En muchos países, ‘basura’ es sinónimo de ‘desperdicio’. En Oslo, la capital de Noruega, ya no.
La ciudad superó la capacidad de procesar los residuos que producen sus 1,4 millones de habitantes y ahora importa desechos de otros países para alimentar las plantas que generan calefacción y electricidad.
Éste es el resultado de un compromiso que abarca a todos los noruegos, del más grande al más chico, en un país donde cuidar la naturaleza es prioridad nacional.
La ciudad tiene un sistema de clasificación de residuos por colores, la azul tiene residuos plásticos; la verde, orgánicos, y la blanca, el resto.
En recipientes separados colocan papel, vidrio, metal y basura electrónica. La separación es el inicio del proceso que hizo de Oslo una capital ‘verde’.