En las profundidades del famoso triángulo de las Bermudas vive un tremendo tiburón: se trata del tollo cigarro, o “Isistius brasiliensis”.
Es pequeño pero es capaz de devorar presas muchos más grandes que él, como ballenas, atunes, delfines, focas, otros tiburones e incluso puede atacar a submarinos, causándoles daños y problemas de funcionamiento, informa RT.
El tiburón es uno de los de menor tamaño, entre 10 y 50 cm de longitud. Pasa el día a una gran profundidad, hasta 3.600 metros, y de noche sube a la superficie para alimentarse.
Según National Geographic, este tiburón, es conocido por la audacia de sus ataques.
El tollo cigarro dispone de unos aserrados dientes en forma circular con los que saca un pedazo redondo de carne de su víctima. Después del ataque, la presa queda con una marca de unos 5 cm de diámetro y 7 cm de profundidad, casi perfectamente circular, como si alguien le hubiera apagado un cigarro en la piel. De ahí su nombre.
Todo esto supone un gran desgaste para sus dientes, que reemplaza regularmente. Además, cambia toda su dentadura inferior de golpe, en lugar de diente a diente. Se calcula que un tiburón tollo cambia unas 15 veces su dentadura inferior lo que supone entre 435 y 465 dientes.
Para hacer frente a esta importante inversión de recursos, se cree que el tiburón ingiere los antiguos dientes, lo que le permite reciclar el calcio que contienen.
El pez está cubierto de fotóforos productores de luz en su parte inferior con los que brilla en la oscuridad. Cuando otros depredadores ven este brillo en las profundidades, se dirigen para comprobar su procedencia y, en ese momento, el tiburón los ataca de costado.
No es considerado muy peligroso para los humanos, pero a veces ataca a nadadores, buzos, supervivientes de naufragios y submarinos. Sí, submarinos.
Durante la década de 1970, varios sumergibles de la Marina de EE.UU. se vieron obligados a regresar a sus bases para reparar los daños causados por mordeduras del tiburón en las cubiertas de neopreno de las cúpulas de sus sonares y dejaba en tilt a las naves.
El problema se resolvió instalando cubiertas de fibra de vidrio sobre las de neopreno.
En la década de 1980, unos 30 submarinos estadounidenses también fueron dañados por mordeduras de tollos cigarros, que atacaron principalmente cables eléctricos con cubierta de goma. De nuevo la fibra de vidrio fue la solución.