Inicia un emprendimiento donde recupera plástico para hacer muebles

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Yanina Rodríguez cambió el home office y los viajes recurrentes a la Capital Federal para iniciar un emprendimiento de triple impacto a partir de recuperar plásticos.

En una entrevista con el portal LMNeuquén, Rodríguez advirtió que “desde que tengo uso de razón siempre fue difícil emprender en Argentina, siempre es complicado”. Pero, afirmó, “la clave es empatizar con la necesidad y el deseo del cliente y ofrecer un producto con un valor agregado“.

Tiene 47 años y cuatro hijos de 14, 16, 18 y 22 años. Una vida que transcurre entre Neuquén capital, donde trabaja como capacitadora del Municipio en asuntos vinculados al comercio electrónico; y Fernández Oro, donde tiene su corazón, su casa y muy pronto su galpón de trabajo. Allí verá crecer su emprendimiento, el mismo que inició en la intimidad de un hogar y con algunas pocas herramientas comenzó a experimentar con los plásticos.

“No tengo miedo de dedicarme al 100 por ciento. Sé que en algun punto voy a tener que soltar mi trabajo actual porque no voy a poder con todo”, afirmó convencida.

La idea surgió el año pasado después de haber estado dedicada full time al comercio electrónico en Buenos Aires. “El estrés que conlleva el home office y hacer viajes, no poder estar con mi familia, hizo que renunciara sin tener un plan, sin saber qué iba a hacer. Tenía un cansancio mental muy grande”, confesó.

Primero comenzó haciendo macetas rotomoldeadas. Luego se interiorizó sobre las utilidades que tiene el plástico reciclado. Una cosa fue llevándola a la otra. “Descubrí una fundación de Holanda -Precios Plastic- que comparte sus conocimientos y comencé a capacitarme. Pude ver lo que se podía hacer, a cuántos grados se podía fusionar para que no se queme y emane gases tóxicos, aprendi un montón de cosas que no estaban al alcance mío, en ese momento. Me compré un horno pizzero, y empecé a experimentar”, contó.

Sus primeras creaciones fueron macetas, pero luego surgió la idea de hacer placas de plástico reciclado de 40 x 60 centímetros. Se compró una fresadora y otras herramientas de trabajo. Comenzó a tejer puentes con otras personas que viven en otras partes del mundo y tienen experiencia con el plástico reciclado.

Hace aproximadamente un mes atrás, tuvo la posibilidad de participar de un evento donde compartió su iniciativa. Rodeada de autoridades gubernamentales, inversores y empresarios, surgieron varias propuestas y fue la punta de lanza para impulsar con más fuerza lo que ya venía haciendo.

Pasó de las macetas a realizar distintos muebles, desde bancos y mesas ratonas hasta revestimientos para baños y cocinas. “Depende de las maquinarias que uno tenga, es muy amplio el campo”, dijo.

Hace poco alquiló un galpón donde vive, en Fernández Oro, y gestó algunos convenios con el municipio para colocar dos puntos verdes donde la gente pueda llevar sus plásticos. Aclaró que no reutiliza la botella de agua o gasesosa. Eso no le sirve. Pero sí recupera envases de yogurt, dulce de leche, queso crema, los potes de shampoo, acondicionador, protector, talco, crema corporal y las tapitas de plástico como última opción, ya que no es el mejor de los plásticos.

Cómo es el proceso para recuperar plástico

El paso a paso parece sencillo. Se recolecta el plástico domiciliario que de descarta, luego se lava bien, se tritura y el material va al horno, donde se fusiana y se arman las placas que luego se cortan. Pueden ser de distinta medida, según el producto que se quiera fabricar.

“Tengo el proyecto de incorporar una prensa caliente que es una máquina que me va a permitir profesionalizar el trabajo mucho más. Yo siempre digo que hoy estoy haciendo las empanadas con el repulgue a mano y esa máquina me va a permitir trabajar en serie y de manera estandarizada”, comparó. Indudablemente, el trabajo que realiza sigue siendo muy artesanal.

Si bien todavía no suelta de todo su profesión de licenciada en Administración de Empresas con una diplomatura en Comercio Electrónico (ecommerce), sus motivaciones pasan por hacer crecer su emprendimiento hasta convertirlo en una empresa de triple impacto social, económico y ambiental.

“Me interesa que lo que se tira hoy y termina en un basural a cielo abierto o se recolecta y se vende a Buenos Aires, generando más huella de carbono, pueda recuperarse y transformarse en otra cosa. El negocio es sustentable. Rentable y escalable, es decir, se pueden hacer muchas cosas y de alto crecimiento”, manifestó.

En principio, quiere que la iniciativa sea una empresa orense que luego se expanda en la región, con ramificaciones en Neuquén capital.

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