Las tortugas gigantes de las Islas Galápagos en Ecuador están ingiriendo plásticos como consecuencia de la creciente ocupación humana y el inadecuado manejo de la basura, reveló un estudio publicado en Environmental Pollution, que encontró casi 50 veces más plástico en muestras de excrementos de tortugas que habitan lugares con presencia humana en comparación con las de zonas protegidas.
Santa Cruz, la isla del archipiélago que concentra más personas, fue el sitio de investigación. Ahí habita Chelonoidis porteri, también llamada tortuga del oeste de Santa Cruz, cuya caparazón supera los 1,5 metros de longitud y está catalogada como especie en peligro crítico por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Ainoa Nieto Claudín, la autora principal de la investigación, es veterinaria de fauna silvestre y lleva varios años analizando la salud de las tortugas terrestres en el archipiélago. Durante sus salidas de campo comenzó a notar, cada vez con mayor frecuencia, que el excremento de esos reptiles contenía residuos sintéticos.
“Incluso llegamos a observar en alguna ocasión una tortuga masticando un trozo de plástico, una funda”, dijo en entrevista con SciDev.Net la investigadora asociada al Zoológico de Saint Louis, en Estados Unidos, y la Fundación Charles Darwin en Ecuador. “Vimos que existía algún tipo de conflicto entre las tortugas y la basura que no se había estudiado antes”.
Para probar su hipótesis, Nieto Claudín y sus colegas examinaron 6.629 muestras de heces de Chelonoidis porteri que provenían tanto de zonas perturbadas por la presencia humana como de áreas bajo protección pertenecientes al Parque Nacional Galápagos.
Asimismo, cuantificaron y caracterizaron la presencia de basura como un indicador de la expansión humana en los lugares donde las tortugas dejaron rastro.
Según la científica, casi el 90 por ciento de la isla Santa Cruz está restringida al cuidado de la riqueza natural. Por eso, el comparativo realizado en el estudio “sirve para saber si realmente la figura de parque nacional está funcionando y cumple con esa labor de proteger un ecosistema”, destacó.
A partir del análisis, el diseño artificial que más encontraron en las deposiciones de las tortugas fue plástico (86,3 por ciento), seguido de tela, metal, papel y cartón, materiales para construcción y vidrio.
Las de los espacios urbanizados tuvieron 590 residuos plásticos, es decir, 3,97 objetos por kilogramo de excremento. En cambio, solo dos piezas de ese material fueron halladas en las muestras de territorio protegido, lo que equivale a 0,08 objetos por kilogramo de heces.
“Su digestión es muy lenta. Una tortuga puede tardar hasta 28 días en defecar lo que comió”, precisa Nieto Claudín. “No están encerradas, no tienen barreras. Entonces, lo más probable es que ese plástico que encontramos en las heces de la zona protegida las tortugas lo hayan ingerido desde la zona humana [porque] en ese tiempo pueden moverse mucho”, agregó.
De acuerdo con Robson Santos —profesor de la Universidad Federal de Alagoas en Brasil, quien no participó en el estudio—, este trabajo contribuye a comprender el vínculo entre la ascendente contaminación por plástico y su impacto en la vida silvestre. Además, pone el foco en los animales terrestres, que a menudo están subrepresentados en las pesquisas de este tipo.
“Dada la ubicuidad de ese material y el aumento de reportes sobre animales que lo ingieren, los resultados no me sorprenden. Sin embargo, las tortugas gigantes no estaban entre las 1.565 especies de las que encontramos informes de ingesta durante nuestra revisión publicada en 2021”, comentó Santos a SciDev.Net en un correo electrónico.
¿Ya conoces nuestro canal de YouTube? ¡Suscríbete!