Sobre los pulpos, como sobre todos los animales que pueblan junto a nosotros el planeta, hay aún muchas incógnitas, pero la comunidad científica ya esta de acuerdo en que poseen una complejidad mental equiparable a la de los animales más inteligentes.
Son incluso capaces de jugar, y ya ha quedado patente su capacidad para manejar herramientas con fines previamente definidos, como escapar de un estanque o facilitar su camuflaje.
Mientras seguimos sorprendiéndonos con las habilidades que sobre ellos se van descubriendo, el consumo de pulpos se ha disparado. “No es un problema de seguridad alimentaria, sino una cuestión de lujo”, asegura Jeniffer Jacquet, profesora de Ciencias Ambientales de la Universidad de Miami, firmante de una carta que un centenar de científicos enviaron a las autoridades canarias pidiendo que no otorgaran las licencias para la primera macrogranja de cría de pulpos, planificada en Gran Canaria por Nueva Pescanova.
Dice la industria que es la única forma de satisfacer la demanda, pero Jacquet no es la única que piensa que son los intereses económicos los que generan esa demanda para lucrarse al satisfacerla, aunque sea a costa de criar en cautividad animales salvajes, inteligentes, sensibles, como mostró el documental Lo que el pulpo me enseñó.
Sabemos que los cerdos son tanto o más inteligentes que los perros, y es solo una cuestión cultural la que nos lleva a comernos a unos y amar a los otros, ver a unos solo como “salchichas” o “beicon” y combatir cualquier forma de maltrato contra los otros, lo que nos impulsa a querer saber más sobre los perros pero no sobre los cerdos, si no es para rentabilizar aún más su explotación o encontrar para ellos nuevas áreas de martirio.
Si supiéramos que los cerdos juegan, generan lazos sociales, distinguen caras y voces, si viéramos sus miradas desbocadas cuando viajan hacinados al matadero y escucháramos sus gritos de terror cuando saben que van a morir, quizá tendríamos un problema para seguir comiendo sus cuerpos mutilados.
Sobre los pulpos ya sabemos lo suficiente como para impedir que su explotación derive en una industria tan macabra como la que explota a cerdos, vacas, gallinas o pollos, animales considerados “de granja” y por ello sin más opciones en nuestra sociedad que nacer para morir.
A diferencia de esos otros animales, los pulpos tienen un Día Mundial, que fue el 8 de octubre. Coincidiendo con ello, más de noventa ONGs y personas expertas de diferentes ámbitos han dirigido una carta al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para pedirle que el Ejecutivo deje de financiar una actividad “cruel” e “insostenible”.
Coincidiendo con esta fecha, Compassion in World Farming ha publicado una investigación que revela el gasto de países de todo el mundo para desarrollar la cría de pulpo con fines de consumo, según la cual España es el que más dinero público ha destinado a este objetivo. La investigación estima un total de al menos 13,3 millones de euros de fondos públicos en investigación para desarrollar la cría del pulpo en granjas para consumo y calcula que el Gobierno español ha gastado al menos 9,7 millones de euros en desarrollar esta práctica.
Sin embargo, esta investigación muestra que la información sobre la financiación pública de los proyectos a menudo no está fácilmente disponible, lo que indica que las cantidades reales podrían ser mucho mayores, así como la necesidad de una mayor transparencia en el gasto público para que los gobiernos puedan asumir su responsabilidad.
Una encuesta realizada este año por Compassion y Eurogroup for Animals demostró que casi 8 de cada 10 personas (un 79%), en nueve países de la Unión Europea, están de acuerdo en que cuando se utiliza dinero público para financiar la cría de animales acuáticos solo deben ser apoyados sistemas “sostenibles”.
Es verdad que el término “sostenible” está muy desvirtuado por la ambigüedad con la que se utiliza cuando se quiere convencer a los consumidores de que una determinada actividad o producto es compatible con el medio ambiente, la biodiversidad o el “bienestar animal” (otro término también desvirtuado), pero en el caso de la cría de pulpos esa “sostenibilidad” es inviable desde todo punto de vista. Estamos hablando de criar en cautividad animales salvajes, de privarles, por tanto, de todo lo que supone vivir en libertad en su propio hábitat. Pero, además, dado que los pulpos son carnívoros, cuesta mucho pensar que alimentarlos en cautividad vaya a ser sostenible.
Una vez más, tememos encontrarnos no solo ante una barbaridad ética y un desastre medioambiental, sino ante un nuevo derroche de recursos para satisfacer una demanda inflada artificialmente. ¿Merece la pena todo este desastre por el placer en el paladar? La respuesta está clara, o debería estarlo.
Por todo ello, más de noventa ONGs y expertos, entre ellos el filósofo Peter Singer, Eurogroup for Animals, Ocean Born Foundation, World Animal Protection o la investigadora Jennifer Jacquet se han unido a Compassion para escribir al presidente del Gobierno español, pidiéndole que ponga fin a la financiación de la cría de pulpo y que tome medidas legislativas para prohibir esta práctica.
Además, organizaciones ecologistas y de protección animal, incluyendo Compassion in World Farming, Eurogroup for Animals y Greenpeace, entre otros, se reunieron frente al Congreso de los Diputados en Madrid para exponer las razones por las que debe pararse la primera granja de pulpos del mundo. Justo después, el diputado de Sumar Nahuel González, coportavoz de la Asociación Parlamentaria en Defensa de los Derechos de los Animales (APDDA), anunció en redes sociales el impulso de una proposición no de ley para parar esa macrogranja de pulpos.
La doctora Elena Lara, asesora sénior de Ciencia y Política de Compassion para la UE, intervino en el evento. “En este Día Mundial del Pulpo, instamos al Gobierno español y a otros gobiernos de todo el mundo a hacer lo correcto y detener la financiación de la cría de pulpo. Es probable que a la gente le indigne que sus impuestos, ganados con tanto esfuerzo, se gasten en confinar a estas fascinantes e inteligentes criaturas en granjas industriales, una práctica que además daña el medio ambiente”, denunció.
“Nuestra investigación también revela una falta de transparencia que hace difícil establecer cuánto dinero público se ha invertido en esta cruel práctica. Los gobiernos deberían ser más abiertos y responsables, y en lugar de financiar actividades que perjudican al medio ambiente, deberían poner fin a los sistemas de producción intensiva y financiar únicamente prácticas sostenibles que beneficien a los animales, a las personas y a nuestro planeta”, añadió.
Compassion lleva concienciando al mundo sobre la amenaza de la cría de pulpo desde 2021, cuando publicó un informe denominado ‘Cría intensiva del pulpo: Una receta para el desastre’. Más recientemente, la ONG sumó esfuerzos con Eurogroup for Animals para publicar el informe ‘Los riesgos medioambientales del pulpo al descubierto’, que expone las graves consecuencias medioambientales de la granja propuesta en Las Palmas de Gran Canaria, donde Nueva Pescanova planea criar aproximadamente un millón de pulpos al año para consumo humano.
El mes pasado, 100 científicos se unieron para pedir a los legisladores estadounidenses que mantengan a los pulpos en libertad, solicitando al Congreso de los Estados Unidos que apruebe la prohibición de la cría de pulpo en todo el país. Ya se han introducido prohibiciones en los estados de Washington y California, y se ha presentado un proyecto de ley al Congreso de los Estados Unidos que podría prohibir la cría comercial de pulpo en todo el país.
Este mismo viernes llegaban noticias sobre una posible paralización del proyecto, al considerarse “inviable”. Ojalá sea cierto. Ojalá esa macrogranja nunca vea la luz. Mientras esperamos la confirmación, seguiremos peleando por ver a los pulpos libres y en su hábitat, como seguimos peleando por el fin de la explotación de todos los demás animales, sometidos al despiadado engranaje de la industria.
Por Concha López
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