Diez especies de aves de Córdoba se ven beneficiadas por el manejo orgánico

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Qué mejor que despertarse por las mañanas con el canto de los pájaros o cruzarse con algún jilguero regalando sus agudas notas. O ver un tordo renegrido, capaz de emitir multitud de sonidos seguidos, encadenando diferentes cantos. O asombrarse con la larguísima cola que tiene la tijereta, compuesta por seis pares de plumas, cuya cabeza y lomo negros contrastan con el impecable blanco plateado del vientre y la garganta.

Pero, un enemigo invisible pone a las aves en peligro. Es la abundante intervención, en los campos de esta región, con maquinarias agrícolas y productos químicos -plaguicidas, pesticidas y herbicidas-.

Protegerlas resulta vital. Es indiscutible la importancia que tienen para el medio ambiente. Ellas equilibran el ecosistema. Por eso, proveerles entornos seguros en los que puedan desarrollar sus actividades de forma natural es el desafío, tras 25 años de la recrudecida intensificación agrícola de esta zona.

Ante esto, la explotación orgánica se transforma en su mejor aliada. Al menos una decena de especies de aves de la zona se ven beneficiadas por ella.

Así lo demuestra el biólogo local Facundo Contreras en su tesis doctoral “Efecto de la agricultura orgánica y convencional sobre las comunidades de aves de bordes en agroecosistemas del centro de Argentina”, quien exploró más de ocho mil hectáreas de la zona de Alejo Ledesma, un tercio de lo cual es superficie orgánica y el resto de manejo convencional.

Evidenció el efecto positivo de agricultura ecológica a favor de la ocupación de aves, a partir de estudiar toda el área bajo este régimen, certificada a gran escala en el suroriente de la provincia de Córdoba.

Comprobó que diez especies que habitan esta región central del país son afectadas positivamente por el manejo orgánico de campos. Se trata de la tijereta, el tordo renegrido, la perdiz, la martineta colorada, el doradito, el corbatita, el misto, el pijuí cola parda, las torcacitas y el tachurí canela, categorizado ya como vulnerable.

Además de la implementación del manejo orgánico, se plantea el mantenimiento de los bordes de cultivos como una buena medida para la conservación de las aves en los agroecosistemas.

En el último cuarto de siglo, se ha constatado una progresiva disminución de las aves, atribuida a la intensificación de la agricultura, el consiguiente aumento de la mecanización, el empleo de pesticidas, los cambios en las especies agrícolas cultivadas y los métodos de laboreo; el mayor tamaño de las explotaciones, la eliminación de árboles, la modificación de la época de siembra y de cosecha y el incremento de los monocultivos.

“Las aves necesitan alimentarse de artrópodos, sobre todo en época reproductiva para los pichones. Y vimos que esa disponibilidad de alimento afecta positivamente la ocupación de algunas especies, como, por ejemplo, el tachurí canela, que se encuentra categorizada como vulnerable”, afirmó el investigador de la Universidad Nacional de Río Cuarto.

Es muy escasa la superficie con régimen de agricultura ecológica y siempre son parcelas rodeadas por grandes extensiones regidas por el modelo centrado en la labranza intensiva, monocultivos, irrigación, aplicación de fertilizantes inorgánicos, control químico de plagas y manipulación genética de los cultivos.

El investigador hizo eje en el efecto de la calidad del hábitat de borde de cultivo en el manejo agrícola orgánico y convencional sobre la ocupación de la comunidad de aves.

“Los bordes vegetados son un factor clave para la conservación de aves y los potenciales servicios ecosistémicos asociados a ellas en los agroecosistemas”, concluye el estudio.

“De este trabajo surge la recomendación de que a pesar de que un campo no se pase de convencional a orgánico, es importante que por lo menos se dejen los bordes de cultivos, esos espacios donde están los alambrados que delimitan los lotes, sin fumigar para que haya más ocupación de las aves”, explicó el doctor en Ciencias Biológicas Contreras, a la vez que comentó: “Muestreamos los únicos tres campos orgánicos certificados que hay en el sur de Córdoba, los cuales están rodeados por una enorme cantidad de campos convencionales. Por más que se haga todo bien ahí adentro, no alcanza con solo tres orgánicos”.

“Los cultivos que no reciben agroquímicos tienen un poco más de malezas, que redundan en mayor cantidad de alimento para las aves. Al comparar los dos tipos de cultivos, se vio claramente que lo orgánico afecta positivamente a las aves”.

Agregó: “Las aves necesitan alimentarse de artrópodos, sobre todo en época reproductiva para los pichones. Y vimos que esa disponibilidad de alimento afecta positivamente la ocupación de algunas especies, como, por ejemplo, el tachurí canela, que se encuentra categorizada como vulnerable”.

“Los hábitats lineales de pastizales y arboledas -bordes de cultivos- y manejos agrícolas alternativos -orgánico-, ofrecen tanto una oportunidad como un desafío para la conservación de la biodiversidad y sus potenciales servicios ecosistémicos para la agricultura”, puntualizó el investigador.

Indicadores de la salud ambiental

El doctor Facundo Contreras señaló: “Por la elevada tasa de expansión agrícola que viene ocurriendo a partir de la irrupción de la soja, los agroecosistemas de la región central se caracterizan por ser manejados intensivamente, con lotes de gran extensión y homogeneidad”.

Se están produciendo descensos asombrosos en las poblaciones de aves. Una situación que se advierte en todo el planeta. Según revela la federación ambiental BirdLife, en el informe preliminar El estado de las aves del mundo 2022, el 48 por ciento de las especies de aves han perdido parte de su población en las últimas tres décadas.

Para admirar y preservar. Las aves, con sus diversas formas, coloridos plumajes y dominantes chirridos, silbidos y trinos, son parte integral de la cultura y poseen gran importancia social y recreativa, a la vez que ayudan al control biológico, puesto que se alimentan de insectos, algunos considerados plagas; muchas son capaces de polinizar las plantas, llevando polen de unas flores a otras; y otras se convierten en agentes de dispersión por incluir semillas en sus deposiciones, lo cual permite que puedan crecer especies de plantas y árboles.

El manejo orgánico beneficia a diez especies de aves en la zona, especialmente a las insectívoras, entre ella la tijereta.

Son indicadores de la salud ambiental y su detrimento conlleva pérdida de biodiversidad y, en consecuencia, amenazas para la salud y el bienestar de los humanos.

“Reconocemos a un pájaro escuchando su canto, reconocemos a una persona escuchando lo que dice”, expresa un proverbio chino, a lo cual -tras estos resultados- se puede agregar “y viendo lo que hace con las aves del campo”.

“Son necesarios cambios contundentes en la gestión ambiental y la interacción de los humanos con la naturaleza”, afirma el autor de este trabajo de investigación llevado adelante desde el Departamento de Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales.

El borde es un ambiente más estable dentro de un agroecosistema

Primero fueron a los campos para ver las especies presentes y determinaron su prevalencia en el borde, por encima de los cultivos. “Ese espacio donde están los alambrados es el lugar en el que más posan, cantan, comen y anidan las aves. El borde es un ambiente más estable dentro de un agroecosistema, a diferencia del resto del lote que es intervenido constantemente. Principalmente en los modelos convencionales, las aves usan más el borde de cultivo”, señaló el biólogo Contreras.

Y acotó: “El manejo orgánico afecta positivamente a diez especies de aves de la zona, sobre todo a las insectívoras. La más beneficiada es la tijereta”.

“En la zona, tanto orgánicos como convencionales, son manejados intensivamente”, reflexionó el biólogo.

Analizó un establecimiento puramente orgánico, uno convencional y dos mixtos.

Comentó: “Trabajamos uno enteramente orgánico, Las dos hermanas, que está en la zona rural de Alejo Ledesma, de 2.101 hectáreas en la parte productiva y una reserva de pastizales de otras 1.900 hectáreas. Se dedican a la producción agrícola y a la ganadería -bovinos-. Otro campo, Las Gaviotas, está al sur del anterior. Tiene los dos tipos de producciones. La mayor cantidad de hectáreas la ocupa la agricultura convencional -1.359 hectáreas- y 330 son orgánicas. Y un establecimiento de Las Acequias llamado Altos Verdes, que tiene los dos tipos de producción, 346 hectáreas orgánicas y 664 hectáreas convencionales. Se sumó El Chañarito, que es totalmente convencional, de 1.193 hectáreas. Este se usó para hacer la comparación entre los dos manejos”.

El investigador puntualizó: “Lo orgánico, por sí solo, al estar rodeado de convencionales, no alcanza. Lo importante es que los campos convencionales dejen esos bordes vegetados, lo cual permitirá que haya más aves, esa es la recomendación. Ahí pueden anidar, forrajear, posarse, tener refugio”.

Beneficios para insectívoras, omnívoras y granívoras

Otra de las conclusiones de este estudio es que la proporción de cultivos anuales aumentan las probabilidades de ocupación de algunas especies en agricultura orgánica.

En este sentido, Contreras indicó: “Los lotes con pasturas no son tan intervenidos. Los cultivos anuales -soja, maíz, maní, trigo y girasol- tienen más aplicaciones de agroquímicos, se mete maquinaria adentro del lote, y eso genera disturbio para los pájaros”.

“Afecta de manera positiva a la tijereta, el doradito, el misto, el tordo renegrido y el pijuí cola parda, dentro de las insectívoras. Y entre las omnívoras, son beneficiadas las perdices y las martinetas coloradas, estas últimas vienen registrando disminución de su población a causa de la persecución por parte de los cazadores y la pérdida de ambiente. Estas dos especies se ven mucho en los campos orgánicos. Y se agregan las torcacitas dentro de la categoría de las granívoras”, explicó.

En este estudio, queda al descubierto que en esta zona, “tanto orgánicos como convencionales, son manejados intensivamente”, a lo que se suma que “son muy pocas las áreas de producción orgánica”, lo cual “explica el débil efecto positivo de la agricultura ecológica sobre las probabilidades de ocupación de las aves”.

Los orgánicos estudiados son lotes de gran tamaño -con la consecuente menor cantidad de bordes- y todos bajo producción.

“No hay otro estudio que compare los dos manejos agrícolas”

El trabajo aporta información sobre el efecto de la agricultura orgánica en la comunidad de aves en la región pampeana de Argentina. ¿Eso es novedoso?

No hay antecedentes. Hay muchos trabajos hechos en la Argentina sobre el impacto de la agricultura en las aves, pero todos están centrados en la agricultura convencional. También, se ha estudiado cómo se expande la agricultura sobre zonas naturales. Pero no hay otro estudio en esta región productiva -La Pampa, Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires- que compare los dos manejos agrícolas.

A la hora de pensar en la conservación de aves, ¿qué suma este trabajo?

Primero, aporta una información de base para describir el panorama. Y refuerza la idea de la importancia de conservar, por lo menos, los ambientes de bordes. Lo ideal sería ir hacia lo orgánico o a la agroecología, aunque sabemos que es complejo que los agricultores pasen de un manejo a otro, es una cuestión de dinero. Un camino podría ser que en estos agroecosistemas se dejen lotes sin cultivar; pero la medida más simple es que no se fumiguen los bordes.

¿La configuración y composición del paisaje es determinante para la conservación de aves?

Sí. Tener grandes cantidades de bordes o lotes sin cultivos, con pasturas; que no sean disturbados todo el tiempo, así las aves pueden nidificar resulta beneficioso.

En la zona estudiada, ¿las aves disponen cada vez de menos recursos? ¿Ha habido una disminución de las aves en esta región?

Hace cien años, la cantidad de aves en la zona era mayor. La intervención del hombre ha sido muy negativa. Hay efectos adversos. Algunas aves que toleran más esa agricultura, pero otras no. Hay muchas especies que están disminuyendo su cantidad. Y eso está relacionado con la intensificación agrícola, es la principal causa.

Es un proceso creciente. Archivos de 1920 describen para la zona de Río Cuarto tordos amarillos, una especie de las que hoy quedan sólo 300 individuos en Iberá y se está por extinguir. El yetapá de collar estaba en Villa María, ahora sólo quedan en los Esteros del Iberá. La loica pampeana está casi en extinción, quedan muy pocos ejemplares en Buenos Aires y La Pampa, y antes estaba también en esta zona.

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