En 2017 casi un millón de pingüinos rey desaparecieron de la mayor colonia conocida

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La Île aux Cochons (la Isla de los cerdos) es una roca fría y solitaria a medio camino entre Madagascar y la Antártida. Forma parte de las Tierras Australes Francesas y, durante décadas, sus 64 km2 de tierras volcánicas fueron el epicentro de la mayor colonia de pingüinos rey del mundo.

Sin embargo, en 2017 una serie de fotografías satelitales hicieron saltar todas las alarmas: la isla estaba “vacía”. Casi 900.000 de estos pájaros, un 90% de la colonia según las fuentes disponibles, habían desaparecido sin más. Algo estaba pasando y no tenía pinta de ser nada bueno.

El problema es que ir hasta allí no era algo precisamente sencillo. No es solo que para encontrar la última expedición científica en la isla había que retroceder 37 años atrás, sino que el aislamiento del archipiélago Crozet es tan grande que requiere movilizar grandes cantidades de recursos (que incluyen barcos, 700 kilos en equipos y hasta un helicóptero) para estancias muy cortas. Contra viento y marea, Weimerskirch y Bost consiguieron ponerla en marcha.

Cinco días en el fin del mundo

Así fue como un helicóptero del barco de investigación ‘Marion Dufresne’ dejó a estos dos investigadores del CNRS francés y su equipo en la isla en noviembre de 2019, en plena temporada de anidación del pingüino rey. No había tiempo que perder: tenían, como máximo, cinco días para averiguar qué había pasado con los pingüinos, pero la meteorología cambiante de la región podía obligarles a abandonar todo en cuestión de horas.

Tras constatar que, efectivamente, solo quedaban unos pocos miles de pingüinos, los investigadores instalaron trampas, cámaras y sistemas de visión nocturna para buscar gatos, conejos y ratas. Estos eran los principales sospechosos: lamentablemente para los ecosistemas isleños, la llegada de barcos a sus costas puede ocasionar la introducción de depredadores que hagan estragos.

No encontraron señales de ninguno de esos animales. De hecho, no encontraron heridas en los pingüinos que quedaban en la isla, como tampoco identificaron señales en los huesos que pudieron desenterrar. Los análisis de sangre y de plumas tampoco encontraron ninguna enfermedad o parásito que pudiera explicar el desplome de la población aviar.

Otra opción a barajar era que los pingüinos sencillamente se hubieran mudado a alguna de las islas “cercanas” del archipiélago. Sin embargo, sus análisis in situ y con imágenes de satélites mostraban que, aunque algunas colonias habían crecido, solo lo habían hecho en 17.000 parejas. Un número a todas luces insuficiente para explicar el misterio.

Tras darle muchas vueltas, la única explicación plausible estaba en el océano. Como parte de la expedición, los investigadores marcaron con detectores gps a varios pingüinos. Se sabe desde hace años, que esta especie es capaz de alejarse más de 250 kilómetros para alimentarse. El problema es que estos pingüinos parecían estar alejándose aún más.

Según creen los investigadores, la Île aux Cochons se había convertido en la capital mundial del pingüino rey porque estaba relativamente cerca la línea de “convergencia antártica”; el lugar donde las aguas frías del océano antártico se sumergen bajo las aguas tibias de los océanos circundantes. Esa zona es especialmente rica en criaturas marinas (de las que se alimentan los pingüinos).

Esa línea de contraste térmico no es estática. Es más, cambia constantemente, pero durante siglos se mantuvo relativamente estable a la distancia que un pingüino rey puede hacer sin problemas. Según los investigadores franceses, desde hace décadas esa línea está cada vez más al sur y esa parece la causa más probable del misterio: los pingüinos no pueden ir y volver a la zona de convergencia para alimentarse.

Aún queda mucho que investigar, pero tardaremos en saber qué ha pasado. Pese a la desaparición de todos estos animales, el pingüino real es una de las pocas especies que no está en peligro (es más, sus cifras van mejorando poco a poco). Eso limita los esfuerzos por entender situaciones como las de la Île aux Cochons. Es razonable (teniendo en cuenta las limitaciones financieras que existen); no obstante, es bueno estar atentos a aquella región de los mares del sur, como vemos hay mucho que aprender aún.

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