La Payunia es una altiplanicie volcánica ubicada en el sur de la provincia de Mendoza, que aspira a convertirse en la décima región del país en ser declarada Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO. Semanas atrás, la Dirección de Recursos Naturales Renovables y el Comité de Malargüe, que trabajan sobre el tema, presentaron ante ese organismo el proyecto con los fundamentos elaborados de acuerdo a las sugerencias de la ONU.
Desde La Payunia, o que se ve hacia el horizonte es una pampa con ondulaciones, poquísima vegetación y el piso de color rojo o negro. El suelo de esta zona está completamente cubierto de piedra lapilli, que es la solidificación de una lluvia de fuego o de lava que se produjo cuando los volcanes entraron en erupción, entre 7000 y 3000 años atrás.
Actualmente es un área natural protegida con una extensión de 450 mil hectáreas ubicadas en el sur del departamento de Malargüe a 580 kilómetros de la capital de Mendoza. La entrada es por la Ruta Nacional 40 y empalme con la ruta provincial 186, con acceso durante todo el año.
Hasta hace pocos meses, la zona ocupaba uno de los lugares entre los diez sitios con mayor concentración volcánica del planeta: la región de Kamchatka (Rusia) y el cinturón volcánico de Michoacán y Guanajuato, en México le disputaban el primer lugar del decálogo. Sin embargo, desde fines de 2013 se despejaron los criterios y la concentración aproximada de 800 conos volcánicos le da la mayor proporción de volcanes por kilómetro cuadrado. En promedio hay 10,6 conos cada 100 kilómetros cuadrados, y ese es uno de los criterios que se utilizaron para candidatear a la zona como Patrimonio de la Humanidad.
La flora en el parque volcánico La Payunia es muy escasa: se parece bastante a la vegetación desértica de toda la precordillera, y hay especies (como el arbusto llamado “cuerno”, cuya raíz se usa para leña y para infusiones) que se extienden desde el norte hasta el sur del país bordeando la cordillera.
El paisaje rojo y negro se ve a veces interrumpido por franjas amarillentas que a lo lejos parecen lenguas de arena, pero son matorrales de colimaliles (o leñas amarillas) y coirones. También hay pastizales de montaña y de la estepa patagónica, como melosas, solupes negros, retamillos, pichanillos y algarrobos. Desde mucho tiempo atrás se conoce el tomillo silvestre, que fue ampliamente usado en la cocina autóctona de los pueblos originarios.
Los registros de fauna refieren unas 70 especies, 37 de las cuales se consideran con alta probabilidad de avistamiento. Los guías tiene n mucha experiencia para encontrar los lugares en que toman sol los mamíferos y las aves.