El principal sistema de corrientes oceánicas se está frenando. Dos grupos diferentes de investigadores, usando métodos distintos, han comprobado que el mecanismo que transporta las cálidas aguas del Caribe hacia el norte y las frías polares al sur lleva décadas fallando.
Aunque no coinciden en cuándo empezaron los problemas ni en la causa última de los fallos, sí lo hacen en sus posibles consecuencias y no son buenas. Estas masas de agua son el verdadero sistema circulatorio del planeta, repartiendo calor, nutrientes y gases.
Ni las mareas ni el viento son los principales animadores del mar. El influjo de las primeras no va más allá de la línea de costa y, por muy huracanado que sea el segundo, su soplo no se siente por debajo de los primeros 100 metros de profundidad.
Lo que de verdad mueve el agua de mares y océanos en forma de corrientes es algo tan básico como que lo que pesa más se hunde y lo que pesa menos tiende a quedarse arriba, los gradientes de densidad.
En el océano Atlántico, la corriente del Golfo es una inmensa masa de aguas cálidas, es decir, menos densas y pesadas, que viajan hasta el norte desde el Caribe, perdiendo calor en el trasiego, lo que atempera el clima de Europa Occidental.
Mientras, en sentido inverso, las aguas frías de mares como el de Labrador, el de Barents o el de Groenlandia aún se hacen más densas y pesadas con el aporte de la sal expulsada por el avance del hielo ártico. Se hunden formando la llamada masa de agua profunda del Atlántico Norte, que se desplaza hacia el sur. Aunque el sistema es más complejo, estos elementos son las arterias principales de la circulación meridional de retorno del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés). Este es el motor que está fallando.