Suecia parece haber encontrado una receta para proteger el clima sin tener que renunciar al crecimiento económico. El país supera a todos los demás países europeos en cuanto a bajar las emisiones netas de gases de efecto invernadero, según la Agencia Europea de Medio Ambiente.
Ya en 1990, el país emitía cinco veces menos CO2 per cápita que la media europea. Desde entonces, Suecia logrado bajar sus emisiones netas de gases de efecto invernadero en otro 80 por ciento, mientras que la reducción media en la UE fue sólo del 30 por ciento.
Lo increíble es que Suecia, un país fuertemente industrializado que produce acero, cemento y automóviles, haya logrado este hito mientras, al mismo tiempo, duplicaba su crecimiento económico.
Invertir en fuentes de energía limpia
El país escandinavo tiene algunas ventajas naturales: el 70 por ciento de la superficie está formada por zonas forestales, con arroyos y lagos sobre los que sopla mucho viento, ideal para las energías renovables. Además, empezó antes que otros países a invertir en energías limpias.
“Suecia cuenta con energía hidroeléctrica desde hace más de un siglo”, dice Mattias Goldmann, fundador de la Secretaría Sueca 2030, que trabaja para garantizar que Suecia alcance su objetivo climático para el sector nacional del transporte.
El país también eliminó los combustibles fósiles de la combinación energética en la década de 1970, cuando estalló la crisis mundial del petróleo. Hoy en día, casi el 70 por ciento de la electricidad de Suecia proviene de fuentes renovables, en particular la energía hidráulica y la eólica. El resto de las necesidades eléctricas se cubren con energía nuclear.
Descarbonización de la producción de calor
El primer paso para suministrar calor sin combustibles fósiles fue invertir en sistemas de calefacción urbana más eficientes. Se construyeron grandes sistemas de calefacción central, conectados a muchos hogares y áreas industriales a través de tuberías aisladas e infraestructura subterránea.
“Se necesita la colaboración del Gobierno y el sector privado para proporcionar esta infraestructura”, dice Asa Persson, que asesora al Gobierno sueco sobre cuestiones climáticas y evalúa su desempeño.
Según Persson, hay que colocar tuberías en distritos enteros: “Suecia, como país frío, tenía un verdadero incentivo para instalar un sistema de calefacción energéticamente eficiente para servir a la población”.
Hoy en día, el 97 por ciento del calor de Suecia proviene de biocombustibles y de la quema de residuos.
Estos grandes cambios no se produjeron por casualidad. Suecia implementó políticas climáticas claras para bajar las emisiones, como la introducción de uno de los primeros impuestos al carbono (y ahora uno de los más altos) del mundo, que cobra a las industrias y a los individuos por las emisiones de carbono que emiten.
Un estudio de 2019 descubrió que dicho impuesto tuvo un impacto significativo en las emisiones de carbono, concretamente, la disminución del 6 por ciento en las emisiones del sector del transporte en un año promedio.
Mientras que en muchos países, la población protesta contra los impuestos por CO2, en Suecia la aceptación es alta. “En Suecia existe desde hace mucho tiempo un apoyo a la política medioambiental y climática, y el país también se enorgullece de ser pionero en este ámbito”, asegura Persson.
Y eso se aplica a todo el espectro político. En 2017, siete de los ocho partidos acordaron el objetivo climático más estricto del mundo: lograr emisiones netas cero para 2045.
“La lección más importante es que se necesita una estrecha cooperación entre el gobierno, el sector privado y también la administración local para desarrollar realmente estas soluciones de sistema juntos, asumir riesgos y realizar grandes inversiones a largo plazo. Este ha sido un factor de éxito para la descarbonización de Suecia“, zanja Asa Persson.
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