Alrededor de 2017, unos cuantos ciudadanos de Suecia inventaron la palabra plogging, que es una contracción de “jogging” y del verbo sueco que significa recoger “plocka upp”. Y así nació en Estocolmo la moda del plogging, que consiste en recoger basura mientras se practica un deporte, como correr, hacer trekking o pedalear. Y aunque la historia oficial de sus orígenes nos remite a este país nórdico, en Tucumán hace una década, al menos, los runners hacen lo mismo.
“Unos 12 años atrás organizamos la primera salida ecológica, al cerro San Javier. Se prendió mucha gente. Y desde entonces hemos salido varias veces. Al poco tiempo hubo un efecto contagio e incluso se hicieron competencias”, recuerda Sergio Acuña, corredor, profesor de educación física y director de una academia deportiva.
Acuña contempla al plogging como una mezcla de optimismo y de oportunidad, pues sirve para realizar un entrenamiento y para tomar consciencia de la crisis ambiental. “Cuando uno vuelve y ve la cantidad de desperdicio que ha juntado, se da cuenta del daño que le hacemos al planeta. Nuestro cerro es nuestro patio de juegos. Siento que tenemos la obligación de mantenerlo limpio”, reflexiona.
Las redes sociales son una gran herramienta para los aficionados a esta práctica, que comparten sus logros con fotos y videos donde se los ve en las sendas de Horco Molle y de San Javier, principalmente. “Se ha vuelto una costumbre levantar lo que encontrás mientras hacés tu rutina”, explica el entrenador.
Además de corredor de trail running, Matías Haedo es director de Deportes de la ciudad de Yerba Buena. Cuenta que desde el municipio han llevado a cabo prácticas similares, en las que pudo advertir compromiso ciudadano. “La mayoría participa con la familia o en grupo”, acota. Y agrega que la actividad es sencilla debido a que no implica ningún equipamiento extra, excepto una bolsa y tal vez un par de guantes.
No obstante, aclara que cuando se entrena con objetivos concretos o de manera profesional es difícil detenerse, ya que se corre enfocado en una rutina y se transita a gran velocidad. “Personalmente, en esos momentos me cuesta frenar”, reconoce. Pero cuando sale con su su mujer y sus hijos, de seis y cuatro años, van juntando los restos que se les cruzan.
“Los niños manejan el concepto del cuidado del medio ambiente. Saben que no tienen que tirar nada al piso. Si estamos en un espacio público, mis hijos rápidamente señalan ese desorden. Los paseos familiares pueden servirnos como un momento de recreación y de colaboración con nuestro medio ambiente”, opina.
– ¿Cree que se debe impulsar esta modalidad?
– Hay que apostar a la constancia de estas acciones en los distintos entornos de una ciudad. Y si pueden ser dirigidas desde las escuelas, seguramente se convertirán en un principio básico para las futuras generaciones.
Botellas plásticas y de vidrio, latas y papeles encabezan la lista de los desperdicios más usuales. Paula Gosso Eguia -médica veterinaria, oriunda de Mar del Plata y quien está al frente del movimiento Plogging Argentina- añade que la idea es bastante simple: sólo hay que sumar el ejercicio de levantar basura en el camino mientras se trota, como si se tratara de obstáculos que aportan dificultad.
“Al principio, algunos deportistas sienten vergüenza de levantar basura. Pero una vez que vencen esa barrera, se dan cuenta que es más vergonzoso haberla tirado”, razona, durante un diálogo con el diario “La Nación”.
Según la página web de los suecos “creadores” de este movimiento, actualmente se practica en más de 100 países y cada día más de 20.000 personas corren por el planeta. En definitiva, el running ha dado un paso más. Y se ha convertido en un deporte con mirada social y ambiental.