Hasta un 58% de todas las sardinas que se pescan en aguas del Mediterráneo occicental contiene microplásticos. Es la conclusión a la que ha llegado un equipo científico conjunto del Instituto Español de Oceanografía (IEO), el Institut de Ciències del Mar (ICM) y el Institut Français de Recherche pour L’Exploitation de la Mer (IFREMER) en un estudio publicado en la revista especializada Marine Pollution Bulletin.
Cada año una media de 8 millones de residuos plásticos va a parar al mar. Entre un 15 y un 30% de todos estos residuos mide menos de cinco milímetros, diminutas piezas que son ingeridas por la fauna marina, se cuelan en la cadena alimentaria y van a parar primero a nuestras pesquerías y más tarde a nuestro plato. Según explican los biólogos marinos, la producción de microplásticos ha ido multiplicándose de forma exponencial hasta alcanzar más de 300 millones de toneladas en 2017.
Estas pequeñas partículas, invisibles a simple vista, afectan principalmente a pequeños peces, organismos invertebrados y otros animales filtradores que tienen el potencial de entrar en la cadena alimentaria.
Especies de gran importancia biológica
Dos de las especies pelágicas (aquellas que habitan cerca de la superficie) más capturadas y consumidas en las aguas del Mediterráneo occidental son la sardina (Sardina pilchardus) y el boquerón (Engraulis encrasicolus), dos peces que representan hasta el 39% de las capturas de esta región del Mare Nostrum y cuya importancia biológica es también crucial para la conservación de los ecosistemas marinos, pues se cuentan entre las presas más codiciadas por atunes, aves marinas y cetáceos.
La investigación desvela que el 58% de las sardinas y el 60% de los boquerones pescados en caladeros del Mediterráneo occidental ha ingerido microplásticos. En el caso de las sardinas, los científicos descubrieron que los individuos en peores condiciones corporales tienen más probabilidades de ingerir estos residuos contaminamentes, mientras que en el caso de los boquerones, los ejemplares más propensos eran aquellos que presentaban un mayor índice gonadosomático (un indicador que mide el peso de las gónadas, las glándulas sexuales, en relación al porcentaje del peso total, y que suele emplearse para medir la madurez sexual de los individuos) y contaban con menor tamaño.
A más microplásticos, más parásitos intestinales
En ambas especies, sin embargo, encontraron un denominador común: la degradación de los peces provocada por la ingesta de estos elementos contaminantes tenía una relación directamente proporcional con la presencia de parásitos, como larvas, trematodos o nematodos, que aprovechan la ocasión para instalarse en el tracto intestinal de los peces.
“Este es uno de los primeros estudios que encuentra este tipo de relación entre la incidencia de microplásticos y parásitos”, señala Maria Grazia Pennino, primera autora del artículo” en un comunicado del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC”. Marta Coll, investigadora de la misma institución científica, apunta que “los resultados de este estudio plantean nuevas preguntas para continuar la investigación”. Por ejemplo, apunta,el mecanismo concreto por el cual los peces pelágicos pequeños con mayor incidencia de microplásticos presentan también más parásitos intestinales es todavía un misterio.
Alicante y delta del Ebro, las zonas más castigadas de España
Según la investigación, las áreas geográficas donde los peces tienen más probabilidades de ingerir microplásticos son el golfo de Alicante en el caso de las sardinas y en el golfo de León y el delta del Ebro en el de los boquerones. En ambas especies existe una relación positiva entre la presencia de parásitos y la ingestión de microplásticos, lo que pone de manifiesto que estos factores pueden afectar tanto la salud de las especies marinas como la de los consumidores humanos.