Un ave monstruosa. No hay otra forma de describir a la especie de pingüino recién descubierta en la costa este de la Isla Sur de Nueva Zelanda. Los restos fósiles de estos pingüinos gigantes se remontan a hace 57 millones de años. Con casi 160 kilos de peso, pesaba tanto como un gorila adulto actual y es el pingüino más pesado conocido por la ciencia.
Pingüinos prehistóricos
Alan Tennyson, paleontólogo del Museo de Nueva Zelanda Te Papa Tongarewa, descubrió los huesos de aves marinas de gran tamaño en 2017. Fueron depositados en una playa conocida por grandes concreciones en forma de bala de cañón llamadas Moeraki Boulders. Gracias al poder de las mareas, quedaron al descubierto fragmentos de huesos fosilizados en su interior. Al analizarlos, quedó claro que había tres nuevas especies de pingüinos y una de ellas probablemente más grande que cualquier miembro conocido de la familia de estas simpáticas aves no voladoras.
“Los fósiles nos aportan evidencia de la historia de la vida y, a veces, esa evidencia es realmente sorprendente”, explica Daniel Field, del Departamento de Ciencias de la Tierra de Cambridge. “Muchos de los primeros pingüinos fósiles alcanzaron tamaños enormes, eclipsando fácilmente a los pingüinos más grandes que existen hoy en día”.
Los investigadores describen estos pingüinos gigantes prehistóricos en la revista Journal of Paleontology. Llamaron al pingüino más grande Kumimanu (una mezcla de las palabras maoríes para “monstruo” y “pájaro”) fordycei, en honor al Dr. R. Ewan Fordyce, profesor emérito de la Universidad de Otago; y llamaron al pingüino más pequeño Petradyptes (“buceador de rocas”) stonehousei.
“Ewan Fordyce es una leyenda en nuestro campo, pero también uno de los mentores más generosos que he conocido. Sin el programa de campo de Ewan, ni siquiera sabríamos que existieron muchas especies fósiles icónicas, por lo que es correcto que tenga su propio pingüino homónimo”, aclara uno de los investigadores.
Pesando los especímenes
Los investigadores calcularon el peso de las dos especies recién descubiertas en función del tamaño y la densidad de sus huesos en comparación con los de los pingüinos modernos, creando modelos tridimensionales. De esta manera, P. stonehousei habría pesado alrededor de 50 kilogramos, un poco más que el peso de los pingüinos emperador (Aptenodytes forsteri) vivos y K. fordeycei habría pesado más de tres veces esta cifra, inclinando la balanza a la friolera de 160 kg.
Ambas especies tenían aletas relativamente primitivas cuyas uniones musculares revelan su descendencia de aves voladoras.
Y parece que el tamaño les transmitía ciertas ventajas en el agua. “Los pingüinos eran tan grandes que los hacía más eficientes en el agua. Un pingüino más grande podría capturar presas más grandes y, lo que es más importante, habría sido mejor para conservar la temperatura corporal en aguas frías”, exponen los autores.
Cuando la colisión del asteroide de Chicxulub hace unos 66 millones de años acabó con los dinosaurios no aviares, los mamíferos aún eran pequeños y terrestres. Pero al desaparecer los reptiles marinos gigantes quedó un hueco que, al parecer, llenaron también los pingüinos, creciendo hasta una talla bastante impresionante. La ausencia de grandes competidores dio a los pingüinos espacio para crecer. Aunque no sabemos si hubo pingüinos aún más grandes o incluso si los restos encontrados evidencian únicamente a un espécimen particularmente gigante.
“Kumimanu fordycei habría sido una vista completamente asombrosa en las playas de Nueva Zelanda hace 57 millones de años, y la combinación de su gran tamaño y la naturaleza incompleta de sus restos fósiles la convierte en una de las aves fósiles más intrigantes jamás encontradas”, expone Daniel Field, quien también es conservador de ornitología en el Museo de Zoología de Cambridge. “Con suerte, los futuros descubrimientos de fósiles arrojarán más luz sobre la biología de este asombroso pingüino primitivo”.