como varroas, por ejemplo”, sostuvo Fagundez, quien a través de su especialidad analiza el polen bajo microscopio para saber de qué se alimentan las abejas en determinado momento. “Cada planta tiene un polen diferente y estudio los recursos y las cargas de polen que la abeja recolecta, para saber qué plantas estuvo visitando para recolectar alimentos. Esto me permite saber el comportamiento de la abeja, qué especies prefieren, en qué momento, cuándo recolecta. Esto, por otro lado, tiene una aplicación comercial”, explicó.
También observó el impacto que tiene el avance de la frontera agrícola, que llevó a los apicultores a hacer una apicultura trashumante. “La clave es que puedan contar con ambientes diversos que les proporcione alimento en todas las estaciones, y los apicultores hoy en día dejan la colmena en un lugar, pero en determinados períodos o estaciones las tiene que mover porque la flora de una zona se volvió poco diversa; por ejemplo si se hacen monocultivos, eso le puede aportar solo polen a la abeja y no néctar”, afirmó.
En cuanto a las especies de abejas que habitan en la zona, Fagundez refirió: “La que todos conocemos, más que nada porque lo asociamos con la producción de miel o productos derivados, es la abeja doméstica o melífera, cuyo nombre científico es apis mellífera. Es la que comercialmente se cría y se explota, pero hay muchísimas especies de abejas nativas sin aguijón (ANSA)”.
Acerca de las ANSA, comentó que en el laboratorio del Conicet de Diamante hay un investigador especializado en el estudio de estas abejas. Se trata de Favio Vossler. “Son cada vez más estudiadas”, dijo Fagundez, y sostuvo: “Hace muy pocos años la miel de estas abejas fue incorporada al Código Alimentario Nacional, y tiene valores nutricionales que superan a los de las miel producida por las abejas melíferas que todos conocemos”. A su vez, aclaró: “En zonas de Entre Ríos existen, pero no son tan abundantes porque en realidad son oriundas de lugares con climas más tropicales, como por ejemplo Brasil, o más en el norte de la Argentina, en Misiones o Chaco, que tienen zonas más selváticas con temperaturas más altas”.
“Acá las estamos recién conociendo a las ANSA y por ahí nos consultan cómo criarlas. La gente se entusiasma y eso es un riesgo, porque las quieren traer acá y el clima no da, el invierno es muy riguroso y no son naturalmente en esta zona, si bien hay registros en Crespo y cercanías”, indicó la investigadora.
Alimento y medicina
Nicolás Zapata es apicultor desde hace más de 20 años. Es el impulsor de Panalivia, un emprendimiento situado en La Picada, a partir del cual promueve la utilización de los productos derivados de la colmena, que contribuyen no solo a una alimentación saludable, sino además a una terapia natural en base a la miel y los derivados. “Nos dedicamos a la miel y a otras producciones de la colmena, como polen, propóleos y demás”.
En este marco, analizó: “La gente conoce generalmente que la miel es un alimento, pero no todos saben que es además una medicina.
Acto seguido, comentó: “Además de miel, la colmena produce el polen, los propóleos, la jalea real, la cera, y demás. Y hasta estamos trabajando con el aire de las colmenas para la sanación de las personas, contemplado en una terapia llamada apiterapia, a la cual se la vincula sobre todo con el uso de veneno de la abeja, pero es mucho más amplia y abarca todo lo que produce la abeja, que es alimento y además contribuye a sanar”.
“En la colmena están todos los nutrientes que necesitamos para vivir: vitaminas, aminoácidos esenciales para crear las proteínas, minerales, hormonas, las mismas proteínas y demás. El polen es el alimento más completo de la naturaleza”, dijo a modo de conclusión, destacando que además de su función polinizadora, que es fundamental, las abejas son claves para otras aspectos de la vida del ser humano y otros seres vivos.