Durante milenios, la nieve confinaba seis meses al año el valle de Chitral. Hasta que un túnel abrió este vasto territorio en el noroeste de Pakistán. Ahora está cerrado de nuevo y su población aislada para evitar la propagación del coronavirus.
Desde hace un mes, “ningún vehículo puede entrar o salir si no transporta alimentos” y otros artículos de primera necesidad, afirma Iqbal Shaheem, jefe de una unidad paramilitar apostada en la frontera del distrito de Chitral.
Detrás de él, unos bomberos desinfectan la entrada del túnel de Lowari, de 10 km de largo, que desde hace 12 años conecta este territorio con el resto del país. El silencio es sorprendente. Ningún camión desciende. Ni una nube de gasóleo afea el paisaje adornado con picos blancos.
“Este confinamiento es nuestra manera de protegernos”, afirma Shaheem.
El 22 de marzo, las autoridades decretaron el cierre de este distrito montañoso que culmina a casi 8.000 metros de altitud. Las dos únicas carreteras que conducen al lugar, incluida la que pasa por el Lowari, están cortadas, al igual que los puestos fronterizos con el vecino Afganistán.
Paquistaníes no residentes y extranjeros no pueden ahora visitar esta región de gran potencial turístico. Sólo los habitantes de la aldea pueden regresar a sus casas a condición de que pasen 14 días en un centro de cuarentena.
Durante cuatro semanas, esas medidas han protegido a Chitral de la COVID-19, que ha dejado más de 200 muertos y más de 10.000 contagiados en Pakistán.
“Logramos retrasar el coronavirus un mes”, celebra Naveed Ahmed, el responsable administrativo de este valle donde 500.000 personas.
Peo el lunes, Chitral registró sus cuatro primeros casos. Tres estaban ya en cuarentena, lo que permitió controlar un posible contagio. El último “entró clandestinamente” en el valle haciéndose pasar por conductor de camión de verduras, se permaneció un día en familia, antes de ser denunciado por vecinos, según Ahmed. La aldea en la que vivía está ahora completamente confinado.
“Bastó una persona para sabotear todo el sistema”, deplora el alto funcionario, quien espera que ese enfermo no sea el “paciente cero” de Chitral, punto de partida de una contaminación masiva del valle.
Porque el sistema de salud está mal. Faltan médicos y personal sanitario, según Ahmed. Aplicar pruebas masivamente a la población es imposible, los laboratorios se encuentran a un día de camino. Además, el distrito cuenta apenas con cuatro respiradores artificiales, todos inservibles.
“Nuestra suerte terminó por cambiar”, dice, fatalista, Siraj Ul-Mulk, un heredero del antiguo principado de Chitral, disuelto en 1969 parar integrarse a Pakistán.
No obstante, este propietario de un lujoso hotel, cuyas diez habitaciones están ocupadas por familias en cuarentena, sigue siendo optimista.
Chitral, “es el paraíso” del confinamiento, “el aislamiento natural”, insiste. “No se tiene absolutamente la impresión de que el virus está allí”.
Debido a la muy baja densidad de población, “todo el mundo puede encontrar un gran espacio y refugiarse en él”, manifestó.