Hacen mochilas con las bolsas de arpillera plástica descartadas por la industria cervecera

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Santiago Harriague, un agrónomo de 29 años, oriundo de la localidad bonaerense de Vedia, se define a sí mismo como una persona “crítica”. Mientras cursaba la carrera de Agronomía en la Universidad de Buenos Aires, y aún después de recibirse ya con un trabajo fijo en el campo, mantuvo distintos emprendimientos en los que buscaba conectar lo social, con lo ambiental y lo sustentable. Hoy esas tres cuestiones se fusionaron en su más reciente proyecto: Kaiapuni, una iniciativa que busca reutilizar las bolsas de arpillera plástica descartadas para hacer mochilas.

“Me molesta que las cosas se normalicen por el simple hecho de que como todos lo hacen es natural. ¿Cómo puede ser que compres 20.000 litros de herbicida y te vengan en bidones de 20 litros? ¿Cómo puede ser que compres semillas y llegue un camión con 800 bolsas de 20 kilos? Estás generando un residuo que no deberías”, dijo a Bichos de Campo Santiago.

El agrónomo trabajó durante varios años vinculado a la producción de un campo de 15.000 hectáreas en Buenos Aires, en donde observó la cantidad de desechos plásticos que se descartaban en cada campaña. Como reciclar bidones de agroquímicos suponía un proceso por demás complejo, que implicaba tener protocolos muy específicos de seguridad e higiene, Harriague decidió abocarse al reciclado de las arpilleras que también se acumulaban en cantidad.

Pero contrario a lo que podría pensarse, las bolsas no provinieron de la industria semillera, sino de la cervecera. “Los primeros a los que les toqué la puerta fueron a los semilleros. Una de las empresas más grandes me dijo ‘¿Y qué ganamos nosotros?’. ¿Cómo que ganamos? El insumo que vos estás generando, vos mismo lo metes adentro del sistema”, recordó el emprendedor.

Gracias a un contacto que logró en un proyecto anterior de confección de materas, quien terminó llamándolo fue la cervecería Biere House, que no sabía cómo reutilizar las arpilleras en las que llegaba la malta. Fue con ese empujón que en octubre de 2020 puso manos a la obra y creó la primera tanda de mochilas formadas con estas bolsas, a las que les sumó desechos de banners de publicidad y otras bolsas plásticas para forrar y reforzar su interior.

“Quedaron muy buenas pero necesitaba hacerlas en cantidad. Empecé a buscar talleres de confección y en un momento pensé en que si estaba haciendo algo por el ambiente, podía sumarle también una pata social. Ahí conecté con la Fundación Formar, que me presentó a tres costureras de Lanús: Eli, Gladys y Tamara. Sin ellas no podría haberlo hecho”, aseguró Harriague.

El boca en boca fue lo que probablemente impulsó a otras cervecerías a sumarse al proyecto. Hoy ya son tres las proveedoras de la materia prima -Bier Haus, Jabalina y Abracadabra- que cada 15 días le entregan a Kaiapuni de forma gratuita las bolsas, que luego terminan en las manos de las costureras.

-¿Las cervecerías te venden o te regalan las bolsas?- le preguntamos a Harriague.

-Me las regalan. Si me las trataran de vender voy a un tacho y las saco, no tendría sentido.

-¿Por qué crees que esta vinculación se dio finalmente con las cervecerías?

-Porque tienen una noción de la sustentabilidad bastante más interesante que el campo. Hay cervecerías que quieren reutilizar hasta lo último de su producción. Y de hecho Eli, Gladys y Tamara ya no dan abasto. La semana que viene tenemos más reuniones para que se sumen nuevas chicas.

Kaiapuni requirió una inversión inicial de 3.000 dólares y hoy ya se sostiene por los ingresos de sus productos. Actualmente el stock está compuesto por neceseres, mochilas en dos tamaños y bolsos, que se caracterizan por ser piezas únicas. Sus valores van desde los 1.200 pesos a los 4.300.

Del proyecto hoy forma parte también Valentín Di Giacomo, estudiante de agronomía y hermano del mejor amigo de Harriague.

-¿Cómo ves a la demanda de este tipo de productos?

-A la gente la verdad es que le encanta lo que hacemos, nos felicitan y nos empujan a seguir. Al principio costó un poco porque muchos no entienden, pero cuando lo ven se empieza a vender mucho. Por mí que alguien más arranque a hacer lo mismo que yo, hay millones de cervecerías en el país. Bienvenida la competencia, no busco hacerme millonario sino aportar lo que puedo.

-¿Considerás que tus estudios te ayudaron a la concreción de este proyecto?

-Haber estudiado agronomía me abrió un poco la cabeza. Yo creo que el campo tiene que darse cuenta un poco más de todo lo que hacemos Se hacen un montón de cosas bien, pero también se hacen algunas cosas mal, y creo que falta un poco de humildad en el sector para atacar eso. Siempre decimos que somos el tractor del país pero no vemos lo que hacemos mal. Si nadie lo cambia, trataré de iniciarlo yo. Es un granito de arena.

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