El olivo desafía al frío: crece con fuerza en Río Negro

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En el este de Río Negro, una región tradicionalmente poco asociada a cultivos mediterráneos, el olivo desafía al frío echando raíces con firmeza. Gracias a un estudio de largo plazo realizado por el INTA Valle Inferior, se confirmó la adaptabilidad de varias variedades de Olea europaea a las condiciones climáticas templado-frías de la Norpatagonia, abriendo nuevas posibilidades para la olivicultura argentina.

Originario de Medio Oriente, el olivo fue introducido en Argentina en el siglo XVI, aunque su auge llegó recién con los inmigrantes europeos a fines del siglo XIX. En la actualidad, provincias como Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza lideran la producción nacional, pero el escenario empieza a cambiar con la exploración de nuevas zonas, como el Valle Inferior del Río Negro.

Desde 2007, la Estación Experimental Agropecuaria Valle Inferior (EEAVI) lleva adelante un proyecto de evaluación varietal, en el que se analizaron 24 variedades de olivo —la mayoría con aptitud aceitera—, procedentes de otras regiones productivas como Catamarca y Mendoza. El objetivo: determinar su comportamiento frente a condiciones adversas como heladas invernales, escasas precipitaciones y amplitud térmica.

Planta de olivo. Foto: Wikipedia.
Planta de olivo. Foto: Wikipedia.

Aceites de alta calidad desde zonas frías

A pesar de los desafíos climáticos, los resultados fueron alentadores. Se comprobó que muchas de estas variedades no solo sobreviven, sino que prosperan en el ambiente patagónico, generando aceites de alta calidad: más densos, con notas amargas y picantes, ricos en ácido oleico y polifenoles, compuestos clave para la estabilidad y el perfil organoléptico del producto.

“El contenido de ácido oleico y polifenoles es notablemente alto en estas zonas, lo que confiere al aceite mejores propiedades de conservación y sabor”, señalaron desde el equipo de investigación.

Además del rendimiento, el estudio evaluó aspectos como floración, maduración, resistencia a heladas y calidad del aceite. Variedades como I 18-20, Frantoio, Arbequina, Changlot Real, Koroneiki y Peranzana mostraron un excelente comportamiento productivo, con proyecciones superiores a las 10 toneladas por hectárea. Las variedades introducidas en 2015 —como Genovesa, Dritta y Villalonga— también presentaron buenos rendimientos, aunque se continúa su seguimiento para validar resultados.

El olivo, un éxito de cultivo

La investigación fue liderada por Silvia Gallo, quien remarcó que el éxito del cultivo en esta región depende de una correcta elección varietal y del sitio de plantación. Factores como la cercanía al mar, la topografía y el acceso a agua para riego son determinantes para mitigar el riesgo de heladas y asegurar el desarrollo del olivar.

La información recopilada fue publicada en el documento “Evaluación del comportamiento de variedades de olivo en el este de la Norpatagonia”, disponible en la biblioteca digital del INTA Valle Inferior, y se ofrece como guía técnica para productores, inversores y técnicos interesados en impulsar el cultivo en esta región emergente.

Con esta investigación, el INTA apuesta a diversificar la matriz productiva del país y demostrar que, incluso en zonas frías, el olivo puede dar frutos de calidad excepcional.

Campo de olivos. Foto: Wikipedia.
Campo de olivos. Foto: Wikipedia.

Los beneficios del olivo para el medio ambiente

El olivo ofrece varios beneficios ambientales, como la captura de CO2, la prevención de la erosión del suelo, la conservación de la biodiversidad y la regulación del clima. Además, contribuye a la sostenibilidad agrícola y puede generar energía renovable a través de sus subproductos. 

Beneficios ambientales del olivo

  • Captura de CO2: Los olivos absorben dióxido de carbono de la atmósfera durante la fotosíntesis, lo que ayuda a mitigar los efectos del cambio climático. 

  • Prevención de la erosión del suelo: El follaje de los olivos ayuda a proteger el suelo de la erosión, lo que favorece el desarrollo de la agricultura y la conservación del suelo. 

  • Conservación de la biodiversidad: Los olivares brindan hábitat a diversas especies de plantas, aves, mamíferos, reptiles y anfibios, promoviendo la biodiversidad. 

  • Regulación del clima: Los olivos contribuyen a regular el clima local, reduciendo la temperatura y la humedad, lo que puede ayudar a mitigar los efectos del cambio climático. 

  • Sostenibilidad agrícola: Los olivares pueden ser parte de sistemas agrícolas más sostenibles, con prácticas como la agricultura ecológica que promueven la biodiversidad y la salud del suelo. 

  • Energía renovable: Los subproductos del olivo, como el orujo y los huesos de aceituna, pueden utilizarse como biocombustible, lo que contribuye a la generación de energía renovable

Fuente: Río Negro.

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