Según un estudio, las orcas viven más cuando tienen abuela

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Investigadores estadounidenses y británicos han analizado durante casi 50 años dos poblaciones de orcas sedentarias que viven frente a las costas occidentales de Canadá y EE UU. Tienen datos de 726 ejemplares, incluyendo edad aproximada, sexo, crías que han tenido, lazos de parentesco con abuelas y bisabuelas y muertes registradas en estas sociedades matriarcales.

Al menos desde los años ochenta también tienen información aproximada (basada en las capturas de los pescadores) de la abundancia anual de salmón real, la base alimenticia de estos cetáceos odontocetos.

Con toda esa información, los científicos pudieron comprobar la validez de la hipótesis de la abuela entre las orcas. Como en el resto de mamíferos, primero hay un efecto madre: las hijas de madres que mueren tienen una mayor probabilidad de seguir su camino en los siguientes 24 meses que aquellas que conservan a sus progenitoras. El efecto se reproduce en el caso de las abuelas.

Según publica la revista PNAS, la probabilidad de morir de las crías en los dos años siguientes a la muerte de su abuela es hasta 4,5 veces mayor que las jóvenes que la conservan.

“Las abuelas parecen desempeñar un papel importante ayudando a sus nietos“, explica el biólogo Daniel Franks, investigador de la Universidad de York (Reino Unido) y coautor del estudio. “Las hembras de más edad tienen experiencia en guiar a su familia hacia las zonas donde hay comida y, en anteriores trabajos, hemos comprobado que las hembras posreproductivas tienden a hacerlo, en especial en momentos de necesidad cuando el salmón escasea”, añade este especialista en el estudio de las orcas. De hecho, las probabilidades de muerte prematura de las crías huérfanas de abuela se disparan hasta las 6,7 veces más en los años de menor abundancia de salmones.

Entre las poblaciones de orcas sedentarias, tantos los hijos como las hijas permanecen junto a sus madres, aunque ellos salen del grupo para aparearse con hembras de otros grupos. Los machos suelen vivir unos 30 años. Mientras, las hembras alcanzan la madurez sexual a partir de los 10 años, llegando a la menopausia sobre los 40 y aún viven otros 40 años o más. Esas cuatro décadas son un extra para la supervivencia de su linaje a través de sus nietos.

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