La zona patagónica que una ingeniera agrónoma transformó en un oasis agrícola

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“Los logros están a la vista: mayor cantidad de hectáreas producidas, rindes superlativos y una mejora continúa en la forma de producir”. Así explica la ingeniera agrónoma Magalí Gutiérrez de lo que sucedió en Chubut, más precisamente en el norte patagónico, en el último tiempo, siendo ella una de las protagonistas de esta transformación.

Magalí comenzó hace 8 años como gerente técnica de la Chacra Valles Irrigados Norpatagónicos (VINPA), del Sistema Chacras de Aapresid. Impulsó la producción junto a productores líderes (Hugo Ghío, Jorge Romagnoli, entre otros) y ahora ve los frutos que sembró. Ya no como coordinadora sólo de esa región, sino con la responsabilidad también de otras chacras.

“Se han asentado las bases para un crecimiento más firme y sostenido. Empiezan a aparecer muchas satisfacciones productivas: los niveles de productividad son muy altos porque el productor aprendió a producir en esa zona haciendo ajustes de manejos. Pero además logró una mejora en el suelo y aprendió a regar. Esto generó un sistema de altísima productividad”.

Ya no como coordinadora sólo de esa región, sino con la responsabilidad también de otras chacras.

“Se han asentado las bases para un crecimiento más firme y sostenido. Empiezan a aparecer muchas satisfacciones productivas: los niveles de productividad son muy altos porque el productor aprendió a producir en esa zona haciendo ajustes de manejos. Pero además logró una mejora en el suelo y aprendió a regar. Esto generó un sistema de altísima productividad”.

De todas maneras, resaltó que el creciendo en esa región es lento porque “se requiere mucho conocimiento para ingresar a este sistema”.

Antiguamente, en esa zona patagónica, que está a orillas del Río Negro, se hacía ganadería de cría extensiva – una vaca cada 20 hectáreas-, pero Magalí, junto a los productores pioneros que se instalaron en esa zona, reconvirtió la producción agrícola. Ahora, se hace maíz, trigo, soja, cultivo de cobertura (vicia villosa), ganadería más intensiva y aparecen algunas especialidades, como la producción de semillas o cártamo. “Todos los cultivos que se hacen son de primera. Se empieza, con trigo, luego cultivo de servicio, se sigue con maíz y termina con soja”, explicó.

“En esta zona se puede producir cualquier cosa por la benevolencia del ambiente. La clave es saber colonizar el suelo para que se genere cobertura. Luego, aprender a regar bien, conociendo la demanda de agua que se necesita. Y por último un ajuste fino de cultivos, posicionándose en la ventana de siembra que hay en la región, que es más corta que en la zona núcleo”, enumeró la referente de Aapresid.

Para Magalí, no solo se genera rentabilidad en este sistema productivo, sino que lo importante que están produciendo un cambio en el suelo muy positivo logrando materia orgánica e incrementando la actividad biológica.

También remarcó que se mejoró los niveles de infiltración del agua que antes se perdía la mayor parte del caudal del río Negro, que llega a los 800 metros cúbicos por segundo.

El costo del agua es de U$S 300 a U$S 400 por hectárea. Por eso, la clave es tener una productividad elevada y sostenida. No quiero cosechar una vez y mucho. El riego es total y no suplementario. El productor maneja al 100% de la agua que aplica el cultivo”, contó.

Por lo que con este manejo eficiente, los rendimientos son muy altos. “Una bomba”, lanzó Magalí satisfecha por su trabajo. En trigo, obtienen entre 9.000 y 10.000 kilos por hectárea; en maíz, de 15.000 a 17.000 kilos y en soja, qué es un cultivo que están ajustando, rinde de 4.000 a 4.500 kilos. “Necesitamos variedades más cortas que hoy el mercado no tiene no ha desarrollado”, agregó.

La historia de Magalí

Nació y se crio en la localidad bonaerense de Bahía Blanca, su lugar en el mundo. Viene de una familia de productores agropecuarios, que manejan 1.100 hectáreas propias en el sur bonaerense.

Ya desde muy chica apasionada por el campo, decidió estudiar agronomía en la Universidad Nacional del Sur pero mientras cursaba las materias, se hizo cargo de un campo familiar. Luego, del total de la superficie de la familia, junto con su hermano, también ingeniero agrónomo, le alquilaron 480 hectáreas a su mamá.

En ese campo producen trigo y especialidades en rotación, como semillas de vicia. Más adelante, analizó, quieren sumar otro cultivo para producir semilla. “Hay muy pocos que siembran. Prácticamente no llueve y los suelos son someros”, explicó Magalí las característica de la región donde produce.

Sin embargo, una vez que se recibió de ingeniera agrónoma, se dio cuenta que no le demandaba tanto tiempo la producción, comenzó a sentir inquietudes por aprender cosas nuevas y salir de su “zona de confort”.

Así, buscando nuevos horizontes para su vida profesional, se enteró que se necesitaba un coordinador para el Programa Sistema Chacras de Aapresid con el fin de trabajar en investigación y desarrollo a campo en la región Norpatagónica.

“Pasé del campo donde produzco, donde casi no llueve, a la región Norpatagónica que tiene un ambiente agroclimático excepcional, con agua de riego de primera calidad, y donde se pueden lograr los mayores niveles de productividad de Argentina”, comparó dando a entender que era una gran posibilidad laboral.

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