A raíz del cambio climático y sus devastadoras consecuencias asociadas, el sector agrícola se enfrenta a retos sin precedentes. Las amenazas contra la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia de millones de agricultores en todo el mundo no dejan de crecer y la agricultura tradicional es incapaz de ajustarse a la nueva realidad. Asimismo, la propia agricultura es una importante fuente de gases de efecto invernadero.
En respuesta a este problema, la agricultura sostenible ha surgido como un enfoque crucial para mitigar este impacto y garantizar una viabilidad a largo plazo en la producción de alimentos. Su combinación entre estrategias innovadoras y el uso de tecnología de vanguardia, como la monitorización de cultivos agrícolas, puede ayudar a mejorar la resiliencia y proteger el medioambiente.
Desafíos que plantea el cambio climático para la agricultura
En función de la región y de la temporada, el cambio climático puede dificultar la producción de alimentos de diversas formas. La más habitual está relacionada con el aumento de la temperatura, que puede provocar estrés térmico en los cultivos y disminuir su rendimiento. Además, estos cambios en la temperatura pueden provocar alteraciones en las temporadas de cultivo, haciendo que algunas zonas dejen de ser aptas. En esa misma línea, el cambio climático favorece la aparición de fenómenos climatológicos extremos con una mayor frecuencia e intensidad, causando grandes daños no solo a los cultivos, también al suelo y la infraestructura local.
El agua, un elemento vital, también se ve alterado por el cambio climático. Los cambios en los patrones de precipitación y el aumento de las tasas de evaporación pueden provocar escasez de agua en ciertas zonas, afectando al riego y, por tanto, a la producción. Por último, todos estos cambios mencionados anteriormente favorecen la proliferación de plagas y enfermedades, cuyos efectos pueden ser devastadores.
Agricultura sostenible: la solución para el futuro
De entre las diferentes opciones disponibles, la agricultura sostenible es la que mejor satisface las necesidades actuales de conseguir más alimentos con menos recursos, al mismo tiempo que se piensa en la salud medioambiental, la rentabilidad económica y la equidad a nivel social.
Algunas de las prácticas e innovaciones que modelan la denominada agricultura sostenible son:
- Agricultura de precisión: Para conseguir una agricultura lo más optimizada posible, la tecnología juega un papel clave. La combinación del seguimiento de cultivos por satélite mediante teledetección, tecnologías de posicionamiento y georreferencia como el GPS o los SIG, y la tecnología de tasa variable (VRT) dan lugar a una gestión correcta. La teledetección ayuda a obtener datos detallados sobre la salud de los cultivos, las condiciones del suelo y los patrones climáticos. Con ayuda del GPS y los SIG se puede crear un mapa de cultivos con las diferentes zonas de un campo de acuerdo a su productividad. Y la VRT permite determinar la cantidad de insumos a aplicar en cada una de las zonas del campo.
- Diversificación de los cultivos: La dependencia en un solo tipo de cultivo genera una dependencia y un mayor riesgo para el agricultor, especialmente cuando hablamos de plagas y enfermedades. Al combinar 2 o más cultivos, la presión de plagas y enfermedades disminuye y aumenta la resistencia a las variaciones climáticas. Las técnicas más comunes son los cultivos intercalados (2 o más cultivos al mismo tiempo en un campo) o la rotación de cultivos.
- Agricultura ecológica: El uso de productos sintéticos genera dependencia a largo plazo en las plantas y afecta al medioambiente. Esta variación de la agricultura sostenible busca mantener la fertilidad del suelo y el equilibrio ecológico mediante procesos naturales. Por ejemplo, las leguminosas pueden restaurar los niveles de nitrógeno del suelo que otros cultivos han agotado anteriormente. Otras prácticas, como el uso de compostaje o los cultivos de cobertura, también son ampliamente usadas.
- Gestión del agua: Teniendo en cuenta que cada vez son más las regiones con escasez de agua, hacer un uso responsable y adecuado del agua es crítico. Reutilizar el agua de lluvia o sustituir el riego general por prácticas más responsables, como el riego por goteo, deben adoptarse a nivel global cuanto antes.
- Cultivos resistentes: Aunque todavía existe cierta controversia respecto a las modificaciones genéticas, lo cierto es que los avances en biotecnología y genómica están acelerando el desarrollo de este tipo de cultivos. Gracias a estas modificaciones, estos cultivos poseen una mayor resistencia contra plagas, enfermedades, el calor o la falta de agua.
- Captura de carbono: De entre los gases de efecto invernadero, el CO2 es uno de los más perjudiciales, por lo que el secuestro del dióxido de carbono atmosférico en el suelo es una de las prácticas que más atención van a recibir en los próximos años. Para lograrlo, mejorar la salud del suelo añadiendo materia orgánica se antoja clave. El uso de compostaje y los cultivos de cobertura son 2 excelentes prácticas. Asimismo, la labranza de conservación preserva la estructura del suelo y evita que el carbono orgánico del suelo (SOC) se escape de nuevo a la atmósfera.
Además, conseguir el apoyo de la comunidad e instar a los gobiernos a tomar medidas que favorezcan la agricultura sostenible puede servir como impulso para fomentar la adopción de prácticas sostenibles y mejorar la investigación agrícola.
El futuro de la agricultura pasa, irremediablemente, por la adopción de prácticas y tecnologías innovadoras que promuevan la resiliencia, la eficiencia y la salud medioambiental. La monitorización de cultivos por satélite, sumada a una gestión eficiente del agua, el secuestro de carbono y otras prácticas agrícolas más eficientes que las tradicionales pueden garantizar la sostenibilidad a largo plazo de la producción de alimentos. La colaboración entre políticos, investigadores y comunidades agrícolas será crucial para lograr esta transformación.
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