Si el acceso al agua es una derecho inherente a todos los seres humanos, algo no funciona para que, en pleno siglo XXI, en el mundo todavía haya 783 millones de personas que carecen de acceso al agua y 2.500 millones que no disponen de saneamiento básico.
Naciones Unidas considera que “la buena gestión y la cooperación entre los diferentes grupos de usuarios promueven el acceso al agua, la lucha contra su escasez y contribuyen a la reducción de la pobreza”.
La CONGDE, a la que pertenece Manos Unidas, señala que “una gestión adecuada del agua, su acceso suficiente y saludable garantizado son instrumentos eficaces para la construcción de la paz. Por el contrario, no disponer del recurso en cantidad y calidad suficientes para una vida digna, se convierte en catalizador de pobreza e inestabilidad social y de degradación medioambiental”.