Luego de los feroces incendios que azotaron a la provincia de Corrientes, el Parque Nacional Iberá y su homónimo parque provincial comenzaron las tareas de recuperación de las áreas afectadas. Una labor titánica y necesaria por delante, frente a consecuencias que todavía no pueden calcularse en su total magnitud.
Mientras tanto, el parque volvió a abrir sus puertas al turismo, una noticia que generó entusiasmo y alivio entre sus admiradores. En total, se habilitaron cuatro ingresos: Cambyretá, San Nicolás, Carambola y Laguna Iberá, por donde los visitantes pueden entrar para disfrutar de las diversas propuestas que involucran el singular paisaje de los esteros, así como la fauna y la flora autóctona.
Según estimaciones, cerca del 13% de los Esteros fueron alcanzados por el fuego. Sin embargo, lejos de quitarle dramatismo a la situación, el director regional NEA de la Administración de Parques Nacionales (APN), Juan Garibaldi, ofrece una mirada más contextualizada de la relación entre el ecosistema del parque y los incendios.
“Todo el sistema Iberá está asociado al fuego, que es un componente natural, principalmente por los pastizales que se deberían quemar naturalmente”, explica Garibaldi. Y agrega: “Por el uso ganadero se queman todos los años para renovar el pasto. Es un tipo de manejo que se hace desde la aparición de las vacas, hace 400 años”.
“Ahora, es cierto que estos incendios fueron extraordinarios y van a traer consecuencias que no sabemos a ciencia cierta cuáles serán”, aclara. En especial, la atención está puesta en los llamados “bosques húmedos” del parque, los cuales siempre funcionaron como cortafuegos naturales a los incendios ocasionales. Sin embargo, durante el episodio ocurrido en febrero, estos bosques se quemaron y afectaron especialmente a las poblaciones de monos carayá.
Los trabajos de restauración
Desde Parques Nacionales quieren evitar la propagación de mensajes “catastróficos”, como los que se viralizaron desde que Corrientes entró en llamas. Según Garibaldi, el Iberá es un “macrosistema integrado y prístino, que tiene una capacidad alta de resiliencia”. Se trata, en total, de más de un millón 300 mil hectáreas destinadas a distintos grados de conservación.
“Lo que tenemos que asegurar ahora es una continuidad de ese sistema”, explica. “Tenemos núcleos de conservación, que contemplan áreas protegidas nacionales y provinciales y zonas privadas, que deben tener conectividad entre sí”, añade.
De esta manera, donde la sequía afectó a poblaciones de carpinchos, yacarés u otros animales, el sistema debe permitir que éstos re-colonicen otras áreas donde la presencia de animales se perdió. “A eso apuntamos”, dice.
En ese sentido, una de las tareas más urgentes es la reparación de los alambrados que separan el parque de los campos vecinos, lo cual evita el ingreso de ganado a las áreas protegidas. Alrededor de 90 kilómetros de alambrados se perdieron con el fuego.
“Es prioritario”, alerta la bióloga Sofía Heinonen, directora ejecutiva de Rewilding Argentina. “Esto evitaría más presión sobre la vida silvestre y las aguadas, por competencia con ganado doméstico”, enfatiza.
Heinonen explica que luego hay que encarar una “evaluación del estado de los bosques para ayudarlos a recuperar, ver qué necesitan, identificar qué árboles fueron quemados”. Y a su vez acelerar el equipamiento preventivo del parque, que ayudaría a una más rápida respuesta ante este tipo de emergencias, y apuntalar la reintroducción de especies que se perdieron.
“Además, sumo la importancia de comunicar sobre los riesgos de quemar pastizales durante la seca, para que la gente esté alertada y sea consciente que el uso del fuego debe estar vinculado a las cuestiones climáticas: no se puede quemar en cualquier contexto”, indica.
Para Garibaldi, la restauración viene de la mano de la “integración del sistema”. “Parques Nacionales debe tener una una mirada a largo plazo, incorporando a la comunidad a la dinámica del parque para que se comprometa con la conservación”. cierra.
Qué visitar hoy en el parque
La Administración de Parques Nacionales señaló en un comunicado que hoy por hoy es posible avistar “inambúes, yacarés negro y overo y carpinchos son parte del elenco estable”, como así también “especies amenazadas como el ciervo de los pantanos, el aguará guazú, los capuchinos, corbatitas y otras aves de pastizal encuentran un refugio fundamental en estos ambientes naturales”.
De igual manera, precisa que si bien los esteros, ríos y lagunas son los ambientes naturales más conocidos por el público, en las tierras más altas son característicos los pastizales, palmares de caranday y montes nativos con árboles de gran porte como alecrín, higuerón, urunday, viraró, timbó y laurel negro.
“Las actividades habilitadas son: caminatas en senderos habilitados, observación de aves, ciclismo en senderos habilitados, picnic en zonas habilitadas (Portales Cambyretá, San Nicolás y Carambola), acampe en zonas habilitadas (Portales Cambyretá, San Nicolás y Carambola) y caminatas nocturnas (sólo viernes, sábados, domingos y feriados turísticos en el Portal Laguna Iberá)”, detalla el texto.
Al margen de las actividades y atractivos destinados al turismo, el Parque Nacional Iberá es, por su tamaño y calidad de hábitat, un espacio ideal para la restauración de ambientes y reintroducción de especies localmente extintas.
Entre éstas, el documento menciona al oso hormiguero, el tapir, el pecarí de collar, el venado de las pampas, el ocelote, el lobo gargantillo y el yaguareté.