El ñandú petiso o de Darwin (Rhea pennata) es uno de los habitantes más emblemáticos de la estepa patagónica de Chile y también uno de los más vulnerables.
En décadas pasadas, la caza excesiva, la recolección de huevos, el cambio de uso del suelo para la ganadería y la destrucción de nidos llevaron a la especie al borde de la extinción. Pero en los últimos cuatro años, un innovador programa liderado por Tompkins Conservation ha ayudado a restaurar la población de esta ave icónica.
El ñandú petiso, ave parecida a un avestruz, no vuela pero puede correr a más de 50 kilómetros por hora gracias a sus patas alargadas y sus grandes alas, que se extienden detrás de su cuerpo. También recibe el nombre de Charles Darwin porque, durante un viaje a la Patagonia, el naturalista inglés estudió las diferencias entre esta especie y su pariente más cercano, el ñandú común (Rhea americana). Ambas aves comparten una parte de sus hábitats.
El Centro de Reproducción para la Conservación del Ñandú comenzó a operar en 2015 en el Parque Nacional Patagonia y es parte de un programa de restauración más amplio para contribuir a la recuperación de especies nativas y de sus ecosistemas.
Kristine Tompkins, presidenta de Tompkins Conservation y Embajadora de Áreas Protegidas del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, cuenta: “Este año hemos tenido una temporada de eclosión muy exitosa, con 22 polluelos nuevos en el Parque Nacional Patagonia, en el único centro de reproducción de esta especie en América del Sur”, según recoge el sitio del Programa para el Medio Ambiente de la ONU.
“En cuatro años de nuestro programa de restauración, se ha triplicado la población de esta especie en peligro de extinción, que llegó a un mínimo de 20 ejemplares en el Parque Nacional Patagonia”, agrega.
En mayo de 2019 tuvo lugar la tercera liberación de ñandúes en su hábitat natural como parte de esta iniciativa. 10 individuos fueron llevados a su ecosistema.
El objetivo del equipo de Tompkins Conservation es aumentar en al menos 30% la población silvestre de ñandúes de Darwin en el Parque Nacional Patagonia. Esta nueva área protegida, creada con una donación de tierra e infraestructuras de Tompkins Conservation, es la única en la región con un hábitat adecuado para la especie, y es el único parque nacional en Chile con un centro de reproducción para especies amenazadas.
La comunidad científica ha advertido cada vez más de la situación crítica y sin precedentes que enfrentan las especies silvestres y los ecosistemas a nivel mundial. El último informe de Evaluación Global de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), determinó que alrededor de un millón de especies de animales y plantas están en peligro de extinción, más que nunca en la historia de la humanidad.
“Ante la crisis de extinción global, la restauración de especies en peligro de extinción es un acto de vital importancia. Además, los ecosistemas funcionales y las áreas protegidas representan una de las estrategias más eficientes y de largo plazo para mitigar la crisis climática”, dice Doreen Robinson, experta en ecosistemas y vida silvestre de Programa de la ONU para el Medio Ambiente.
“El trabajo de restauración de biólogos y especialistas en nuestro equipo es de vital importancia”, dice Carolina Morgado, directora ejecutiva de Tompkins Conservation Chile, que también trabaja en la recuperación de poblaciones del puma y de los amenazados ciervos huemul, entre otros.