Los monocultivos forestales, abono para los devastadores fuegos del sur de Chile

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Los monocultivos de pino y eucaliptus que copan el sur de Chile son el máximo exponente del llamado “modelo forestal chileno”, promovido por el Estado durante la dictadura y que han abonado el terreno para los devastadores incendios que una semana después aún se mantienen vivos y han causado al menos 24 muertos, cerca de 5.500 damnificados y más de 366.000 hectáreas calcinadas.

“Los monocultivos de pino y eucaliptus, en condiciones climáticas adversas de sequía, pueden potenciar rápidamente grandes incendios por la alta continuidad de combustible en el paisaje”, expresó el catedrático de la Universidad de Chile y experto en restauración de bosques, Álvaro Promis.

Según el académico, si una plantación de estas dos especies va seguida de terrenos de uso agrícola, bosques nativos o quebradas húmedas, no puede por sí mismo potenciar grandes incendios, pero –recalcó– el modelo forestal actual se basa en vastas extensiones continuadas de estos árboles, muy inflamables, estructura que sí lo potencia.

El catastro de bosques de la Corporación Nacional Forestal de Chile (Conaf) arroja que en las regiones afectadas por el fuego, entre 250 y 600 kilómetros al sur de Santiago, hay más hectáreas de plantaciones forestales que de bosques nativos, sobre todo en Ñuble y Biobío, donde las hectáreas de cultivos industriales de árboles son cerca de un 50 % más que las hectáreas autóctonas.

Según varios expertos, los monocultivos tienen efectos medioambientales, como la erosión del suelo que impide la retención de la lluvia y un gasto intensivo de agua que, junto con la inflamabilidad de los árboles plantados y los fenómenos del cambio climático, incrementan la virulencia de los posibles incendios en esos paisajes.

Sin embargo, el presidente de la Corporación Chilena de la Madera, Juan José Ugarte, defendió que los bosques autóctonos tienen una capacidad similar o superior a las plantaciones industriales de quemar en grandes incendios.

“Las causas de los incendios no son las plantaciones, son múltiples, pero un paisaje de monocultivos –homogéneo, de la misma especie, edad y cubriendo miles de hectáreas en hileras– magnifica el impacto del cambio climático en muchos aspectos, como los megaincendios y la disponibilidad hídrica”, remarcó nel ingeniero forestal y académico de la Universidad de Aysén Carlos Zamorano.

Una política de la dictadura

El modelo forestal chileno se consolidó con el llamado Decreto 701, promulgado en 1974 durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) para impulsar un desarrollo forestal que, si bien había comenzado décadas atrás en Chile, se potenció a partir de entonces con la bonificación de hasta el 75% de la plantación forestal de un predio.

“Estos beneficios estatales se mantuvieron hasta 2012 y permitieron sustituir el bosque nativo por plantaciones de pino y eucaliptos, a lo que se sumó la privatización de las empresas forestales estatales como Celulosa Arauco y Celulosa Constitución, entre 1977 y 1979”, señaló a EFE la bióloga y directora ejecutiva de la Fundación Terram, Flavia Liberona.

Estos elementos fueron clave para instalar un modelo forestal “basado en la plantación y exportación de especies exóticas”, agrega.

Para Carlos Zamorano, “el origen y objetivo del modelo fue maximizar la rentabilidad basándose solo en un producto, la madera, al corto plazo, lo que generó un ciclo productivo sumamente exitoso que incluso ha sido ejemplo para otros países”.

Si bien las plantaciones forestales de especies exóticas se instalaron en Chile entre 1940 y 1950 como solución al avance de las dunas y a la erosión de terrenos agrícolas sobreexplotados, tras el decreto 701, los monocultivos también sustituyeron bosques nativos y zonas de matorrales, explicaron los expertos.

Un modelo en transición

La industria de la madera, entre las de mayor exportación del país, lleva años cambiando el modelo de las plantaciones, según Juan José Ugarte, hacia más bosques nativos en los cursos de los ríos, corredores biológicos y cortinas de paisaje para cortar la homogeneidad del paisaje.

Para Promis, debe transitar hacia un modelo con mayor presencia de especies chilenas, con una nueva industria que sea capaz de absorber la oferta de su madera, y conseguir un paisaje donde las distintas especies de árboles puedan tener un terreno más resiliente al cambio climático.

En ello coincide Zamorano, que propuso una “planificación territorial con vocación local” para dejar atrás “el paisaje binario” que enfrenta “áreas de preservación donde no se puede tocar nada o terrenos con un enfoque netamente productivista”.

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