Los números hablan. A lo largo de las últimas dos décadas el número de quienes vivimos en este “punto azul pálido” al que llamamos Tierra ha crecido un 20,3% hasta sumar 7.700 millones de personas. Para mediados de siglo serán ya 10.000 millones. Eso es mucha gente, sí; y también, como reconoce la propia NASA, muchas bocas que alimentar.
La Tierra del siglo XXI, la de las grandes conurbaciones urbanas y metrópolis con niveles de aglomeración delirantes, como Dhaka, Kinshasa o Tokio, es también una enorme huerta. A medida que la población crece y aumenta la demanda, parece extenderse también la superficie dedicada a tierras de cultivo. Lo muestra con claridad meridiana el mapa que ha trazado Global Land Analysis & Discovery Lab (GLAD), de la Universidad de Maryland, con datos del satélite Landsat.
Su estudio concluye que en lo que va de siglo, el área de la tierra dedicada a cultivos ha dado un “estirón” considerable. En concreto, entre 2003 y 2019 ha aumentado un 9%, lo que equivale más o menos a un millón de kilómetros cuadrados, la superficie de Egipto o dos veces la de España. La herramienta de GLAD permite comprobar además sobre el terreno cómo se ha ido trazando ese avance a lo largo de los últimos lustros y su expansión acelerada desde inicios de los 2000.
Un mosaico que habla por sí solo
En los mapas se emplean tres gamas de colores: verde, azul y cobriza. La primera marca las superficies de cultivo estables o intermitentes, la segunda aquellas áreas que se han ganado para tierras de cultivo entre 2004 y 2019 y la última, que va de una tonalidad ocre al rojo, los terrenos que han dejado de dedicarse al cultivo en algún momento comprendido entre 2004 y 2019. Al plasmarlo sobre una pantalla, la herramienta de GLAD muestra una resolución espacial de 30 metros.
El plano de GLAD refleja solo explotaciones que se dediquen a cultivos herbáceos anuales y perennes, ya sean para consumo humano, forraje o biocombustibles, lo que deja fuera por ejemplo las plantaciones de árboles, pastos permanentes o agricultura itinerante. También limita la duración de las fases de barbecho. Con esas premisas claras, ¿Qué muestra su dibujo? Pues básicamente, como señala GLAD, “una expansión acelerada de las tierras de cultivo en el siglo XXI”.
Mapa de parte de Europa. Los puntos con tonos verdes indican tierras de cultivo estables o intermitentes, las azuladas son aquellas que se han ganado entre 2004 y 2019 y las que oscilan de ocre a rojo se corresponden con las superficies perdidas durante ese mismo período.
Mapa de parte de América del Norte y América Central. Los puntos con tonos verdes indican tierras de cultivo estables o intermitentes, las azuladas son aquellas que se han ganado entre 2004 y 2019 y las que oscilan de ocre a rojo se corresponden con las superficies perdidas durante ese mismo período.
Mapa de Sudamérica y América Central. Los puntos con tonos verdes indican tierras de cultivo estables o intermitentes, las azuladas son aquellas que se han ganado entre 2004 y 2019 y las que oscilan de ocre a rojo se corresponden con las superficies perdidas durante ese mismo período.
Oceanía. Los puntos con tonos verdes indican tierras de cultivo estables o intermitentes, las azuladas son aquellas que se han ganado entre 2004 y 2019 y las que oscilan de ocre a rojo se corresponden con las superficies perdidas durante ese mismo período.
África y Península Arábica. Los puntos con tonos verdes indican tierras de cultivo estables o intermitentes, las azuladas son aquellas que se han ganado entre 2004 y 2019 y las que oscilan de ocre a rojo se corresponden con las superficies perdidas durante ese mismo período.
Detalle del centro de África. Los puntos con tonos verdes indican tierras de cultivo estables o intermitentes, las azuladas son aquellas que se han ganado entre 2004 y 2019 y las que oscilan de ocre a rojo se corresponden con las superficies perdidas durante ese mismo período.
Asia. Los puntos con tonos verdes indican tierras de cultivo estables o intermitentes, las azuladas son aquellas que se han ganado entre 2004 y 2019 y las que oscilan de ocre a rojo se corresponden con las superficies perdidas durante ese mismo período.
Detalle del centro de América del Sur. Los puntos con tonos verdes indican tierras de cultivo estables o intermitentes, las azuladas son aquellas que se han ganado entre 2004 y 2019 y las que oscilan de ocre a rojo se corresponden con las superficies perdidas durante ese mismo período.
Detalle de terrenos de cultivo perdidos en el área de Rusia. Los puntos con tonos verdes indican tierras de cultivo estables o intermitentes, las azuladas son aquellas que se han ganado entre 2004 y 2019 y las que oscilan de ocre a rojo se corresponden con las superficies perdidas durante ese mismo período.
Eso sí, una expansión con matices y a doble velocidad. Si el mapa demuestra que las tierras de cultivo están ganando terreno —nunca mejor dicho— también refleja que ese incremento está más o menos localizado en ciertas regiones del planeta y hay incluso puntos en los que las áreas agrícolas están perdiendo fuelle. Entre los primeros, los que crecen, destacan África y América del Sur.
Los expertos estiman que el mayor incremento se registró, de lejos, en África, con unos 530.000 kilómetros cuadrados de nuevas tierras de cultivo. El segundo se constató en Sudamérica, donde el alza fue de 370.000 km2. Australia y el suroeste asiático experimentaron también aumentos, aunque más modestos, y en Europa, América del Norte y el Sudeste Asiático se aprecia un estancamiento marcado por ciertos cambios. En EEUU, por ejemplo, se apreció un abandono de tierras en el este que acabó compensando por la creación de nuevas plantaciones en las Grandes Llanuras.
En el polo opuesto se sitúa Rusia, donde los investigadores constatan un abandono de tierras de cultivo desde la década de 1990, tras la disolución de la URSS. Es más, los técnicos señalan que en el país de Putin, “donde el abandono de cultivos es generalizado y no está totalmente documentado”, la FAO “sobreestima” la tierra cultivable. Otro país en el que se aprecia un descenso es Cuba.
Como colofón, los expertos lanzan un aviso a navegantes. Que crezca la superficie dedicada a producir soja, arroz o trigo, por ejemplo, puede ser preocupante por una razón muy simple: hay tierra que se recupera de explotaciones en desuso, pero otra mucha se gana a costa de espacios naturales como bosques o selvas, con un papel clave en la absorción de CO2. Y no es un porcentaje menor. El 49% de la nueva superficie de cultivo reemplazó zonas de vegetación natural y arbolados.