En un predio lindante con el Parque Nacional Iguazú hay un circuito de senderos entre la tupida selva misionera que pasa junto a grandes jaulones, corrales y habitáculos con especies autóctonas en cautiverio, pero destinadas -la mayoría- a ser liberadas luego de su curación y readaptación a la naturaleza.
Allí, el turista puede ver de cerca águilas, jabalíes, nutrias, lechuzas, arpías y monos, que llegaron heridos por cazadores, atropellados por automóviles o con lesiones como mascotas.
También hay animales procedentes de decomisos hechos por fuerzas de seguridad por tráfico ilegal de fauna, otros que fueron mascotas abandonadas y los que se volvieron peligrosos para un hogar.
Güirá Oga tiene dos caras, una es la visible al público, que está en los senderos con los animales expuestos, y el centro de interpretación, en tanto en la cara oculta hay una mayor cantidad de animales que no deben estar en contacto con la gente y una intensa actividad para su restitución a la naturaleza.
En los senderos, se pueden ver de cerca ejemplares como el ‘loro de pecho vinoso’, que está en riesgo de extinción; tucanes devueltos por el zoológico Temaiken; macucos y perdices coloradas, que se escaparon de un criadero en Paraguay.
Las altas jaulas también albergan otras especies de aves, como el yacuapoí (pava del monte) y jotes, tras las cuales se llega a la del osito lavador, que fue mascota hasta que mordió a un niño, y una chuña del Chaco, en depósito judicial tras ser confiscada.
Entre otros mamíferos hay un hurón mayor y otro chico, coatíes, un ocelote, un tatú herido tras ser atropellado por un coche y un puercoespín con un palazo en la cabeza.
Entre los anfibios figuran un yacaré ñato, varias tortugas -algunas de ellas exóticas, entradas al país como mascotas- y una nutria, en tanto en un espacio cerrado del arroyo interno nadan parcas japonesas, decomisadas del ‘duty free shop’ de Puerto Iguazú, donde eran parte de la decoración.
En el sector de rapaces impresionan las penetrantes miradas -pese a estar en convalecencia- de las águilas crestada negra, Solitaria, viuda y coronada -exótica, aunque con registro en misiones-, lo mismo que el lechuzón negro.
En otro espacio de este predio cedido por el Ministerio de Ecología provincial, hay incubadoras donde se producen codornices, que a los 40 días de vida cuando ya pueden poner nuevos huevos, son utilizadas como alimento para los rapaces, lo mismo que ratones.
El director de este refugio y hospital de animales salvajes, Jorge Anfuso, explicó a Télam que eso es parte de la alimentación natural, que no se puede suplantar con otra carne o productos artificiales.
También mostró una mona que fue famosa por la TV cuando estuvo escapada por los bosques del barrio porteño de Palermo, y un pecarí labiado, al que consideró el animal más peligroso de la regional, por encima del puma.
Anfuso, comentó que en Güira Oga hay entre 380 y 400 animales, pero a la vista del público sólo unos 250, ya que los que están en el proceso final de devolución a la naturaleza no pueden estar en contacto con el ser humano, sino en hábitats y situaciones lo más parecidas a las originales.
En ese sentido, señaló que para ello la entidad cuenta con la isla Palacio en el lago de la represa de Urugua-í, cedida por el gobierno de Misiones, donde se realiza la readaptación previa a la liberación de animales y son monitoreados por 20 cámaras de vídeo.
La isla es ‘un monumento natural y por lo tanto un área restringida e intangible, donde no hay visitas de turistas, y se han detectado siete huellas de diferentes mamíferos, lo que indica una calidad importante de fauna’, comentó.
Cuando se constata que las especies en recuperación están listas para su reintroducción a la naturaleza, se los vuelve a cazar mediante trampas, para la liberación final.
Los animales que llegan heridos por cazadores o atropellados a Güirá Oga ‘se readaptan con facilidad a la naturaleza tras ser curados; las mascotas, no’, precisó Anfuso, y explicó que éstas pierden su adapatación para la vida salvaje, y recuperarla puede demandar una tarea de varios años.
Por otra parte, explicó, ‘el problema de los animales humanizados es que atacan al hombre porque le pierden el miedo natural, y los más peligrosos son los monos y coatíes en esta zona, y son los que más adopta la gente en forma irresponsable’.
También contó que los animales recién llegados son puestos en cuarentena, en base a protocolos sanitarios de zoológicos para evitar que produzcan algún contagio, y luego pasan al sector veterinario.
Con unas 250 visitas diarias en temporada alta y cerca de 120 en la baja, Güira Oga es el segundo atractivo turístico de Puerto Iguazú después de las Cataratas, aunque lejos de los ingresos a este Patrimonio de la Humanidad y una de las 7 Nuevas Maravillas del Mundo.-