Viveros con impacto: revalorizan especies y trabajan por la inclusión

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La salud de los ecosistemas nativos es vital ya que son los encargados de combatir el cambio climático y alimentan y hospedan a la fauna local, los insectos, mariposas, abejas y otros polinizadores encargados de transportar el polen de una flor a otra para su reproducción. Ahora bien, en Argentina, al igual que en otras partes del mundo, muchos de ellos se vienen perdiendo debido al avance de las ciudades la deforestación.

La buena noticia es que cada vez son más los que se encargan de revalorizar las especies nativas. Tal el caso de los viveros de triple impacto, que se erigen como una suerte de laboratorios donde se desarrollan soluciones ambientales, herramientas de inclusión social y experiencias de mejora de la calidad de vida.

Un caso es Almafuerte, un vivero fundado por Marcela Cosentino, profesora de primaria, que busca cultivar y multiplicar talares y bosques costeros de la región rioplatense que hoy se encuentran reducidos por una cantidad de plantas exóticas invasivas que han llegado al país de otras regiones.

El lugar se encuentra en El Pato, Berazategui y, a diferencia de los viveros comerciales, que mayormente venden flora exótica, aquí es posible encontrar desde pezuña de vaca hasta palmera pindó con precios que van de los $ 240 a $ 1800.

“Además de recrear el paisaje autóctono de nuestra región y aumentar la biodiversidad del entorno, con este proyecto busco difundir las características y la interacción de las nativas con la comunidad de insectos y las mariposas. Para eso, organizo clases en escuelas o entre quienes se acercan al vivero”, explica la emprendedora.

Y detalla: “Me ocupo de aclarar que no son invasivas, ya que tienen controladores naturales asociados, que requieren menores cuidados porque están adaptadas al clima de la región, y que integrándolas a los espacios se generan corredores biológicos. Cuando eso pasa, automáticamente empiezan a aparecer variedad de aves y todo tipo de polinizadores”.

Sin duda, la desconexión y el distanciamiento con la naturaleza es una de las razones por las cuales los problemas ambientales suenan tan lejanos para gran parte de la población.

En pos de cambiar esa lógica, César Massi, una de las personas que más sabe de plantas nativas en el país, creó a mediados de 2019 El Tala, un vivero en Bigand, al sur de Santa Fe, el cual trabaja con especies nativas del espinal santafesino como algarrobo blanco, tala, chañar, espinillo; algunas que corresponden al delta e islas del Paraná como el timbó y el ceibo; y muchas del Chaco húmedo (azotacaballos, anacahuita, ñangapirí y guayaibi). Apoyado en las redes y en el boca a boca, vende herbáceas a $ 300 y $ 400, árboles a $ 900 y $ 1300 y arbustos entre $ 500 y $ 700.

“Además de reproducir la flora de la región para la regeneración ambiental, este proyecto apunta a una jardinería sustentable”, señala el experto. Y agrega: “plantar nativas es apostar a la recuperación del equilibrio perdido y la salud de los ecosistemas”.

IMPACTO A GRAN ESCALA

Por su parte, la Asociación de Amigos de la Patagonia lanzó en 2020 Hacemos Bosque, un programa socioambiental de desarrollo local, plantación de árboles y educación ambiental con el objetivo de apoyar a los viveros locales con la compra de plantines de especies nativas y la plantación de estos en bosques incendiados. El proyecto se desarrolla en Neuquén, y su objetivo es ayudar a la restauración natural de los bosques de Araucaria Araucana.

En lo social, su huella es enorme ya que involucra actores de la provincia y las comunidades locales para que todos puedan ser parte de la recuperación de estos hábitats, y en lo económico, los plantines son adquiridos a viveros locales, gracias a las donaciones que la gente realiza en la web de Amigos de la Patagonia, las cuales son de $ 300 por árbol. “Luego de donar, cada aportante se convierte en Guardián del Bosque”, cuenta Sebastián Homps, su director Ejecutivo.

En tanto, la ONG sin fines de lucro Un árbol, dedicada a la regeneración social y ambiental, desarrolla un programa de viveros de triple impacto para revertir la crisis ecológica y climática mediante el cultivo de árboles, arbustos y herbáceas autóctonas, la fitorremediación de suelos y cursos de agua, la captación de C02 y el mejoramiento de la calidad del aire y la mitigación del efecto ¨islas de calor¨ de las zonas urbanas. “Un ejemplo es el Vivero Municipal de APrA que co-creamos y acompañamos desde 2017 con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con el fin de llevar naturaleza a las calles, plazas, parques y ríos de la Ciudad. Allí cultivamos 60.000 plantas autóctonas por año, lo que lo convierte en el vivero de flora originaria más grande de Capital”, cuenta Rodrigo Túnica, director de Comunicación.

Otro proyecto innovador que gestionan en plena city es la Vivera Orgánica, una huerta y vivero ubicado en el barrio porteño Rodrigo Bueno nacida en 2019, liderada por 14 mujeres de esa comuna, a quienes acompañan en su capacitación y hoy se organizaron en cooperativa y ofrecen plantas nativas y alimentos orgánicos.

En sintonía, Viveros Nativos en Red, que es parte del programa de Regeneración Ambiental en Comunidad que impulsa la ONG Germinar, trabaja con la meta de producir más de 30.000 plantas autóctonas de Buenos Aires.

“A tal fin, diseñamos y coordinamos viveros de flora nativa con fines ambientales, educativos, sociales y económicos. El objetivo es ofrecer a la comunidad, cantidad y diversidad de plantas típicas del ecosistema rioplatense para recuperar la diversidad biológica. Hoy, estamos gestionando dos viveros en Belén de Escobar: uno, el vivero Germinar ONG. Y el Vivero Biodinámico Rayo de la Escuela Waldorf Arcángel Gabriel, un establecimiento modelo que promueve la educación de los niños y niñas y la generación de recursos económicos para aquellas familias que no pueden pagar su aporte mensual”, cuentan Francisco García Erize y Leandro Sciancalepore.

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