La Agencia Europea del Medio Ambiente publicó el informe La importancia de restaurar la naturaleza en Europa. En él se cuantifica el estado de los ecosistemas europeos y se concluye que el 81 % de los hábitats protegidos, el 39 % de las aves protegidas y el 63 % de otras especies protegidas están en un estado deficiente o malo, y que urge tomar medidas para cambiar las tendencias negativas.
Vista la situación, tenemos que centrarnos en restaurar los ecosistemas, empleando las técnicas que la ecología de la restauración ha desarrollado en las últimas décadas.
Las otras tres erres
Desde hace unas décadas se habla a menudo de la necesidad de emplear las tres erres del desarrollo sostenible: reutilizar, reciclar y reducir, de tal manera que los recursos que necesitamos para nuestra vida no se desperdicien. Se trata de usarlos una y otra vez y, cuando no sea posible reutilizarlos, disminuir al máximo el consumo. Esto es factible con pequeños gestos cotidianos, y sólo hace falta que tomemos conciencia de nuestra capacidad como individuos.
Pero además de esas tres erres, también se habla ahora de otras tres:
- reservar espacios para la conservación de la biodiversidad;
- reconciliar el uso del espacio para que no sólo tengan cabida en nuestras ciudades y pueblos las personas y sus mascotas, dejando espacio para la vida salvaje;
- restaurar aquello que se ha perdido, porque la naturaleza tiene una capacidad inmensa para recuperarse después de las perturbaciones (lo lleva haciendo desde que surgió la vida).
Una inversión de futuro
Muchos argumentarán que restaurar ecosistemas es algo que no podemos permitirnos porque sus costos son muy elevados. Sin embargo, mientras que los costos en Europa se han estimado en 154 billones de euros, los beneficios serán de unos 1 860 billones, según datos del informe citado al principio. Así que claramente se trata de una inversión de futuro. Solo hace falta voluntad política. Y la voluntad política depende de los ciudadanos. Así que está en nuestras manos.
Con más de 8 000 millones de personas en el planeta, no es posible ignorar el peso de nuestra especie. Pero no sólo tenemos capacidad destructora, sino que también somos restauradores en potencia.