La Antártida es un vasto continente helado, un lugar inhóspito donde los humanos no se habían asentado nunca hasta su descubrimiento formal hace 200 años. Gracias a esta falta de presencia humana, este continente alberga el área silvestre virgen más grande del mundo. Sin embargo, en el último siglo el continente ha visto una actividad humana acelerada y que ha causado un impacto mucho más importante de lo que podíamos llegar a imaginar.
La extensión de esta actividad en todo el continente nunca se ha cuantificado. Sabemos que la Antártida no tiene ciudades, agricultura o industria. Pero nunca hemos tenido una idea clara de dónde han estado los humanos, qué parte del continente permanece intacta o sin impacto humano, y en qué medida estas áreas sin impacto sirven para proteger la biodiversidad.
Ante este desconocimiento, un equipo de investigadores dirigido por la Universidad de Monash, han cuantificado el impacto que el ser humano ha ejercido sobre este continente. Utilizando un conjunto de datos de 2,7 millones de registros de actividad humana, el equipo mostró cuán extenso ha sido el uso humano de la Antártida en los últimos 200 años.
El estudio ha demostrado que, con la excepción de algunas partes centrales que tienen condiciones meteorológicas extremas, los humanos han puesto los pies en casi todo el continente.
Aunque muchas de estas áreas visitadas solo han sido afectadas de manera insignificante por las personas, la biodiversidad no está tan bien representada en ellas como debería.
”Mapeamos 2.7 millones de registros de actividad humana desde 1819 hasta 2018 en todo el continente antártico para evaluar la extensión de las áreas silvestres que quedan y su superposición con la biodiversidad del continente”, dice Bernard Coetzee, científico conservacionista de la Universidad de Wits y autor del estudio.
“En una región que a menudo se considera remota, demostramos que, de hecho, la actividad humana ha sido extensa, especialmente en las zonas costeras y sin hielo donde se encuentra la mayor parte de su biodiversidad. Esto significa que las áreas silvestres no se preservan como los importantes sitios de biodiversidad del continente que son, pero que existe una oportunidad para conservar lo último de la naturaleza”, añade Coetzee.
El estudio encontró que solo el 16% de las Áreas Importantes para Aves del continente, áreas identificadas internacionalmente como críticas para la conservación de las aves, se encuentran dentro de las áreas con más presencia humana, áreas donde se establecen estaciones de investigación y donde se realizan visitas turísticas. De hecho, todas estas áreas con alta presencia de personas a menudo son áreas consideradas importantes para la biodiversidad.
La autora principal del estudio, Rachel Leihy, estudiante de doctorado en la Escuela de Ciencias Biológicas de Monash, señala que “si bien la situación no parece prometedora inicialmente, los resultados muestran que existe una gran oportunidad para tomar medidas rápidas para declarar nuevas áreas protegidas para la conservación, tanto de desierto como de zonas con gran biodiversidad”.