Un equipo de investigadores, liderado por Martin Qvarnstrom, de la Universidad de Uppsala en Suecia, creó un modelo tridimensional de un fragmento de heces supuestamente pertenecientes a un Silesaurus opolensis con el fin de conocer su dieta y dimensiones. Este ancestro de los dinosaurios habitó en lo que ahora es Polonia hace entre 237 y 227 millones de años, en el período Triásico.
Lo que llamó la atención de los paleontólogos fueron los fósiles bien conservados de escarabajos que había dentro del coprolito. Los insectos tenían sus patitas y antenas totalmente intactas.
A new 230-million-year-old beetle species has been discovered in fossilized dinosaur droppings. This find suggests that fossilized poop, or coprolites, can be a useful alternative to amber for finding ancient insects. @CurrentBiology https://t.co/seRTJgaj4j@EvoBioUppsala pic.twitter.com/oUOh4Witt4
— Cell Press (@CellPressNews) June 30, 2021
Al examinarlos más de cerca mediante microtomografía de sincrotrón, los autores del estudio llegaron a la conclusión de que pertenecían a una especie nunca antes observada, a la que bautizaron como Triamyxa coprolithica. Su nombre hace referencia al Triásico y al hecho de que pertenece al suborden Myxophaga.
😉 Hot sh*t: Synchrotron microtomography reveals extinct beetle 3D-preserved in fossilized dinosaur feces.
Quarnström et al 2021 @CurrentBiology Exceptionally preserved beetles in a Triassic #coprolite of putative dinosauriform originhttps://t.co/Z4UsGuo5DH pic.twitter.com/e32XBO8iAq
— Prof. Christine Böhmer (@VertEvo) July 1, 2021
El escarabajo, de 1,5 milímetros de longitud, “probablemente vivía en ambientes húmedos o semiacuáticos, al igual que sus parientes modernos”.
Los investigadores opinan que el hallazgo podría contribuir a saber más sobre la evolución temprana de estos insectos, y es que la formación masiva de ámbar solo comenzó en el Cretácico superior, o hace entre 100 y 66 millones de años.
Se cree que el Silesaurus opolensis tenía una especie de pico en la punta de sus mandíbulas que utilizaba para picotear insectos del suelo. Pero si bien aquel espécimen de dinosaurio ingirió varios ejemplares de T. coprolithica, es posible que también se alimentara de insectos más grandes. Los excrementos también contenían pequeños trozos ingeridos de otros alimentos.
“Este dinosaurio hizo un poco de trabajo de campo por nosotros”, bromea Qvarnstrom. El investigador subraya que él y su equipo “no hubieran podido encontrar estos insectos de otra manera”.