Las urracas que no aceptaron participar en un experimento y burlaron a los científicos

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Los científicos saben que los experimentos pueden salir mal de muchas formas: muestras contaminadas, equipos defectuosos, plazos que no se cumplen. Pero que los sujetos de prueba se rebelen y se nieguen a participar, eso sí que es extraordinario.

Para su sorpresa, eso es lo que les ha ocurrido a unos investigadores australianos que llevaban a cabo un estudio con urracas. Las aves lograron quitarse unas a otras unos pequeños dispositivos de rastreo similares a mochilas que les habían colocado, mostrando un comportamiento cooperativo ‘de rescate’ que nunca antes se había observado.

Con la intención de aprender más sobre el movimiento y la dinámica social de estas aves altamente inteligentes, los investigadores de la Universidad de Sunshine Coast colocaron a cinco urracas unos ligeros rastreadores con un peso superior a un gramo, sujetados por un novedoso arnés.

Idearon un método que no requería que las aves fueran capturadas nuevamente para descargar datos o reutilizar los dispositivos. Las aves solo tenían que acercarse a un punto de alimentación al aire libre donde el rastreador cargaba la batería de forma inalámbrica, descargaba información o se liberaba, arnés incluido, mediante el uso de un imán.

Dar y aceptar ayuda

Pero diez minutos después de colocar el último rastreador, los investigadores observaron cómo sus esfuerzos se iban rápidamente al garete. Una hembra adulta sin equipo trabajaba con su pico para tratar de quitarle el arnés a un ejemplar más joven. En cuestión de horas, la mayoría de los otros rastreadores habían sido eliminados. Para el tercer día, incluso el macho dominante del grupo había desmantelado con éxito el suyo.

Los investigadores desconocen si un mismo individuo ayudó a los demás o colaboraron unos con otros, pero nunca antes habían sabido de otra ave que cooperara de esta manera para quitar los dispositivos de rastreo. Lo que está claro es que las urracas supieron cómo resolver el problema, posiblemente tirando y cortando diferentes secciones del arnés con su pico. Y para conseguirlo ayudaron a otras y aceptaron ayuda. «Nunca consideramos que las urracas puedan percibir el rastreador como una especie de parásito que requiere ser eliminado», dice Dominique Potvin, autora del estudio, en un artículo en ‘The Conversation’.

Las urracas australianas viven en grupos sociales de entre dos y 12 individuos. Cooperan en aspectos fundamentales de sus vidas, como la defensa de su territorio a través de coros de canciones y comportamientos agresivos (como abalanzarse) o la reproducción, con hermanos mayores que ayudan a criar a las crías.

Según explica Potvin, el seguimiento de las urracas es crucial para los esfuerzos de conservación, ya que estas aves son vulnerables a la creciente frecuencia e intensidad de las olas de calor debido al cambio climático.

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