Una minoría de países que cazan ballenas amenazan el esfuerzo global de conservación

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Dos países lideres en la caza de ballenas, Noruega y Japón, lograron bloquear la creación de un santuario de ballenas en el Atlántico Sur que cuenta con el apoyo de 40 naciones.

Una propuesta de crear este santuario, impulsada por estados latinoamericanos —entre ellos, Argentina y Brasil— fue sometida a votación en la 69ª reunión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), que acogió la semana pasada la ciudad de Lima (Perú). Un solo voto hizo que la iniciativa no prosperara, algo que lamentaron los países impulsores, así como las organizaciones conservacionistas presentes en el encuentro (CBI69).

La CBI se creó en 1946 bajo el marco legal de la Convención Internacional para la Regulación de la Caza de Ballenas, que se refiere tanto a la caza comercial como a la “de subsistencia aborigen” o a la de “permiso especial” (científica). Cuenta en total con 88 estados miembro, pero no todos tienen derecho a voto en las decisiones. Para poder votar tienen que haber pagado sus cuotas de membresía, que en todo caso están adaptadas a las condiciones de cada país.

Las partes de la CBI llevan 25 años valorando crear un santuario que dejaría al Atlántico Sur fuera de los límites permanentes para la caza de ballenas y aspiraría a mejorar la cooperación regional, pero la propuesta “siempre ha sido bloqueada por las naciones pro-caza”, señalan desde el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW, por sus siglas en inglés).

En la CBI69 de la capital peruana, la propuesta necesitaba el “sí” de tres cuartos de los países para salir adelante. De 57 naciones que pudieron votar (aquellos que no tienen deudas por sus cuotas), 40 estuvieron a favor del santuario, pero 14 dijeron “no”, y tres países se abstuvieron. Entre estos últimos, para sorpresa de muchos, Islandia.

Con que uno de esos “noes” hubiera sido un sí, la propuesta de santuario habría prosperado.

“Hace dos años los estados pro-balleneros abandonaron la sala de conferencias para que no se pudiera votar porque no había suficientes estados miembros presentes”, precisa a la agencia EFEverde Nicolas Entrup, director de relaciones internacionales de la ong OceanCare. Este año, cuenta Entrup desde Lima, existía la preocupación de que se repitiera la misma situación. Sin embargo, las naciones pro-caza de ballenas estuvieron presentes y votaron en contra.

Lo llamativo es que, de esos 14 estados que rechazaron la propuesta, sólo uno practica la caza de ballenas (en inglés, ’whaling’).

Tres países cazadores

Los únicos tres países que cazan ballenas con fines comerciales son Noruega, Islandia y Japón. Japón no es miembro de la CBI, pero lleva delegación a estas reuniones y ejerce influencia sobre muchas naciones con las que tiene acuerdos pesqueros, algunos de ellos islas del Caribe y del Pacífico, explica a EFEverde Matt Collis, experto en política internacional de IFAW.

Noruega, que sí es miembro, votó en contra de la propuesta de santuario impulsada por Argentina y el bloque latinoamericano, mientras que Islandia, de la que se esperaba también un posicionamiento contrario al santuario, se abstuvo.

Junto con Noruega, votaron en contra del santuario Antigua y Barbuda, Benín, Camboya, Costa de Marfil, Guinea, Laos, las Islas Marshall, Marruecos, Nauru, Palau, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y Togo.

“Japón también tiene una fuerte influencia en países de África occidental. Países como Guinea, Benín o Costa de Marfil están en el campo de los intereses predominantes, lo que es particularmente estúpido porque nunca ha habido caza de ballenas por parte de los pueblos de África Occidental en esas aguas. Así que es bastante extraño”, valora Entrup.

Antes de que tengan lugar los encuentros de la CBI, los funcionarios y consultores japoneses asisten “con frecuencia” a reuniones de la Conferencia Ministerial por la Cooperación Pesquera entre los Estados Africanos ribereños del Océano Atlántico (ATLAFCO), aducen desde OceanCare. “De hecho, en la sesión preparatoria ATLAFCO/CBI de 2021, representantes japoneses presentaron sus objetivos y recomendaciones a los funcionarios participantes”.

En una reunión que acogió Casablanca (Marruecos) en julio para fijar “una estrategia común” de cara a la CBI69, los miembros de ATLAFCO en mora en sus cuotas de membresía a la CBI expresaron su deseo de que Japón, “en tanto socio destacado de ATLAFCO”, apoyara financieramente a estos países para el pago de sus cuotas “a fin de restaurar sus derechos a voto”, como recogió la agencia de información medioambiental Afrique Environnement Plus.

La protección de los cetáceos

¿Y por qué Argentina y Brasil están liderando esta lucha contra la caza de ballenas? Entrup argumenta que los países del bloque latinoamericano tienen una fuerte opinión contra el whaling porque ha llevado a un declive poblacional de estos cetáceos en el Atlántico Sur. Para muchos países del continente, arguye el experto, la prioridad es preservar actividades como el avistamiento de ballenas, pues es una fuente de ingresos ligada a un turismo más sostenible.

“La propuesta del santuario del Atlántico Sur significaría colaborar entre los continentes africano y latinoamericano, para intensificar la investigación, los proyectos de conservación y los esfuerzos conjuntos. Habría sido increíble. Así que es un resultado muy triste”, agrega.

Moratoria sobre la caza comercial

También se esperaba que se sometiera a votación en la CBI69 una propuesta para levantar la moratoria sobre la caza de ballenas que opera desde hace cuarenta años en el mundo pero que Noruega e Islandia, pese a ser estados miembros de la CBI, logran esquivar. Sin embargo, Antigua y Barbuda, el país que iba a plantear esta propuesta, terminó retirándola antes de votación en vista de la falta de apoyos.

La moratoria se aprobó en 1982, y entró en vigor en 1986. “Evitó la extinción de algunas especies de grandes ballenas y permitió que ciertas poblaciones se recuperaran”, recalcan desde OceanCare en un informe.

Para Entrup, se trata del “mayor éxito del movimiento de conservación de especies en el mundo” ya que, para una “amplia gama de especies de ballenas” prohíbe la caza con fines comerciales. “Apenas existe una decisión comparable a escala mundial. Es realmente un hito en la historia de la conservación”, subraya el especialista.

Se estima que durante el siglo XX se mataron unas 2,9 millones de ballenas en operaciones de cacería comercial, algo que diezmó las poblaciones a nivel mundial.

“Dadas las significativas cifras de cacería ilegal y no reportada, es probable que los niveles de disminución sean incluso mayores”, indica el documento de OceanCare, que pone en valor además a estos mamíferos marinos como aliados en la lucha contra la crisis climática: “los cetáceos vivos, en particular las ballenas (que son grandes y longevas), son un componente importante del ciclo del carbono del océano, al actuar como eficientes almacenadores de carbono de la biomasa que ingieren”.

“Después de su muerte, los cuerpos se hunden en el fondo oceánico, lo que evita que el carbono liberado durante los procesos de descomposición llegue a la atmósfera. Al reducir las poblaciones de ballenas, la cacería comercial redujo la capacidad de almacenamiento de carbono de los océanos. Se estima que las grandes ballenas de hoy almacenan 9,1 millones de toneladas de carbono menos de lo que almacenaban las poblaciones de grandes ballenas antes del advenimiento de la cacería industrial”.

Aunque sus poblaciones en muchos casos lograron recuperarse, estos cetáceos se enfrentan hoy a múltiples amenazas: desde la colisión con buques hasta la caza, pasando por los enredos en artes de pesca, la captura incidental, el calentamiento de los océanos o la contaminación marina. Además, las ballenas tienen una tasa de reproducción muy baja, pues crían cada tres o cuatro años, lo que supone un desafío añadido a su conservación.

Noruega e Islandia

Entonces, si hay una moratoria que ya prohíbe la caza comercial de ballenas, ¿Cómo pueden Noruega e Islandia, ambos miembros de la CBI, seguir llevando a cabo esta práctica? En 1982, Noruega objetó la moratoria, y sólo en el año siguiente a su entrada en vigor mató a 752 ballenas. El país escandinavo impulsó programas de cacería comercial bajo objeción, y algunos también bajo “permiso especial” con “fines de investigación científica”. Desde 1986, Noruega ha cazado cerca de 17.000 ballenas, según los datos que maneja la CBI.

Islandia, por su parte, no objetó a la moratoria, y por tanto debía respetarla. Pero se las apañó —saliéndose incluso de la CBI y reingresando una década después— para seguir cazando ballenas con fines comerciales pero “bajo permiso especial”. Sólo desde 2006 Islandia ha matado a 1.024 rorcuales (una especie de ballena clasificada como “vulnerable” a nivel global en la Lista Roja de la UICN) y a 454 ballenas minke.

La mayor parte de los productos de ballena tanto de Islandia como de Noruega se exportan a Japón, pese a que la CBI establece que estos deberían utilizarse “fundamentalmente para consumo local”. En el caso del rorcual, la CBI sólo permite la caza limitada de estos animales al oeste de Groenlandia para la “subsistencia aborigen”.

“Señales alentadoras”

Una buena noticia, para los ecologistas y defensores de los animales, fue la abstención de Islandia en la votación del santuario propuesta por el “grupo de Buenos Aires”.

Mientras que el país nórdico siempre se había posicionado con los estados balleneros, “por primera vez se ha abstenido, y eso supone una mejora”, arguye Entrup. “Es una gran declaración por parte de Islandia decir que ahora no se involucra. El actual gobierno está llevando a cabo una revisión de la política de caza de ballenas y es probable que veamos un cambio”, celebra.

En el mes de junio, Islandia concedió nuevas licencias para la caza de rorcuales en 2024, algo que resultó en fuertes críticas por parte de la sociedad civil.

Pero Collis, desde IFAW, matiza que en la práctica esas licencias no han permitido la caza de ballenas, pues se concedieron “demasiado tarde” para la temporada habitual, “que suele arrancar en primavera”, precisa. Así, sostiene que en 2024 “no ha cazado ninguna ballena”.

También Collis siente esperanzas tras constatar un “creciente rechazo” al whaling por parte de la opinión pública islandesa, y después de la abstención en la votación de Lima: “Es difícil especular, pero vemos señales alentadoras”.

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