En las profundidades del Mediterráneo y las sabanas africanas, científicos combaten la pérdida de biodiversidad con innovaciones que van desde el ADN ambiental hasta el “internet de los animales“.
Alicia de Longeville, bióloga marina francesa, se sumerge en aguas corsas con una misión: detectar mediante ADN ambiental al escurridizo tiburón ángel, declarado extinto en el Mediterráneo.
Su trabajo es parte de un esfuerzo global donde tecnologías como inteligencia artificial, transmisores solares y algoritmos de reconocimiento se alían contra la sexta extinción masiva, impulsada por el ser humano y que amenaza a dos millones de especies.
El ADN ambiental: una revolución en la biología marina
Mientras filtra 30 litros de agua marina con una bomba-aspiradora, Longeville explica: “Somos la policía científica de la biodiversidad. Usamos técnicas forenses para hallar especies“. El método, similar a las pruebas PCR de COVID-19, permite identificar organismos mediante rastros genéticos.
Tres meses después, el laboratorio confirma lo imposible: huellas de tiburón ángel en dos muestras. “Es una revolución: ahora podemos proteger lo que redescubrimos“, afirma.
Este hallazgo refuerza que el 90% de la vida marina sigue sin estudiarse. “El ADN ambiental es clave para especies crípticas como el tiburón ángel, que se camufla en fondos arenosos“, destaca Longeville. Su equipo también detectó meros negros y corvallos, indicadores de zonas saludables.
El “internet de los animales”: seguimiento global en tiempo real
En Namibia, el biólogo Martin Wikelski coloca transmisores de 18 gramos en orejas de antílopes eland. Estos dispositivos, únicos en el mundo, envían datos de movimiento, temperatura y humedad a la plataforma MoveBank en tres segundos. “Es como una pulsera de actividad para animales”, explica. La información ayuda a combatir la caza furtiva y entender migraciones.
Wikelski, del Instituto Max Planck, ya monitorea 35.000 animales con 6.000 millones de puntos GPS. “Estos datos son un sistema de alerta temprana para plagas o terremotos“, asegura. Su visión: un “internet de los animales” que prediga fenómenos naturales como un pronóstico del tiempo.
Inteligencia artificial contra colisiones eólicas en Alemania
Mientras Alemania expande su energía eólica, el milano real —especie emblemática— enfrenta choques mortales con turbinas. El sistema Identiflight, probado en Schleswig-Holstein, usa ocho cámaras y IA para identificar aves a 750 metros. Si entran en un radio crítico, las palas se detienen.
“La precisión es del 99%“, confirma Hendrik Reers, ornitólogo que validó la tecnología. En pruebas, el sistema detectó un águila marina a 994 metros y detuvo turbinas virtuales 40 veces diarias. “Es tecnología militar adaptada: nunca se cansa ni se distrae”, destaca Carlos Jorge, ingeniero del proyecto.
Wildbook: algoritmos que salvan a las jirafas reticuladas
En Kenia, la informática Tania Berger-Bölph lucha contra la reducción del 50% de las jirafas reticuladas en 30 años. Con su plataforma Wildbook, sube 1.200 fotos tomadas por voluntarios. Los algoritmos analizan patrones únicos de manchas —como huellas dactilares— para identificar individuos.
“En dos días, registramos 33 nuevas jirafas”, celebra. La herramienta, usada en 70 especies, geolocaliza ejemplares y rastrea desplazamientos. “Sin IA, este análisis tomaría meses”, admite Simon Makau, colaborador local. Los datos ya revelan migraciones transfronterizas cruciales para su protección.
Hacia un sistema global de monitoreo de biodiodiversidad con el ADN ambiental
Desde laboratorios franceses hasta reservas africanas, científicos demuestran que la tecnología puede revertir la crisis. Wikelski lo resume: “Antes destruíamos ecosistemas con tecnología; hoy la usamos para preservar la vida“. Con avances como el PCR submarino y el Big Data animal, se teje una red de esperanza frente a la pérdida de 150 especies diarias.
Como sentencia Longeville: “Generar conocimiento es la semilla para proteger el mar. Si no se conoce, no se defiende”. La revolución científica ya está en marcha.